
Hace 14 años el índice tecnológico cotizaba con un múltiplo de beneficios cercano a las 60 veces, cifra que ahora se sitúa en las 17,5 veces, sólo un 4,2% más caro que el Ibex.
Existe un claro consenso de que estamos siendo testigos de la segunda burbuja tecnológica en 15 años", aseguraba la semana pasada David Einhorn, fundador del hedge fund Greenlight Capital. Unas declaraciones que llegaban precedidas del vaivén sufrido por el Nasdaq Composite en el último mes. De hecho, el indicador ha perdido casi un 2 por ciento de su valor y acumula números rojos desde comienzos de año.
El nerviosismo entre bambalinas y a pie de parqué ha sido evidente. El sector tecnológico ha estado en cuarentena durante las últimas semanas mientras la oleada de salidas a bolsa con precios hinchados despertaban fantasmas del pasado. Como bien describía Einhorn en su misiva a sus inversores, la presunta burbuja actual es "un eco de la vivida anteriormente, pero con menos compañías de larga capitalización y mucho menos entusiasmo público". En cierta forma, la aprensión estaría justificada.
El efecto Twitter, que vió cómo sus acciones llegaron a subir un 90 por ciento durante su primera cotización el pasado 7 de noviembre pese a generar pérdidas, desató la euforia entre otras compañías similares. Por ejemplo, AO.com se disparaba un 44 por ciento en su estreno bursátil en febrero de este año. Aún así, y aunque muchos piensen lo contrario, el mercado sabe responder cuando le dan gato por liebre, de ahí que el creador del adictivo Candy Crash, véase King Digital Entertainment, no haya conseguido recuperarse de su desembarco sobre el parqué, con una caída de sus acciones del 7,63 por ciento desde entonces.
El problema es que el pánico generado por las piezas más débiles del intrincado puzzle del sector ha acabado por afectar a algunas de las compañías más importantes. Google, Facebook, Amazon o Twitter daban un salto al vacío en abril desde los máximos acumulados, con desplomes que en algunos casos llegaron a tocar el 30 por ciento. Sin embargo, ¿está justificado? Parece que no.
Según explicaba la revista dominical del New York Times, en esta ocasión la burbuja tecnológica, si es que existe, está falta de la participación del inversor de a pie, como ocurrió a comienzos del 2000. Además, está alimentada por 1,53 billones de dólares en efectivo (suficiente para comprar Google, Apple, General Electric, McDonald´s y Walmart a tocateja) sobre la que se asientan tanto inversores institucionales como entidades de capital de riesgo. "Las valoraciones se encuentran en niveles extremos porque no se puede encontrar una rentabilidad decente sobre su dinero haciendo otra cosa" afirma Fred Wilson, de Union Square Ventures, en su blog. "Es un buen momento para el capital de riesgo y la puesta en marcha de nuevas startups y creo que seguiremos así, siempre y cuando la economía global se mantenga débil y los tipos de interés bajos", añade.
Para Walter Price, gestor del fondo RCM Technology Trust, "las salidas a bolsa en el sector tecnológico han sido débiles hasta el momento, hay algunas con crecimientos decentes, sin embargo, su valor es demasiado alto y los inversores creen que es poco probable que éstas generen un rendimiento fuerte". Price señala compañías como Twitter o King como claros ejemplos de entidades que "han demostrado un alto crecimiento en el pasado, pero que deben sufrir una transición en su modelo de negocio para reforzar su rentabilidad en el futuro".
Sin embargo, añade que también hay partes del sector tecnológico que cuentan con un valor relativamente bajo en comparación con el resto del mercado. "Las grandes empresas tecnológicas cuentan todavía con valores bajos", asegura al mencionar nombres como IBM. De acuerdo a la consultora Morningstar, hay áreas del sector tecnológico que tienen fuertes perspectivas de crecimiento, pero no han atraído las altas valuaciones de otras compañías de Internet. Esto incluye nombres de seguridad online como Palo Alto Networks (PANW), que se están beneficiando de un aumento significativo de la demanda de seguridad en la red.
El ayer son sólo cenizas
Las altas expectativas que rodearon a las tecnológicas en la burbuja puntocom (1997-2001) tuvo un claro reflejo en lo que se pagaba por estas empresas en bolsa, es decir, en el PER. En este sentido, esta ratio, que refleja el número de veces que el precio de la acción recoge el beneficio, se situó cerca de las 60 veces en el Nasdaq 100 en el año 2000, tres veces más de lo que se paga en estos momentos, 17,5 veces (tenga en cuenta que el Ibex 35 cotiza con un PER de 16,8 veces). De hecho, la cotización actual del índice, en la cota de los 3.500 puntos, se encuentra a un 34 por ciento del máximo marcado en 2000, cuando el Nasdaq registró 4.704,7 puntos.
Además, teniendo en cuenta el PER medio al que ha cotizado el selectivo en la última década, ahora presenta un descuento superior al 19 por ciento. Es más, desde 2000, en los únicos ejercicios en los que se ha podido comprar un Nasdaq más barato que ahora fueron 2008, año de la caída de Lehman Brothers, 2011 y 2012, en plena recesión económica -ver gráfico-.
Argumentos que parecen suficientes para alejar la posibilidad de una nueva burbuja (además, de las diez firmas más grandes del Nasdaq, siete tienen consejo de compra). Para muestra un botón: hace quince años algunas compañías cotizaban con un PER desorbitado como es el caso de Apple, ya que en la firma de la manzana la ratio que mide el precio de los títulos frente al beneficio por acción superó las 900 veces. ¿Cómo es posible? La razón se encuentra en la relación entre el beneficio generado por la empresa y su valor en bolsa.
A este respecto las ganancias que registró Apple en 1999 ascendieron a 600 millones de dólares, cifra insuficiente para la espectacular revalorización que experimentaron sus títulos, que subieron más de un 150 por ciento (entre 1997 y 1999 las acciones de Apple pasaron de la cota de los 3 dólares a los 25 dólares). En cambio, este año se esperan unas ganancias superiores a los 38.500 millones de dólares, frente a un valor bursátil que ronda los 509.500 millones, lo que arroja un PER de alrededor 14 veces.
Y este no es un caso aislado (de los actuales componentes del Nasdaq 100, sólo tres compañías contaban hace quince años con un múltiplo de beneficios por debajo de 30 veces: CA, Staples e Intel). Por ejemplo, en el año 2000, el múltiplo de beneficios de Qualcomm rondaba las 148 veces. En apenas cuatro años las ganancias de la firma se multiplicaron por 32, desde los 21 millones de dólares obtenidos en 1996 a los 680 millones de 2000. Periodo en el que sus títulos avanzaron en bolsa más de un 1.500 por ciento, desde los 2,4 dólares hasta los 40,7 dólares -en 1999 llegó a cotizar en 87 dólares-. No obstante, fue una de las compañías a las que el estallido de las puntocom golpeó de pleno, ya que bastó un año para pasar de un beneficio récord a unas pérdidas por valor de 500 millones en 2001. En este sentido, su progresión ha sido más comedida en los últimos ejercicios, ya que su beneficio se ha multiplicado por 4 en los últimos cuatro años, mientras que el avance de sus títulos en el mismo espacio de tiempo ha sido del 61 por ciento.
"Se habla mucho de burbuja y realmente si nos atenemos a los datos podríamos decir que estamos donde nos corresponde (el PER medio del Nasdaq en el último lustro es de es 17,9 veces). Es algo prematuro hablar de burbuja, lo que sí sería más acertado es hablar de compañías tecnológicas que están caras. Teniendo en cuenta las salidas a bolsa de firmas tecnológicas, en este primer trimestre han sido 14, frente a las 4 del mismo periodo de 2013, por lo que sí parece que hay cierta moda a la hora de saltar al parqué, pero es precipitado hablar de burbuja", explica Javier Urones, de XTB.
Por otro lado, "muchos son los que apuestan porque en el momento actual se está viviendo una nueva burbuja, la de las redes sociales, íntimamente relacionada. Nadie duda del auge de las redes sociales, aunque más complicado resulta saber cuánto valen realmente. Muchas de ellas nacieron sin ánimo de lucro y con otros fines diferentes que los de hacer negocios, pero su sorprendente desarrollo las ha impulsado a intentar rentabilizar sus ideas cada vez más", afirma Victoria Torre, de Self Bank.
No obstante, otro de los indicios que apuntan a la inexistencia de una burbuja es que de las más de 2.000 compañías que forman el Nasdaq Composite, sólo un 6 por ciento de ellas o no cuenta con seguimiento por parte de los expertos, o tiene una recomendación de venta.