
El euro marcaba ayer mínimos de nueve meses, hasta el entorno de los 1,335 dólares, con la vista puesta en el Banco Central Europeo (BCE), que hoy celebra su reunión mensual correspondiente al mes de agosto. Los expertos no esperan cambios de la política monetaria en esta reunión, pero la debilidad de la inflación sigue agudizándose en la zona euro.
En mayo, cuando el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, anunció un paquete histórico de medidas se mostró "muy contento de que la decisión de adoptar medidas no ortodoxas fuese unánime".
Apenas dos meses después, la coyuntura empieza a presionar a la entidad, la duda es: ¿lo suficiente como para forzar más medidas?
El contexto
Los indicadores adelantados del IPC del mes de julio no dejan lugar a dudas: el fantasma de la deflación sigue sobrevolando la Eurozona. En España, el índice de precios cayó un 0,3% en tasa interanual, el menor dato desde el año 2009.
Pero la debilidad de los precios no es exclusiva de los periféricos: en Alemania, el indicador avanzó a su menor ritmo desde el año 2010, en el 0,8%. Datos que se alejan del objetivo de estabilidad de precios: "cerca pero por debajo del 2%", reza el mandato del BCE.
Aunque la entidad pretendía pasar de puntillas por este encuentro, según estimaban los analistas, la situación de los precios añade presión al pulso de hielo de Super Mario.
Esta reunión de agosto es una de esas que Draghi querría eliminar del calendario, porque hay poco que añadir respecto a la de julio y porque, aunque no lo quiera, el mercado estará atento a sus palabras y sufrirá volatilidad.
Por este motivo, el BCE cambiará la periodicidad de sus reuniones a partir de 2015 y serán cada mes y medio, como anunció en su última reunión.
Los analistas son unánimes: creen que mantendrá sin cambios su política monetaria, con los tipos de interés en el mínimo histórico del 0,15% y la tasa de depósitos cobrando un 0,1% a los bancos que aparquen su exceso de liquidez en el BCE, según las encuestas realizadas por Bloomberg.
Con el reloj en contra
En poco más de un mes, en concreto el 18 de septiembre, el BCE pondrá en marcha una de sus medidas más ambiciosas para fomentar que fluya el crédito a la economía real: las inyecciones de liquidez a la banca condicionadas (bautizadas como TLTRO).
Con este programa, la entidad regará al mercado con hasta un billón de euros en ocho subastas trimestrales. En la primera de ellas, la de septiembre, el BCE podría activar hasta 400.000 millones de euros (este montante se repartirá entre esa subasta y la de diciembre). El segundo objetivo de estas inyecciones de liquidez es inundar el sistema de billetes y así conseguir la ansiada inflación sostenida y equilibrada.
Sin embargo, ¿qué posibilidades hay de que estas medidas tengan un efecto de corto plazo? En realidad, pocas o ninguna. El propio Draghi reconoció que "no tendrán impacto en el mercado al menos hasta tres o cuatro trimestres después de ponerse en marcha".
La duda es si el BCE estará dispuesto a esperar hasta mediados de 2015 para percibir el impacto de sus medidas en el mercado o si el peso de la caída de la inflación incentivará nuevas medidas.
Al margen de las subastas de liquidez que comenzarán el próximo 18 de septiembre, la entidad está estudiando activar un programa de compra de activos, lo que sería un QE a la europea. Los planes de la institución monetaria pasan por comprar titulizaciones de préstamos de la banca al sector empresarial (excluida la banca) y a las familias (sin contabilizar el crédito hipotecario).
La entidad lleva meses estudiando esta medida, que será todavía más heterodoxa y que podría contribuir a acelerar la inflación en los países de la eurozona, o lo que es lo mismo, ayudaría al BCE a alcanzar su objetivo lo antes posible. No hay que olvidar que mantener la estabilidad de precios es el principal cometido de la institución monetaria europea.
No obstante, según una encuesta realizada por Bank of America Merrill Lynch, hasta un 44% de los gestores espera que la institución monetaria no anuncie nunca esta medida.