
Poca gente sabe que después de abandonar la KGB (los servicios de espionaje de la antigua Unión Soviética) el actual presidente ruso, Vladimir Putin, estudió un doctorado. Su tesis, que en estos momentos no se encuentra a disposición del público, analizaba un tema de actualidad: cómo podía Rusia aprovechar su riqueza mineral para reforzar su posición geoestratégica en el mundo.
No hay duda de que la tesis debía ser muy interesante y que la política energética que está desarrollando Putin ha estado vinculada a los argumentos que defendía. Es obvio que la política energética de Putin, que incluye el petróleo y el gas, ha jugado una baza importante en su geoestrategia internacional.
Así, parece evidente que el hecho de que Rusia se haya constitutido como el proveedor de más de una cuarta parte de las necesidades energéticas de Alemania ha jugado un factor más que determinante para "atemperar" la reacción de Europa a la anexión de la península de Crimea a Rusia y también podría explicar la respuesta que Occidente ha consensuado en la agitación en el este de Ucrania. Según un estudio del AGEB, citado por Deutsche Welle, Alemania compra a Rusia el 39% de su gas, el 35% de su petróleo, y el 25% de su carbón.
Efectivamente, es cierto que Europa ha impuesto importantes sanciones a Rusia por Ucrania pero también es un hecho que sobre la mesa había otras medidas mucho más duras que Europa ha descartado. Evidentemente, las sanciones a empresas como Gazprom, Rosneft, Lukoil y particulares han tenido impacto en la economía rusa. Sin embargo, ninguna de todas las sanciones impuestas han producido un efecto tan devastador como el que ha supuesto la caída precipitada del petróleo en los últimos meses.
Precio del petróleo
Hace solo unos meses, en junio, un barril de petróleo costaba 110 dólares. Desde entonces, hemos vivido una caída de su precio y hoy solo necesitamos 60 dólares para hacernos con un barril. Por si fuera poco, la Organización de Países Exportadores de Petróleo no parece dispuesta a frenar esta caída. El argumento más lógico que explica esta extraña actitud es la falta de una clara voluntad política o lo que es lo mismo, en la práctica, que Arabia Saudí ha decidido dejar que el petróleo baje lo suficiente para poder frenar el boom de producción de petróleo y gas en EEUU.
Se estima que los proyectos norteamericanos sólo son rentables cuando el barril se sitúa por encima de los 80 dólares por barril. Por ello, las consecuencias que esta decisión ha tenido en los países productores de petróleo como Rusia han sido inmediatas y dramáticas, si tenemos en cuenta que una parte importante de presupuesto federal proviene directamente o indirectamente de la venta de petróleo y gas.
El impacto más claro ha sido la caída de la moneda, el rublo, en relación al dólar y al euro. Es cierto que la caída de la divisa empezó justo tras el conflicto en Ucrania, que se produjo en el mes de julio, pero la combinación de la bajada del petróleo y las sanciones han hecho que el rublo se precipite en una espiral que le ha restado casi la mitad de su valor desde junio. ¡Hoy con un dólar americano podemos comprar unos 65 rublos!
Parece claro que Putin tiene un problema. Pero Occidente no debería dejar de estar alerta. En los EEUU nos gusta referirnos a Rusia comparando este país con un oso; pues bien, siguiendo con esta metáfora deberíamos recordar que un oso hambriento y herido es muy peligroso y me temo que habrá que prestar atención a las maniobras que pueda llevar a cabo el señor Putin.
Mike Rosenberg, profesor del IESE