La bolsa es un estado de ansiedad. Se dice que baja por el ascensor y sube por la escalera. Pero en ocasiones remonta con la misma rapidez con la que se desploma. De otra forma parece poco comprensible que nos hayamos hecho el recorrido entre los 10.000 y 11.000 puntos en apenas cincuenta sesiones, en una carrera atropellada que nos ha llevado a que si se compra hoy un valor del Ibex se tarden casi 18 años en recuperar la inversión por la vía del beneficio.
Históricamente, el plazo de amortización es de 14,5 años. Si la bolsa llegara al 12.500, el multiplicador de beneficios del Ibex sería de 20 veces con las estimaciones actuales. ¡De mercado tecnológico! Con el nivel alcanzado y mientras no se produzca una fuerte revitalización de las ganancias, el inversor tiene que estar prevenido no sólo del habitual corte que puede provocar la espada del mercado, sino además de la daga quita penas o vizcaína que con la mano izquierda puede provocar una cuchillada que no dé para pedir confesión.
Los que creen que la tendencia es siempre tu amiga deben recordar el Maracanazo, la segura victoria de Brasil ante Uruguay en el Mundial del 50. La certeza en la victoria local era tal que los principales periódicos habían impreso portadas celebrando el triunfo. La banda de música estaba preparada para tocar una marcha triunfal compuesta expresamente para la ocasión y ni siquiera tenía las partituras del himno uruguayo. El propio presidente de la FIFA, Jules Rimet, solamente portaba en el bolsillo derecho de su chaqueta un discurso escrito en portugués.
La desconfianza de los uruguayos también estuvo patente, puesto que las propias autoridades pidieron a sus jugadores una derrota digna y el seleccionador, Juan López Fontana, para evitar una derrota humillante, exigió a sus pupilos defenderse. Sin embargo el capitán Obdulio Varela dijo sus compañeros: "Juancito es un buen hombre, pero se equivoca. Si jugamos para defendernos nos sucederá lo mismo que a Suecia o España". El mensaje de Varela caló y en el minuto 34 de la segunda parte Alcides Edgardo Ghiggia lograba el segundo tanto para los uruguayos batiendo a Barbosa. Maracaná quedó mudo. Años después el propio Ghiggia comentó que sólo tres personas eran capaces de silenciar Marcaraná: el papa Juan Pablo II, Frank Sinatra y él.