
Uno de los motivos por los que los inversores vamos a seguir pagando múltiplos exigentes de bolsa en los mercados –recordemos que la americana roza los de burbuja, que son un 20% superiores a los de la media histórica, y la europea no ofrece descuentos– es la irrupción en las últimas décadas del capital riesgo como el hurón que ha diezmado el número de compañías listadas. La ley de la oferta y la demanda. A menos compañías cotizadas hay que pagar más por ellas al comprarlas en bolsa.
Hay un dato esclarecedor sobre lo que ha ocurrido. El número de compañías cotizadas, de acceso público a los inversores, se ha reducido un 25% en los EEUU en el cuarto de siglo que llevamos. Por el contrario, el número de compañías privadas se ha multiplicado por cinco.
Pero la gran ventaja es que la revolución del capital privado ha dejado de ser un negocio de institucionales y se ha dado entrada a particulares. Este cambio de las condiciones de juego hace que se hable de que en cinco años se ha duplicado el patrimonio bajo gestión en este tipo de activos, incluso que se aprecien fuertes riesgos sobre su expansión.
Como todavía estamos en las antípodas de que podamos hablar de que el capital privado viva su particular capitalismo popular, porque son muy pocas las entidades que permiten su acceso desde 10.000 euros, hay que exigir que a los inversores no se nos infantilice y casi se nos prohiba.
El capital privado no puede estar restringido para quien construye una posición de ahorro para el largo plazo, siempre más de una década, y está seguro de que no va a necesitar este dinero. Siempre pongo el ejemplo de que la ausencia de liquidez diaria edulcora a sus inversores de la realidad de lo que sucede en los mercados. Quien invierte en capital privado no vivió la misma sensación de pánico de quienes estuvimos en bolsa el primer trimestre de 2020 o el miedo, más reciente, de la pizarra de Trump. Evidentemente todo evento afecta por igual a compañías públicas como privadas, pero la iliquidez es una ventaja y una oportunidad.
Para entender la potencialidad que supone la iliquidez de los mercados privados frente a los públicos los números valen. En los últimos veinte años el capital privado ha generado por la toma de participaciones de control en las compañías un retorno anual del 14% frente al 8% de las bolsas. En el caso de la financiación de las compañías privadas este porcentaje se va al 9% frente al 6% de la deuda.
Otra ventaja que ofrece el capital privado es que permite acceder con mayor facilidad a las temáticas más pioneras que mueven la economía, puesto que son muchas más la compañías privadas que las cotizadas. Y en unos mercados en los que se recorten las expectativas de rentabilidad, la transformación de la compañías se convierte en un potencial para lograr mayor rentabilidad.