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Mutualismo y cambio climático: oportunidad para la sostenibilidad

Foto: Archivo
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La recientemente celebrada COP29 reunió a casi 200 países para fortalecer los compromisos de financiación necesarios para una transición verde y justa. En el encuentro se logró un progreso sustancial en la mitigación del cambio climático, en el cierre de un 2024 que el secretario general de la ONU, António Guterres ha calificado de "clase magistral en destrucción climática", con episodios como la DANA en España, con consecuencias catastróficas para Valencia, Castilla-La Mancha y Andalucía.

La COP29 estableció el Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado sobre Financiación Climática (NCQG), que triplica la financiación anual a países en desarrollo a 300.000 millones de dólares para 2035 y fija como meta movilizar 1,3 billones anuales en fondos públicos y privados. Este compromiso fue resultado de intensas negociaciones entre las naciones participantes.

Desde nuestra perspectiva, el sector asegurador es uno de los principales inversores de toda economía desarrollada, por lo que no solo debemos ser observadores de estos compromisos globales, sino que tenemos el deber de ser agentes de cambio activo, alineando nuestra estrategia de inversión hacia los compromisos del Acuerdo de París.

El mutualismo ha sido una fuente de seguridad y apoyo, priorizando el bienestar colectivo sobre el lucro. Su propósito, basado en el cuidado de las personas, incluye la sostenibilidad en sus dimensiones social, ambiental y de gobernanza (ESG). Un futuro más justo y próspero solo será posible con un enfoque integral que vincule desarrollo social y un planeta saludable.

Gracias a su capacidad de autogestión y compromiso con el bien común, las mutualidades tienen una gran influencia en la sociedad. La sostenibilidad debe ser un principio operativo en la gestión del sector, reflejando su misión de contribuir a la cohesión y el desarrollo social.

El cambio climático y la desigualdad social son dos de los desafíos más importantes de nuestro tiempo, y ambos están estrechamente ligados entre sí. La reciente sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) que condena a Suiza por su inacción climática nos recuerda la interconexión de los problemas medioambientales con los derechos fundamentales de las personas. Ante estos hechos, nuestra tarea es clara: no podemos limitarnos a ser un actor pasivo; tenemos la obligación de liderar el camino hacia un modelo económico y social más resiliente y equitativo, en el que el derecho a un entorno saludable se considere una responsabilidad colectiva.

Desde el mutualismo, la sostenibilidad debe entenderse no solo como una responsabilidad moral, sino como una ventaja competitiva y un motor de transformación. Esto requiere cambios profundos en la cultura organizativa y en los modelos de negocio, con inversiones clave en innovación, gestión de riesgos, modelos actuariales y educación en prácticas sostenibles. Un desafío importante es la falta de homogeneidad en las prácticas sostenibles del sector, lo que exige superar esta disparidad para liderar con eficacia. Las mutualidades deben ser un modelo de gestión bajo criterios ESG. Aunque la sostenibilidad puede implicar mayores costes iniciales, los beneficios a largo plazo superan ampliamente esta inversión. En el futuro, las empresas serán sostenibles o no serán.

Nuestro papel como sector es esencial en este esfuerzo, desde la inversión en finanzas sostenibles hasta la promoción de buenas prácticas medioambientales. Nuestras decisiones de inversión deben ir orientadas, sin duda, hacia actividades que promuevan la reducción de emisiones y la transición energética.

Además, debemos consolidar nuestro rol como agente de cohesión social, creando condiciones de vida dignas y saludables para todos los mutualistas, especialmente para aquellos que son más vulnerables a los efectos del cambio climático, que redunden en la sociedad al completo. La salud y el bienestar de todos nosotros están íntimamente ligados a la sostenibilidad ambiental y a políticas de responsabilidad social sólidas.

Para ello, es fundamental que las mutualidades adoptemos una política de sostenibilidad coherente y comprometida, que guíe nuestras prácticas y decisiones. No se trata de acciones de filantropía, sino de gestionar nuestras mutualidades incorporando los criterios ESG a los financieros en la estrategia corporativa.

Esto implica sensibilizar al sector sobre la importancia de la sostenibilidad, no solo en el ámbito ambiental, sino en la intersección entre lo social, lo económico y lo ecológico.

El cambio climático representa una de las mayores amenazas para los derechos humanos en el siglo XXI, pues afecta no sólo al medioambiente, sino al disfrute efectivo de aspectos esenciales de la vida como la salud, el acceso al agua y el saneamiento, los alimentos, la vivienda, la cultura o el desarrollo social, entre otros. Hacer frente a esta amenaza supone, sin duda, un enorme desafío no exento de grandes oportunidades.

Nuestro sector debe sensibilizar y educar sobre el cambio climático, además de actuar como un agente financiero clave en la transición hacia una economía verde. Con más de 14 billones de euros en inversión europea, tenemos la oportunidad de liderar esta transformación mediante decisiones de inversión y pólizas de seguro diseñadas para incentivar la sostenibilidad y mitigar riesgos climáticos. Aunque aún existen barreras como la falta de recursos y conocimientos especializados, estas no deben justificar la inacción. La inversión en sostenibilidad no es un costo, sino una apuesta clave para el futuro de las mutualidades y de la sociedad.

El futuro de la sostenibilidad no puede depender únicamente de las políticas públicas, sino que requiere la colaboración intersectorial y el compromiso de todos los actores implicados, desde el sector privado hasta cada uno de nosotros como individuos. En este camino, el mutualismo tiene el poder de ser un motor de cambio real, demostrando que un modelo basado en la solidaridad y el bienestar colectivo es compatible, y esencial, para la sostenibilidad.

Debemos recordar que nuestro compromiso con la sostenibilidad no es solo un mandato ético, sino una promesa de un futuro próspero y digno para próximas generaciones.

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