
El analista de banca de una gran firma de inversión estadounidense, que habla con muchos fondos de inversión para ayudarles a tomar decisiones de cartera, se sonrojaba esta semana por la sinrazón de que el Gobierno haya decidido una consulta pública para reforzar su negativa a la opa de BBVA sobre Sabadell. La injerencia pública sobre una decisión entre empresas privadas menosprecia el trabajo de los responsables de Competencia que se han encargado meses de analizar la opa, pero lo más grave para el analista es que lo hace el mismo Gobierno que dio luz verde a la fusión entre Caixabank y Bankia, con la que el Estado se quedaba con un 16% de la entidad. Posición que, además, se ha ido incrementado hasta acercarse al 20% como consecuencia de las sucesivas recompras de títulos que realiza Caixabank. Pero lo que de verdad es inaudito es que el Gobierno haya utilizado para tratar de dar seguridad legal a su decisión una consulta incomprensible y ajena a la sociedad cuando en el caso de Bankia su rescate sí que convirtió en propietarios de la entidad a todos los españoles.
Es cierto que el intervencionismo público sobre el mercado español no ha impedido que el inversor institucional extranjero haya vuelto a fijar su interés por nuestro mercado en los últimos años, que se ha puesto a la cabeza de la rentabilidad bursátil. Pero el viento a favor de este retorno se debe al excesivo castigo de valoración que sufría el mercado por lo que se paga por sus beneficios, siendo la intromisión política un viento en contra menos perjudicial.
Ya escribía en esta columna, a finales de 2023, que gestores de fondos pasaban a calificar a Telefónica como compañía no invertible porque no entraba en su cabeza que se volviese a pasar página atrás y se produjese una renacionalización de la compañía al convertirse el Estado en uno de los principales accionistas. No les valía la comparativa con Alemania, Francia e Italia, porque estos países decidieron no vender parte de sus antiguos monopolios y mantener una posición incumbente.
Al inversor institucional extranjero le van a seguir chirriando más cosas de lo que sucede en el mercado español, esta vez por la fusión de Indra y Escribano Mechanical & Engineering. Por mucho sentido que tenga la operación para el crecimiento de la compañía resultante en defensa, será necesario hacer pedagogía para entender los multiplicadores a los que se pretende hacer la fusión y que el accionista de Indra no lo interprete como una dilución. Mientras Indra cotiza en mercado a un multiplicador de 8 veces su ebitda, Escribano defiende que el suyo es de 10/12 veces por el descuento del negocio de consultoría de la primera. Indra, ya sin potencial en mercado, tendrá que defender que sigue siendo invertible pese a la fusión, y no sólo por la mejora de sus márgenes, en gran medida por la calidad de su gobernanza.