Bolsa, mercados y cotizaciones

La ciclicidad del mercado: lecciones del pasado y pistas para el futuro

Hace unos días, mientras revisaba comentarios escritos durante otros mercados bajistas -como los del último trimestre de 2018, el primer semestre de 2020 o incluso el turbulento 2022-, me sorprendió descubrir cuán actuales siguen siendo para abordar las inquietudes de nuestros clientes durante los últimos días. Incluso en mercados alcistas, como el del pasado año, eventos inesperados, como la decisión en Francia de convocar elecciones de manera anticipada, nos recuerdan que la historia de los mercados tiende a repetirse con distintos protagonistas.

El mercado es cíclico. Siempre lo ha sido. Cambian los detonantes, pero las reacciones y consecuencias suelen ser similares. Es un patrón que se repite: un catalizador inicial desencadena ventas masivas, los activos líquidos son los primeros en ser sacrificados y, finalmente, los inversores más apalancados sufren las mayores pérdidas.

En los últimos días, hemos oído hablar mucho sobre las estrategias de los grandes hedge funds que amplifican los movimientos del mercado. El año pasado, el protagonista fue el carry trade, impulsado por la política monetaria del Banco de Japón. Ahora, el foco está en el basis trade, especialmente relevante con la volatilidad en los mercados de deuda soberana desde que Trump volvió a la Casa Blanca.

El resultado de estas estrategias, sin importar su naturaleza, suele ser el mismo: aumento de la correlación entre activos, ventas generalizadas y una retirada del mercado cuando menos liquidez hay. Las causas varían -una pandemia, decisiones políticas o problemas en un gran plan de pensiones-, pero el patrón persiste. Los más afectados son siempre los que carecen de diversificación y aquellos con posiciones masivamente alineadas con el consenso. Y los que venden, siempre son penalizados por el resto de actores del mercado.

Las apuestas y sus desenlaces

A principios de este año, las grandes apuestas del mercado eran claras: posiciones largas en renta variable americana, cortas en renta variable europea y china, y largos en renta fija soberana estadounidense, confiando en recortes de tipos por parte de la Reserva Federal y en la capacidad de Donald Trump para controlar el déficit público.

Pero, como ocurre siempre, cuando todos los inversores piensan igual, un cambio en los fundamentales puede detonar una tormenta.

Este año no fue diferente. Las magníficas expectativas para 2025 dieron paso a un aumento de la volatilidad según Trump iba firmando ordenes ejecutivas, cierres de posiciones apalancadas y un renovado temor entre los inversores no profesionales al ver movimientos extremos de los mercados que no terminan de entender.

Pero tras cada caída del mercado, la solución suele ser la misma: regresar a los fundamentales de la inversión y diversificar las carteras incluyendo activos que inicialmente no parecían muy prometedores.

La reciente subida del oro, que alcanzó los 3.200 dólares por onza en un entorno de tipos reales positivos, es un claro ejemplo. Si hubiéramos seguido las recomendaciones de muchas casas de análisis tras el magnífico 2024 del metal precioso, habríamos evitado el oro, perdiéndonos un rally impresionante. Sin embargo, en caso de los fondos multiactivos más conservadores de Tressis, mantener un modesto 4% de exposición nos ha permitido participar de este movimiento que en absoluto preveíamos. Las carteras siempre, siempre, siempre tienen que estar diversificadas.

De igual modo, en los últimos días hemos incrementado la exposición total a renta variable de todos nuestros fondos mixtos mientras otras grandes entidades recomiendan vender. Nuestro argumento: valoraciones más atractivas que las que teníamos hace apenas dos meses y buenas perspectivas de los resultados empresariales. Por ahora este segundo punto se cumple, aunque es cierto que justo los bancos americanos han tenido un buen trimestre gracias a la volatilidad, lo cual ha impulsado los ingresos de sus mesas de trading.

Esperanzados con el futuro

Lo que más nos alienta es ver una mayor divergencia de opiniones entre los inversores. Esta pluralidad reduce la probabilidad de eventos de volatilidad extrema, como los vividos a principios de abril. Además, el pesimismo parece haber tocado suelo. El índice Fear & Greed de CNN marcó mínimos hace unos días, y la limpieza que hemos visto en el mercado sugiere que podríamos estar entrando en una fase con un comportamiento menos extremo.

Otro factor clave es el aumento de la masa monetaria global. Aunque ni la Reserva Federal ni el resto de bancos centrales importante hayan anunciado cambios significativos en su política, hemos observado un ligero incremento en la liquidez global. Los mercados suelen encontrar tranquilidad cuando perciben liquidez en el horizonte. Además, están factores estacionales. Los estadounidenses ya han tenido que hacer frente a su pago de impuestos, para lo que en otras ocasiones habían vendido bolsa. Y cuando todo se tranquilice y los hedge funds vuelvan a tomar riesgo, a nosotros nos "pillará" habiendo reposicionado las carteras con antelación.

La Semana Santa nos deja una lección importante: los mercados son cíclicos, pero también capaces de superar cualquier desafío. Aprender de sus patrones y diversificar nuestras carteras sigue siendo la mejor estrategia para navegar entre las tormentas. Ojalá esta Pascua marque el inicio de una etapa más tranquila y próspera para todos los inversores tras una Cuaresma en la que el mercado ha penitenciado mucho más de lo que a muchos les hubiera gustado.

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