
La divisa europea se ha acostumbrado a vivir por encima de sus posibilidades. Su cambio contra el dólar o el yen se encontraba sobrevalorado. Ahora, con la crisis de las cuentas públicas de la región sobre la mesa, la 'moneda única' encara una nueva etapa.
Era una de las constantes de los últimos años. De hecho, ya había dejado de llamar la atención. El mercado y los inversores se habían acostumbrado a vivir con un euro sobrevalorado con respecto a varias de las principales divisas del mundo. Como el dólar estadounidense o el yen japonés, por ejemplo. Contra el primero, ha llegado a estirarse hasta los 1,604 dólares; contra el segundo, hasta los 170 yenes.
Alcanzó esos cambios en julio de 2008, ya con la crisis en marcha. Poco menos de dos años después, la situación es bien distinta. La moneda única ya compra menos de 1,25 dólares -1,235-y se mueve en torno a los 112 yenes. O lo que es lo mismo, una depreciación del 23% y del 34%, respectivamente, en dicho periodo. Aunque, más allá de lo cuantitativo, lo relevante es lo cualitativo. ¿El motivo? Por primera vez en cuatro años, el euro se acerca a una nueva zona de confortabilidad. Es decir, al baremo en el que los analistas creen que debe moverse. A su juicio, si se pudiera hablar de un cambio justo u objetivo entre el euro y el dólar, tiene que situarse entre los 1,20 y los 1,25 dólares. Es decir, donde está ahora.
Esta realidad abre una nueva etapa para la divisa europea y para la región. Dados los problemas fiscales que acumula y que la recuperación de la eurozona camina despacio, corresponde a otras monedas mostrar mayor fortaleza, por lo que el horizonte de la europea no debería distar demasiado de los cambios actuales. Y si se aleja de ellos, debería ser para bajar más.
¿Una buena noticia? Según cómo se produzca. "El descenso del euro es bueno para Europa. El problema aparece cuando su caída se produce en un entorno de volatilidad e incertidumbre. Entonces se vuelve negativa. Si se equilibra la situación, un euro a 1,20 dólares supone una buena noticia", argumenta José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney. "Lo más preocupante es la velocidad a la que se ha producido su depreciación", confirma Pablo Guijarro, de AFI. Si se elimina el ruido de las últimas semanas, la nueva etapa del euro beneficiaría a la región del mismo modo que ha ocurrido con el dólar en EEUU, ya que la depreciación de la divisa favorece las exportaciones y equivale a una rebaja de los tipos de interés.
Eso sí, también hay contras. La principal, que una moneda débil nutre la inflación. ¿Un ejemplo? Hoy, un barril de petróleo a 75 dólares supone, al cambio, un precio de 60,7 euros. A finales de 2009, con el euro a 1,432 dólares, se hubiera limitado a 52,3 euros.