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Los cuatro obstáculos a los que se enfrenta Bernanke

Llegó el día. Hoy, por fin, el mercado conocerá la decisión de la Reserva Federal (Fed), el banco central de EEUU. Todo indica que la institución enviará un nuevo estímulo para tratar de reactivar el crecimiento. Parece lo más sencillo porque es lo que todos esperan. Pero en realidad es mucho más complicado de lo que aparenta. El BoE no descarta ampliar su plan de compra de activos en su próxima reunión.

Cuando la Fed difunda el comunicado en el que anunciará su decisión a las 20.15 horas -en horario español-, los ojos de todos los inversores del mundo lo leerán a toda prisa para ver si la cita responde a las expectativas. A priori, los mercados esperan nuevos estímulos; si no es así, la decepción sería total. Más en concreto, el presidente de la entidad, Ben Bernanke, ha dejado entrever que maneja tres posibilidades: activar una tercera ronda de estímulo cuantitativo (QE3), modificar la estructura de su cartera de bonos mediante la venta de deuda a corto plazo y la compra de títulos a largo plazo (Operación Twist) y establecer un objetivo de inflación y/o empleo.

Pese a que todo parece que está claro y telegrafiado, el veredicto de la reunión que comenzó ayer y concluirá hoy no será tan sencillo de emitir como parece. Bernanke se enfrenta cuatro obstáculos principales -de entre los muchos que tiene-.

1. ¿Alcanzará el consenso necesario?

En agosto, el Comité Federal del Mercado Abierto (FOMC, en sus siglas en inglés), que es el órgano de la Fed que rige la política monetaria en EEUU, acordó mantener los tipos de interés entre el 0 y el 0,25 por ciento, horquilla en la que se encuentran desde diciembre de 2008, hasta mediados de 2013. Se trató de un nuevo esfuerzo -el último hasta hoy- para intentar reafirmar la endeble recuperación norteamericana. 

Esta medida, sin embargo, no salió gratis. Tres de los diez miembros del FOMC, Richard Fisher, Narayana Kocherlakota y Charles Plosser, se opusieron a la decisión. Votaron en contra porque entendía que no hacía falta ir tan lejos -mediados de 2013- y que bastaba con mantener el mensaje que había enviado hasta entonces la entidad, consistente en que los tipos iban a seguir "en niveles excepcionalmente bajos durante un extenso periodo de tiempo".

Esta disensión, que no cuenta con precedentes en la historia reciente de la Reserva Federal, certifica que Bernanke no tiene unido al Comité y que varios de sus integrantes no están por la labor de apoyar nuevas medidas de estímulo. Con esta oposición, el presidente de la Fed no cuenta con libertad absoluta. En un caso extremo, y pese a lo que ha anticipado en sus últimas comparecencias públicas, esa disidencia incluso podría paralizar la adopción de nuevas medidas. En ese caso, la autoridad de Bernanke como mandamás de la entidad quedaría seriamente tocada.

Otras posibilidades, más intermedias y plausibles, pasarían por modular la situación. ¿Cómo? Dando a entender a sus colegas que renuncia a decisiones muy directas -como el QE3- a cambio de encontrar apoyo para otras más sutiles -como la Operación Twist o el objetivo de inflación-. Lo que está claro es que hoy el Bernanke más académico deberá dejar paso al Bernanke más negociador

2. ¿Será efectivo?

Sin duda, es la gran incógnita. No es para menos, porque en realidad es lo más importante. Aunque nunca se podrá enjuiciar con total precisión el impacto de las históricas medidas emprendidas por la Fed desde 2007, porque no se puede saber que hubiera pasado en la economía si no se hubieran acometido, resulta cierto que no han bastado para generar un crecimiento sostenido. En una interpretación benigna, la política de Bernanke ha servido para ganar ciertas batallas, como desterrar con el QE2 los temores deflacionistas existentes durante la segunda mitad de 2010, pero la guerra sigue abierta y la entidad ha gastado ya mucha munición.

Esta realidad ha calado en la sociedad y los agentes económicos norteamericanos, que miran con creciente desconfianza cualquier iniciativa adicional de la Fed porque dudan de su efectividad. Esos recelos alcanzan con especial intensidad al concepto QE (quantitative easing o expansión cuantitativa), de ahí que la posibilidad de activar un QE3 haya perdido fuerza en las últimas semanas. "Lo que está ocurriendo ahora es fruto de un problema de confianza, no de tipos de interés", sostiene Robert Wescott, presidente de la consultora Keybridge Research, para describir la situación actual y el limitado recorrido que puede tener cualquier decisión adicional.

3. ¿Qué hay de los riesgos potenciales?

Bajo la batuta de Bernanke, la Fed se ha adentrado en el terreno de lo desconocido. Nunca antes, desde su fundación en 1913, el banco central norteamericano había ido tan lejos en la adopción de medidas monetarias tan extraordinarias y heterodoxas. Y un académico tan reputado como él, perfecto conocedor de la Gran Depresión, no puede ignorar los riesgos potenciales que encierran todos los estímulos que ha enviado. Todos, sin excepción, contienen peligros.

Sobresale, en especial, uno: el riesgo de fomentar nuevos excesos y vicios en la economía, en especial en el sistema financiero, al haber sustentado la recuperación en una política monetaria demasiado expansiva durante demasiado tiempo. Esta amenaza se convirtió en realidad tras las recesiones de 1990-91 y de 2001, en las que la Fed mantuvo una política condescendiente por la lentitud con la que las tasas de paro retornaron a los niveles pre-recesivos. Esa estrategia nutrió unas euforias que  desembocaron en la burbuja puntocom, en el primero caso, y en la crisis actual, en el segundo. "La política monetaria fácil prolongada que se mantiene mientras los empleos aún escasean tiene el efecto de potenciar la toma de riesgo e inflar la burbuja de precios de los activos, que volverá a debilitar el tejido de la economía a más largo plazo", argumenta el economista Raghuram Rajan en su formidable libro Grietas del sistema. Y avisa: "Si EEUU no puede tolerar rachas más largas de desempleo, pero éstas no van a desaparecer, corremos el riesgo de ir de burbuja en burbuja mientras la Reserva Federal soporta presiones para hacer lo imposible y crear empleo donde no se prevé que los haya".

4. ¿Corre peligro la independencia de la Fed?

A un año de las elecciones presidenciales en EEUU, cualquier maniobra adicional que emprenda la Fed será analizada no sólo en términos económicos y monetarios, sino también políticos. Si no hace nada más, los demócratas podrían recriminárselo porque son conscientes de que con la alta tasa de desempleo actual, del 9,1%, tendrán complicado reeditar la victoria de 2008; si se vuelca, los republicanos le criticarán porque interpretarán que estará abonando la reelección demócrata aun a costa de erosionar la estabilidad financiera y económica de EEUU.

Bernanke, que durante la crisis ha tenido que defender la independencia de la Fed de las embestidas de los partidos políticos, sabe que tendrá que hilar muy fino para mantenerse -él y, sobre todo, la Fed como institución- al margen del debate político.

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