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Goldman Sachs: el paradigma de la codicia a corto plazo de Wall Street

El análisis de la carta que hoy ha conmocionado a Wall Street tiene una lectura que va más allá de los motivos particulares por los que el ejecutivo Greg Smith ha decidido hacer pública su dimisión. Y es que en el fondo subyace el debate sobre como ha cambiado el sector financiero de EEUU en los últimos años. La maltrecha imagen de Wall Street vuelve a ser el centro de atención si es que alguna vez ha dejado de serlo tras el estallido de la crisis financiera. Goldman responde: la carta no refleja nuestros valores.

The New York Times acompaña la misiva del exejecutivo de Goldman Sachs con un análisis que pretende reavivar el debate sobre el papel y las formas de una banca que, no lo olvidemos, fue rescatada con miles de millones del contribuyente.

¿Ha habido en los últimos años un cambio de cultura en las entidades financieras? Por supuesto que los banqueros siempre han buscado el beneficio, pero no siempre de la misma manera. La filosofía de la banca de inversión, en palabras de Gus Levy, que lideró Goldman Sachs en los años 60 y 70, era clara: si se debe aprobar la codicia, debe ser codicia a largo plazo, no a corto, ya que con la codicia a largo plazo el dinero se hace con los clientes y no se coge de los clientes.

De este modo, reconoce el rotativo neoyorquino, Smith ha dicho públicamente lo que muchos susurran en privado en un momento en el que las entidades intentan defender por todos los medios su buen nombre, muy tocado por la crisis financiera que comenzó en 2008. Y en esta batalla por ganarse a la opinión pública Goldman ha luchado como el que más anunciando programas de créditos a pequeñas empresas para que crearan empleo y proclamando su apoyo al matrimonio homosexual.

Pero más allá de la opinión pública, y viendo el historial de la firma bancaria, la carta puede hacerle daño a Goldman Sachs donde más duele: en sus clientes. Hay que recordar que el regulador bursátil de EEUU, la SEC, acusó a Goldman Sachs de fraude en 2010 por vender productos sobre los que la propia firma había apostado a la baja. El escándalo de fab Fab, el trader que operó contra sus clientes, no ayudó mucho tampoco es su momento.

¿Qué ha cambiado en el negocio?

Muchos de los veteranos de Goldman y de otras firmas de inversión aseguran que la estructura de incentivos en Wall Street ha cambiado enormemente en los últimos 25 años. Siguiendo las palabras de Levy, la codicia a largo plazo dio beneficios tanto a los bancos como a sus clientes, pero en el último cuarto de siglo esto ha cambiado de la mano de la propia evolución del negocio, según reconocen al NYT miembros de la industria y otros expertos.

La evolución podría resumirse en tres puntos clave que cambiaron la relación de los trabajadores con los clientes y con la propia empresa alterando su "cultura" como defiende Greg Smith: salidas a bolsa, operaciones con capital propio y el boom de los salarios.

Las antiguas sociedades de inversió, en las que los líderes tenían ligada su propia fortuna a la del banco y en la que los trabajadores se convertían en socios, dieron paso a gigantes que cotizan en bolsa. Así, las operaciones propias se convirtieron en una increíble máquina de generar ingresos desafiando las relaciones con los clientes. Y las leyes que se hacían en Washington permitieron la toma de unos riesgos que se amplificaron gracias a la deuda.

Especuladores frente a asesores

"Cuando estas firmas pasaron de ser sociedades a compañías públicas, su ethos cambio dramáticamente", aseguró Charles Elson, profesor de gobierno corporativo de la Universidad de Delaware. "La noción de lealtad al cliente desapareció con la vieja estructura. Según se convirtieron en compañías cotizadas, los clientes buscaron las tarifas más bajas, y las firmas buscaron el mayor número de clientes posible", añadía.

Además, con el rápido crecimiento de las operaciones propias a comienzos de los años 80, con la banca utilizando su capital para operar, la mentalidad de corto plazo comenzó a dominar las firmas. "Se consigue mucho más dinero en una transacción que en una relación a largo plazo. Tienes especuladores como oposición a asesores", explica el profesor.

Este crecimiento de las firmas de inversión, además, tuvo el incentivo de los salarios. Antes de 1990, los consejeros delegados de las entidades tenían compensaciones similares a los de las grandes compañías de otras industrias, incluso en algunos casos por debajo. Sin embargo, en 2005, la paga de los banqueros fue alrededor de un 250% superior a la de la media, según Ariell Reshef, profesor de Economía de la Universidad de Virginia. Básicamente, los salarios de los banqueros crecieron un 70% más de media que los del resto de industrias.

El precio de la codicia

Los banqueros más veteranos mantienen que, obviamente, la codicia a corto plazo existió desde la creación del New York Stock Exchange en 1792. Pero lo que ha cambiado desde entonces es tanto el tamaño de las grandes firmas de Wall Street como el dinero que pueden llegar a hacer, lo que ha alterado cualquier tipo de cálculo o equilibrio anterior.

Jerome Kohlberg Jr., uno de los fundadores de la firma de capital riesgo KKR, trabajó 21 años en la desaparecida Bear Stearns antes de crear su propia compañía en 1976. Y reconoce que algo va mal. "Creo que hay mucho trapicheo. Cuando empecé en Wall Street era un pequeño grupo y todo el mundo se conocía. Si te salías de la línea, la gente no hacía negocios contigo", declara al NYT. 

Esta carrera sin freno de Wall Street, con un crecimiento desaforado basado en el cortoplacismo, puede obligar a la propia industria financiera a pagar un alto precio, según los expertos. Aunque de momento mantienen en gran medida sus salarios y su comportamiento parece no haber cambiado, el entorno sí que lo está haciendo: las nuevas normas limitan las operaciones con dinero propio y cada vez hay menos alumnos brillantes en las universidades quiere trabajar en Wall Street. Y el enfado público crece, no solo entre seguidores del movimiento Occupy Wall Street, sino entre las capas más altas de la sociedad.

Y la carta vuelve a poner bajo el ojo público a Goldman Sachs, el calamar vampírico del Imperio del Mal que necesita de prácticas prohibidas para sobrevivir.

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