En Cupertino, Tim Cook y sus chicos parecen dispuestos a hacer las delicias de sus inversores a través de la ingeniería financiera a la espera de nuevos y revolucionarios productos. Como ya explicó la semana pasada el director financiero de Apple, Luca Maestri, la compañía prepara una segunda "macroemisión" de deuda, que podría alcanzar la friolera de 17.000 millones de dólares, para poder financiar su recompra de acciones (de 90.000 millones de dólares) y su incremento de dividendo.
De hacerse realidad, ésta podría convertirse en la segunda mayor emisión de bonos corporativos de la historia. Sin embargo, no debemos olvidar que aquellos que optaron por sacar partida a la inmersión de la manzana en el mercado de deuda a finales de abril de 2013 no han tenido demasiada suerte. Por aquel entonces, el fabricante del iPhone dejó boquiabierto al mercado de renta fija con una emisión de deuda por un valor de 17.000 millones de dólares y una demanda que superó los 50.000 millones de dólares. Cinco meses más tarde, Verizon obnubiló esta incursión con una emisión de bonos por valor de 49.000 millones de dólares. Sin embargo, el contexto todavía estaba edulcorado por la flexibilidad monetaria de la Fed. Por ejemplo, el bono a 30 años que Apple emitió en 2013 ha caído alrededor de un 10%, mientras el resto de bonos -a cinco y diez años- también han operado a la baja.
Apple tiene una caja que supera los 134.000 millones de dólares en efectivo, aún así más de dos tercios de este efectivo se encuentra fuera de EEUU, por lo que la compañía no puede utilizarlo para recomprar acciones o repartir dividendo salvo que éste sea repatriado y fiscalizado por el Tío Sam. Con una tasa impositiva del 35%, tanto los accionistas de Apple como la propia empresa pueden beneficiarse de más de una emisión de deuda que de la repatriación de parte de la caja de la entidad a EEUU.