
Después de unos meses, los temores bajistas vuelven a los mercados. Conclusión: bajan las bolsas, aumentan los diferenciales de crédito, ganan las emisiones gubernamentales, se aprecian las divisas defensivas (dólar y el yen), y muchos participantes vuelven a hablar del oro.
Por su calidad de activo refugio, que no lo fue tanto en 2008, la cotización vuelve a coger fuerza y se sitúa en torno a los 1.000 dólares por onza, pero le cuesta mucho pasar de ahí. Veremos lo que dura el miedo en el mercado, pero no perdamos de vista al metal.