
Hace una semana que el Banco Central Europeo disparó una de las balas que guardaba en la recámara: bajar los tipos de interés al 0,25%, el nivel más bajo desde la creación del euro. Y cuando parecía que ya había agotado sus recursos, el economista jefe de la institución monetaria, Peter Praet, dejó al descubierto parte de las herramientas con las que cuenta el organismo.
En este sentido, en una entrevista concedida a The Wall Street Journal, Praet aseguró que el BCE deja la puerta abierta para lanzar un programa de compra de activos con el objetivo de rebajar los costes de financiación del sector privado. Una medida similar a la adoptada por la Reserva Federal (Fed) estadounidense y el Banco de Japón (BoJ), y que se enfrenta a la oposición de Alemania.
Más artillería
Además, Peter Praet también comunicó que la institución monetaria no descarta la posibilidad de fijar una tasa negativa a los depósitos bancarios, que ahora se sitúa en el 0%.
Una medida que ya han llevado a cabo países como Dinamarca y por la que se pasaría a cobrar a las entidades financieras por dejar depositado el dinero en la institución, una situación que a priori debería fomentar la reactivación del crédito. De este modo, un tipo negativo desincentivaría a las entidades a la hora de acudir a la autoridad monetaria para guardar sus depósitos, obligándoles a llevarlos a otros bancos, lo que a su vez reforzaría el capital de éstos, que dispondrían de más fondos para impulsar el mercado crediticio.
En este contexto, ¿cuál fue la reacción del euro? La divisa comunitaria se apreció frente a dos de sus diez principales cruces. Mientras que contra el dólar se revalorizó alrededor de un 0,10%, hasta los 1,3453 dólares, contra la corona sueca avanzó un 0,2%. Al otro lado de la balanza, cayó cerca de un 0,6% contra la libra esterlina y un 0,10% en su cruce contra el yen japonés.
