Con mucha resignación, el Banco Central de Brasil (BCB) reconoció en la madrugada del miércoles que no puede seguir con sus operaciones en el mercado para frenar la caída de su divisa, el real. La entidad empezó a intervenir en agosto de 2013, cuando su moneda había caído a su cifra más baja desde 2008 frente al dólar. Un año y medio después, el BCB ya no puede sostener más la caída de la divisa y reconoce su retirada. La fuerza bajista del real ha sido tal que, pese a las intervenciones, se ha depreciado un 31% en este periodo, hasta su nivel más bajo en doce años.
Algunos expertos ya auguraban que la entidad no podría seguir controlando la divisa. Había tenido que asumir un pasivo de 114.000 millones de dólares que amenazaba a su estabilidad fiscal, explica Alberto Ramos, economista jefe de Goldman Sachs Group para Latinoamérica. ¿Cómo intervenía? La entidad realizaba subastas diarias de swaps para cambiar reales por dólares de sus reservas y así drenar la oferta de reales en el mercado. Sin embargo, a medida que la entidad iba firmando nuevos contratos, sufría las pérdidas de la caída de su divisa, hasta un punto en el que el pasivo ha aumentado tanto que puede generar problemas para el sistema.
¿Quién para esto?
Brasil tiene por delante unos meses complicados. Si bien la caída de la divisa eleva la competitividad de las empresas del país, un descenso tan abrupto contribuye a deteriorar la balanza comercial, ya que las importaciones son más caras y, por este motivo, también aumenta la inflación. Credit Suisse ha elevado su perspectiva del IPC para este año hasta el 8,5% ante la caída del real.
Frenar la caída de la divisa se ha convertido en misión imposible para el Banco Central de Brasil. Además de las intervenciones en mercado, la entidad ha subido los tipos de interés hasta el 12,75%, el segundo nivel más alto del mundo (detrás de Rusia). El objetivo es atraer ahorro exterior gracias a la alta remuneración que ofrece, pero los inversores temen que la caída de la divisa sea mayor y el resultado real sea negativo (escenario que es precisamente el que está ocurriendo). El problema de unos tipos de interés tan altos es que reducen la inversión real, ya que si una empresa tiene que conseguir un retorno superior al interés que tiene que pagar al banco, al final opta por ahorrar y no invierte.
En su objetivo por frenar la inflación y la depreciación de su divisa, la entidad está golpeando con crudeza a la economía. Los expertos creen que encara una larga y profunda recesión en los próximos trimestres. Muy poco tiene que ver el Brasil de hoy con el de los años 2000 en los que ganaba los concursos internacionales para organizar las competiciones deportivas de mayor nivel, como el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
El país se convirtió en uno de los destinos preferidos para los inversores internacionales, que veían ganancias de capital por doquier mientras se firmaban contratos para ampliar las redes de autopistas, metro y estadios deportivos. La depreciación de las materias primas ha supuesto el golpe definitivo para la maltrecha economía brasileña. Su balanza por cuenta corriente se ha deteriorado tanto que casi un 4% de su PIB se escapó del país en el tercer trimestre de 2014.
La 'fiesta del fútbol' acaba en recesión
Mientras las mejores selecciones de fútbol recorrían Brasil en el Mundial de Fútbol de 2014, el país entraba oficialmente en recesión. En unos meses pasó de ser el centro de las miradas del mundo entero, a que los inversores le dieran la espalda. Las previsiones para su economía en 2015 son preocupantes. La OCDE y el consenso de mercado recogido por 'Bloomberg' esperan que el PIB del país se contraiga un 0,5%, y la caída este trimestre podría llegar hasta el 1,2% interanual, según los expertos. Un escenario complicado para Brasil que, además, se enfrenta a un grave escándalo corrupción.