
Nadie dijo que fuera fácil. Sobre todo, porque el euro constituye la mayor aventura monetaria y cambiaria de la historia. ¿Cómo, si no, podría definirse un proyecto en el que primero 11, luego 12, posteriormente 13, más tarde 15 y ahora 16 naciones europeas pasan a compartir tipos de interés y una misma moneda?
Su advenimiento en los mercados en 1999 fue acogido con recelo. Europa luchaba contra su historia de desencuentros, guerras, disputas y luchas de fronteras y poderes con la acuñación de una divisa común, bautizada en una cumbre en Madrid con el nombre de euro.
"Precisamente por el escepticismo previo es remarcable que las razones que esgrimíamos quienes creíamos en el euro se han visto confirmadas incluso por añadidura. Nadie pone hoy en duda con seriedad que el euro es un éxito", sostenía el español José Manuel González-Páramo, uno de los seis miembros del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE), para valorar el décimo aniversario de la "moneda única".
Y así es. El barco del euro no sólo zarpó, sino que se mantuvo a flote e incluso se ha discutido la posibilidad de que releve al dólar estadounidense como la divisa de referencia mundial. Para ello, los protectores de la credibilidad del euro se apoyaron en la férrea escuela del Bundesbank -el banco central de Alemania-. "No sorprende que, tras un inicio débil, los inversores pasaran a ver al euro con los mismos ojos con los que miraban al marco alemán hace 20 años", comentan los expertos de la gestora BNY Mellon.
Crisis de madurez
Pero, cuidado, el Titanic también se hundió. Y los problemas de Grecia, salpicados a otros "eurosocios" como Portugal o España, amenazan con convertirse en el iceberg de la eurozona. Las dudas que estos desequilibrios ciernen sobre el euro se observan en su evolución reciente. Desde los 1,51 dólares a los que escaló a finales de noviembre, la divisa europea se ha depreciado un 9,4% contra el billete verde, hasta los 1,369 dólares.
A lo que se enfrenta la región es a un problema que, tarde o temprano, tenía que llegar: el de afrontar una crisis. Lo que está en juego en estos momentos son los resortes, las bisagras y la maquinaria de la Unión Económica y Monetaria (UEM). O, de forma más castiza, la Europa del euro.
En este sentido, la reunión de hoy en Bruselas resulta determinante. Está claro que los líderes europeos no poseen una poción mágica para disipar todos los problemas. Pero sí deben entender la trascendencia de la cita."No parece sensato que no hagan nada. Por las implicaciones que tendría para el conjunto de la Eurozona, resulta necesario un esfuerzo multilateral que ayude a restaurar la confianza", reclama Pablo Guijarro, de AFI.
Se trata, en el fondo, de que los "eurosocios" y los que no comparten moneda común demuestren su altura de miras, su madurez. La cooperación internacional se ha revelado clave para luchar contra la crisis, un requisito que vuelve a ser fundamental. Los líderes europeos no lo tienen fácil. Pero es que nada ha sido sencillo en el proceso de la construcción europea. Y ahí sigue.