El famoso psicólogo israelí Daniel Kahneman falleció el pasado miércoles 27 de marzo a la edad de 90 años. Premio de Nobel de Economía en 2002 por sus contribuciones a la economía del comportamiento, campo que él mismo desarrolló desde cero con su amigo y también psicólogo israelí Amos Tversky, Kahneman ha sido uno de los pocos pensadores cuya obra ha tenido un impacto de tan largo alcance en tantas disciplinas diferentes a la vez. No es exagerado afirmar que la gestión de activos, la industria en la que trabajo yo, la entenderíamos de manera totalmente diferente hoy en día si no fuese por sus contribuciones a lo largo de casi seis décadas.
A nivel personal, con pocos pensadores estoy tan en deuda como con Kahneman y sus colaboradores, que además de haberme provisto con mejores herramientas me ha dejado innumerables momentos de placer y de entusiasmo con la lectura de sus obras.
Kahneman nació en Tel Aviv en 1934, aunque pasó sus años de infancia en la Francia ocupada por los nazis, ya que sus padres habían emigrado allí en la década de 1920. Años más tarde volvería a Israel, en donde realizaría sus estudios de psicología para posteriormente cumplir su servicio militar, aunque acabó doctorándose en la universidad de Berkeley en 1961. Desde aquel entonces, fijó su residencia entre Estados Unidos e Israel, país con el que nunca perdió sus lazos. A finales de 1960 empezaría su estrecha colaboración con su compatriota Amos Tversky, que duraría hasta el fallecimiento de este en 1996 (a la pronta edad de 59 años), y que fue la génesis de las obras más importantes de ambos.
De acuerdo con Google Scholar, la obra de Kahneman ha tenido más de 520.000 citas, una cifra verdaderamente impresionante en el mundo académico, y que da una idea tanto de lo vasta que es la obra del psicólogo israelí como de su importancia. A riesgo de simplificar sus contribuciones, me gustaría simplemente para este obituario introducir a los lectores a dos de ellas, las cuales forman parte fundamental del corpus de la economía del comportamiento: en primer lugar, lo que se conoce como "la teoría de las heurísticas y los sesgos" ("heuristics and biases approach") y, en segundo lugar, "la teoría prospectiva" ("prospect theory").
El enfoque de las heurísticas y los sesgos fue inicialmente propuesto por Kahneman y Tversky en 1974, en un artículo académico titulado Judgment under uncertainty: Heuristics and biases. En dicho artículo, los dos psicólogos israelíes proponían que a la hora de tomar decisiones no nos paramos a pensar cuál es la probabilidad objetiva asociada a cada una de las opciones (bien porque es difícil recabar la información, bien porque simplemente nos da pereza, o bien por cualquier otra razón), sino que rápidamente nos formamos una creencia que nos ayuda por la ruta corta a tomar una decisión. Esta ruta corta, o atajo, es lo que se conoce como "heurística" y, aunque puede ser efectiva desde un punto de vista evolutivo (¿debo correr si lo que creo que lo que estoy viendo es un león, o me pongo a calcular probabilidades de que efectivamente es un león?) es una herramienta pésima para el mundo complejo en el que nos movemos hoy en día. El uso indiscriminado de estos atajos es lo que produce los "sesgos", que en la definición de Kahneman y Tversky son errores sistemáticos y predecibles, en el sentido de que siempre erramos en la misma dirección si se nos presenta un problema similar.
Aunque Kahneman y Tversky documentaron solamente tres sesgos en su artículo de 1974 (el sesgo de la representatividad, el sesgo de la disponibilidad y el sesgo del anclaje y ajuste), desde entonces la literatura de los sesgos ha crecido de manera exuberante y se han documentado muchísimos más con aplicaciones en innumerables disciplinas. Por ejemplo, pensamos que algo es más probable si nos ha ocurrido recientemente, aunque las estadísticas demuestren lo contrario (sesgo de la disponibilidad); nos gusta buscar aquella información (¡y personas!) que confirme nuestras creencias previas y no las contradiga (sesgo de la confirmación); cuando tenemos una racha de pérdidas en un juego, creemos que es más probable que la siguiente vez vamos a ganar aunque sean eventos independientes (falacia del jugador); nos encanta escuchar a expertos que afirman, después del hecho, que era fácil verlo venir y que ellos ya avisaron (sesgo de la retrospectiva); y, por supuesto, nos gusta comprar cosas rebajadas aunque sepamos que el precio final es similar al de otros establecimientos (anclaje y ajuste).
La segunda contribución fundamental de Kahneman y Tversky a la economía del comportamiento fue la creación de la teoría prospectiva, desarrollada por primera vez en el que probablemente sea el artículo académico más famoso de ambos y publicado en 1979, con el nombre de Prospect Theory: An Analysis of Decision under Risk. En dicho artículo, Kahneman y Tversky proponían que, a diferencia de lo que establece la economía convencional (en el que la gente maximiza "utilidades"), en el mundo real la gente valora los resultados de sus decisiones no en términos absolutos, sino en términos relativos, en base a un punto de "referencia", y que las "pérdidas", definidas de un modo preciso como los cambios negativos respecto a nuestro punto de referencia, las valoramos más que las "ganancias" de una misma cuantía (estudios posteriores han estimado esta proporción de valoración de 2 a 1; es decir, un sujeto estará dispuesto a aceptar una apuesta en la que puede perder 100 si al menos tiene la perspectiva de ganar 200). Por ejemplo, una acción cuyo precio baja 5 euros tiene un impacto mucho mayor en nuestra valoración de la situación que si hubiese subido 5. Esta "aversión a la pérdida" hace que, por ejemplo, los inversores que están constantemente revisando sus carteras tomen peores decisiones de inversión a largo plazo por el malestar que producen las pérdidas temporales.
Una de las implicaciones más directas que tiene la teoría prospectiva en todos los ámbitos de nuestra vida diaria es cómo deberíamos "contabilizar" las ganancias y pérdidas de nuestras decisiones. Ya que tanto las ganancias como las pérdidas adicionales tienen un menor impacto que las iniciales, la economía del comportamiento nos sugiere "segregar las ganancias" y "agrupar las pérdidas". Por ejemplo, en estudios de marketing se ha encontrado que es mejor ofrecer múltiples descuentos que uno de golpe por la misma cuantía, ya que de este modo desde el punto de vista del consumidor estamos segregando las "ganancias". Por otra parte, si tu hijo ha suspendido dos exámenes, es mejor que te diga la noticia de golpe a que te lo diga en dos días separados, con el fin de agrupar las "pérdidas".
Finalmente, el dúo israelí hizo algunos refinamientos adicionales a la teoría prospectiva en 1992, proponiendo que la gente sobreestima los eventos con probabilidades muy bajas y la vez infraestima aquellos eventos con probabilidades muy elevadas, lo cual explica, por ejemplo, que haya individuos que les gusten tanto las loterías como los seguros a la vez: prefieren una probabilidad del 0,1% de ganar 5.000€ a una ganancia cierta de 5€, y a la vez prefieren una pérdida cierta de 5€ a la probabilidad de un 0,1% de perder 5.000€. No solo eso, el que la gente sobreestime eventos con probabilidades muy bajas y que esté dispuesta a pagar por ellos implica, en los mercados bursátiles, que aquellas acciones con perfil tipo "lotería" (grandes probabilidades de perderlo todo, pero una mínima probabilidad de forrarme) estén siempre caras y produzcan pésimas rentabilidades a futuro, como puede ser el caso de las ofertas públicas de venta, acciones over the counter, acciones de empresas con dificultades financieras, o acciones de empresas growth que todavía no tienen un modelo de negocio probado pero que pueden acabar dominando un mercado en concreto.
Los dos libros más famosos de Kahneman para el público en general son Pensar Rápido, Pensar Despacio, publicado en 2012, y Ruido: Un Fallo en el Juicio Humano, publicado en 2021 con Cass Sunstein y Olivier Sibony como coautores, y que reseñé en esta misma columna con motivo de su publicación hace más de dos años. Curiosamente, en los casi nueve años que llevo escribiendo esta columna, nunca había reseñado Pensar Rápido, Pensar Despacio, probablemente dada su condición de súper ventas y de que por lo tanto no necesitaba mucha presentación. Aunque el libro basa numerosos capítulos en la teoría de los dos sistemas (todas las personas operamos con dos sistemas de manera alternativa: el sistema 1 nos ayuda a tomar decisiones de manera rápida, intuitiva, automática y con poco esfuerzo, pero con numerosos errores, mientras que el sistema 2 es más lento, lógico y requiere un esfuerzo, pero más fiable), los lectores encontrarán a lo largo de las más de 600 páginas del libro de la versión en español numerosas aplicaciones de la teoría prospectiva y del enfoque de los sesgos explicados anteriormente. Es un libro que es ya un clásico, es ameno, es accesible y su lectura beneficiará a cualquiera.
Creo que no hay nada mejor para concluir que traer dos citas de dos de sus colaboradores más cercanos. Para Sunstein, Kahneman "tenía la mente más original que he conocido, y también la más profunda. Podía conectar con los demás, de verdad, con locura, profundamente. Conocerle fue un privilegio y una alegría, la mejor montaña rusa imaginable". Finalmente, en palabras de Thaler, "tuve la gran suerte de contar con Danny Kahneman como mejor amigo y colaborador durante décadas. Normalmente terminaba nuestras conversaciones con un "continuará...", pero ahora tengo que simular su papel, lo cual es imposible." Descansa en paz.
'Ficha técnica'
Título: "Pensar Rápido, Pensar Despacio"
Autor: Daniel Kahneman.
Editorial: Debate, 2012, pp.672, tapa dura.
Javier López Bernardo, PhD., CFA, es Miembro de CFA Society Spain.