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La deflación se cuela en el 'cónclave' de la banca central mundial

Jean-Claude Trichet, Ben Bernanke y Masaaki Shirakawa pasean durante la reunión de Jackson Hole el año pasado. Foto: Bloomberg.

Jackson Lake Lodge es un hotel ubicado en el Parque Nacional del Grand Teton (Wyoming, EEUU). Construido en roca y madera y rodeado de montañas nevadas y el Lago Jackson, ofrece la estampa típica de los grandes parques estadounidenses.

El cine recurrió a ese paraje en títulos como Raíces Profundas o Spencer's Mountain. Hoy es un lugar paradisíaco para los amantes de la naturaleza, el senderismo, el rafting o la bicicleta de montaña. Y por lo que se ve, también para acoger la convención de banqueros centrales más importante del mundo, el Simposio Económico de Jackson Hole, que da comienzo hoy y que se prolongará hasta el sábado.

Allí, como cada final de agosto, se reúnen los principales responsables de la política monetaria del planeta. Lo organiza, desde 1978, la Reserva Federal de Kansas City, uno de los 12 bancos de distrito que componen el Sistema de la Reserva Federal (Fed), el banco central de EEUU.

Por encima de otras características, el cónclave de Jackson Hole se realiza en una atmósfera especial. Alejado de los formalismos que envuelven a las reuniones periódicas del Banco Internacional de Pagos, el banco de los bancos centrales, más bien se trata de una reunión de colegas. Lo delata la indumentaria de los asistentes. Las únicas imágenes que se suelen tomar del presidente de la Fed, Ben Bernanke, y del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, en polo o mangas de camisa y sin traje ni corbata se obtienen en Wyoming.

El viernes, un día grande

Acuden así porque, en principio, se trata de un encuentro más académico e intelectual que oficial. Es decir, en Jackson Hole no se adoptan decisiones, sino que se discuten temas económicos y monetarios de fondo. Para su desgracia, la actualidad manda, y la reunión de este año, que tiene por título Desafíos macroeconómicos: la siguiente década, está marcada por la amenaza de una recaída económica con riesgos deflacionistas -caída general de los precios- que cada vez es más real, sobre todo en EEUU.

Este delicado entorno incrementará la importancia del encuentro, una trascendencia que ha subrayado el propio programa de discursos. El turno de Bernanke llegará el viernes, y lo relevante es que comenzará a hablar a las cuatro de la tarde -hora española-, apenas hora y media después de que se publique la primera revisión del Producto Interior Bruto (PIB) del segundo trimestre.

Un entremés que se puede atragantar, puesto que las previsiones anticipan que el crecimiento registrado entre abril y junio podría haberse frenado hasta una tasa trimestral anualizada del 1,4 por ciento, por debajo del 2,4 por ciento anunciado inicialmente. Los mercados financieros, por tanto, escucharán sus palabras con más atención de la que suelen conceder habitualmente a su presencia en Jackson Hole y lo harán con la expectativa de si anuncia nuevas medidas monetarias anticrisis.

Pero hay más focos de atención. Más que nada, porque este cónclave concentra la mayor proporción de banqueros centrales por metro cuadrado del mundo. Como muestra, en 2009 asistieron 32 presidentes o gobernadores de bancos centrales. Entre ellos estuvo Trichet, que no faltará este año. Hablará, de hecho, cuatro horas después que Bernanke. A ellos se añaden subgobernadores, vicepresidentes y otros altos cargos de las principales instituciones monetarias del mundo. Y los segundos espadas también acaparan la atención, sobre todo por las discrepancias en el seno de la Fed.

Mientras que el anfitrión, Thomas Hoenig, presidente de la Fed de Kansas, aboga por retirar estímulos monetarios, James Bullard, presidente de la Fed de San Luis, opina que hay que introducir más medidas para evitar una deflación a la japonesa en EEUU. Y no es para menos, porque Japón, que lleva más de 10 años luchando contra la caída de los precios, está presente ahora en todas las discusiones monetarias.

Además, la lista de asistentes se completa con varios de los académicos y banqueros privados más influyentes del mundo, que no suelen perder la ocasión para criticar la labor desarrollada por los banqueros centrales. Así se las gastan en Jackson Hole.

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