Bolsa, mercados y cotizaciones

La expectativa del mercado versus la realidad de las finanzas públicas de Estados Unidos

Bolsa de Wall Street. Dreamstime

El mercado se pone en modo egoísta y tiene derecho a hacerlo y, más aún, después de lo bien que se viene portando contra viento y marea, y esto, sin duda, muy soportado por la enorme liquidez que existe en el sistema. Ahora, una cosa es que exista liquidez y, otra, que se ponga en juego, que exista la confianza por parte de los operadores como para seguir apostando por la situación actual, y la que vendrá, que depende, a su vez, de las expectativas. Y es aquí donde llegamos a una parte importantísima en la formulación de las decisiones presentes, que es lo que influye en lo que se espera a futuro. Así es como tomamos tantas decisiones presentes en muchos ámbitos de la propia vida, que no siempre tienen que ver con el uso del dinero a presente, renunciando a tan valioso bien, para obtener algo en el futuro, en base a lo que esperamos que pueda revertir esa buena utilización, ese buen uso presente.

Y esto es algo que, en la actual situación, estamos viendo de manera clara. En general, tenemos una situación que está marcada por varios aspectos. Uno de ellos es la incertidumbre derivada de la situación con las negociaciones comerciales en marcha, algunas de ellas plasmadas en acuerdos, y cómo todo eso influirá en las diferentes economías. Las tarifas al alza, que lo son respecto a anteriores etapas y a pesar de que se pueda tomar un arancel del 10%-15% como el menor de los males, deberían de provocar efectos al alza en inflación, con la posible necesidad de activación de políticas de tipos al alza. Este movimiento no se lleva bien en un contexto en el que, también, los indicadores macro podrán sufrir, porque puede hacerlo un componente fundamental, como es el consumo, ante los mayores precios.

Y, ante ese miedo, es justo en este momento cuando el mercado valora más que las expectativas de tipos a futuro sean a la baja. Y lo son por el último dato del mercado laboral en Estados Unidos, que no solo arrojaba una menor incorporación de trabajadores al mercado laboral en el último mes, sino que, además, se revisaba el dato del mes pasado muy a la baja, lo que acaba por configurar un último trimestre de año en el que la media de incorporaciones es muy inferior a la de trimestres pasados. Así, el mercado tiende a esperar que, con la importancia que la Fed le da a este mercado laboral como buen indicador de la situación económica, a la espera de los efectos de las mayores tarifas en los precios, que aún no se ven en su totalidad en los recientes datos de inflación, la Reserva Federal pueda, incluso deba, plantearse recortar tipos con mayor premura (septiembre) y mayor profundidad (más de dos recortes esperados en lo que queda de año).

Además, menores tipos empujan a las bolsas, en un efecto que se tiene más en cuenta que la propia situación económica, que tenderá a empeorar, y de la que este dato de empleo es un ejemplo, pero amparándose los operadores, también, en esa enorme liquidez existente, y en que los resultados empresariales del segundo trimestre siguen superando ampliamente las expectativas en términos de ventas e ingresos. Así pues, ante una inflación relativamente estable, y un mercado laboral más flojo, se podrían encontrar razones para esperar tipos más bajos. Y esto unido a la liquidez y buenos números por parte de las empresas, parece ser lo que sustenta actualmente a las bolsas, a la espera de ver lo que surge de otros dos datos importantes que saldrán en Estados Unidos antes de su reunión de septiembre: la inflación de agosto y el próximo informe laboral para el mismo mes.

Por otro lado, para muchos analistas este mal dato de empleo se considera dentro de los rangos de normalidad si se tiene en cuenta que la menor demanda de trabajo se acompaña con una menor oferta de la misma, derivada de las políticas de inmigración que Trump ha activado porque los efectos de su administración, sin duda, van más allá de los que tienen que ver solo con la guerra comercial.

Asimismo, también aparecen múltiples derivadas que recogen efectos en tantos otros mercados y precios. Entre ellos, el dólar, en tendencia a la baja por toda esta incertidumbre en Estados Unidos y porque, si el comercio se resiente, si los mayores aranceles hacen que nos compren menos desde aquel país, la demanda de dólares será menor, y esto afectará claramente a su precio. No creo que el dólar vaya a ser un activo repudiado por estos motivos, ni mucho menos. Seguirá siendo la principal moneda del sistema, que cotiza en un mercado muy líquido, algo que ya de por sí da mayor confianza para participar en él, debido a la posibilidad de poder salir y entrar de manera más ágil al encontrar precios y volúmenes normalmente ajustados a lo que cada operador busque. No obstante, no es de extrañar que tenga que haber ajustes, que ya hemos visto plasmados en precios en semanas pasadas porque, además, se enfrentan diferentes variables que afectan a esa moneda y que luchan por acabar de moldear un precio en cada momento.

Los tipos de interés en Estados Unidos siguen siendo mucho más altos que los que tenemos en Europa. Esta brecha no ha hecho sino consolidarse después de un ritmo de recorte de tipos en el último año mucho más activo por parte del BCE respecto a la Fed. El dinero, por tanto, renta más en Estados Unidos que en Europa, pero a costa de algo, y ese "algo" no sólo tiene que ver con la diferente velocidad en las facilidades monetarias entre ambas zonas, sino también con el hecho de que, dado el ritmo de endeudamiento y déficit de los últimos tiempos en Estados Unidos, y de las esperadas necesidades futuras a satisfacer con más emisión de deuda, se le tendrá que exigir más a la hora de comprometer financiación.

El hecho de "forzar" bajadas de tipos porque la situación económica así lo pueda requerir podrá no ser aconsejable en una situación en la que las finanzas públicas no brillen por su gestión y, aquel Tesoro, no pueda ser capaz, en definitiva, de atraer todos los fondos que espera a tasas menos atractivas. Es decir, que el mercado, de momento, celebra que la Fed pueda verse empujada a bajar tipos, pero, por otro lado, ese mismo movimiento puede enfrentarse al del libre mercado, según el cual, el precio del dinero, el tipo de interés, lo impone también el tenedor del bien, del dinero, a la hora de confiar en su recuperación. En este sentido, es peligroso bajar ese precio cuando no se alinea con una mejora en la capacidad crediticia y la adecuada gestión de las finanzas públicas. Nos queda mucho por ver en el reto fiscal que enfrenta Estados Unidos y que, también, tiene sus episodios en países de nuestro entorno.

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