
El histórico giro a la derecha que dejan las primarias argentinas, en la práctica una 'primera vuelta' para las elecciones generales de octubre, ha dejado un sabor de boca agridulce en los mercados. La incertidumbre provocada por la ajustada victoria del libertario Javier Milei y el triple empate técnico entre las tres grandes fuerzas entre las que ha quedado dividido el electorado ha tirado a la baja a los bonos y al peso, con caídas de doble dígito en la apertura.
Como se venía rumiando desde la semana pasada, el peso ha reaccionado a los resultados con un batacazo del 11% en el mercado libre (de 605 por dólar a 670) y del 21% en el mercado regulado por el Gobierno (de 286 a 350). El Banco Central también ha subido en 21 puntos los tipos de interés, hasta el 118%. Los bonos argentinos en dólares, por su parte, han reaccionado con caídas del 10%, y el Merval, hasta ahora la bolsa más alcista del mundo este año (incluso descontando la inflación), abre con caídas del 2%.
En principio, los resultados debían haber sido un espaldarazo a los mercados. Después de cuatro años de peronismo populista, que han llevado a una inflación estratosférica, por encima del 100% anual, y que han dejado al país sumido en una crisis histórica, agravada por la sequía provocada por el calentamiento mundial, el giro a la ortodoxia económica debía ser una buena noticia para los inversores. Tanto el peronismo como la tradicional coalición antiperonista han elegido a los líderes más conservadores en su plantilla: Sergio Massa, el actual ministro de Economía, que sale del peronismo más conservador; y Patricia Bullrich, exministra de Seguridad Social en el año 2000 y de Seguridad (Interior) con Mauricio Macri (2015-2019).
Sin embargo, todas las primarias celebradas en Argentina han dejado una ristra de sorpresas electorales que sacuden al panorama político y a los mercados: en 2013 fue Massa, entonces rival interno de Cristina Fernández de Kirchner, que le negó la mayoría absoluta que esta esperaba en el Congreso; en 2015 fue Macri, que nadie esperaba que pudiera plantarle cara al peronismo; y en 2019 fue Alberto Fernández, que arrasó a Macri por 17 puntos en vez del empate que se esperaba. Este año el gran triunfador ha sido Milei, que rondaba el 20% en las encuestas y que acabó en primer lugar, con un 30%.
El problema es que el sorprendente (aunque ajustado) triunfo de Milei trae una gran cantidad de incertidumbre. Si Bullrich hubiera ganado con claridad y se vislumbrara una batalla entre ella y Massa, el 'día después' habría quedado más claro. Pero la irrupción del libertario lo cambia todo. Dado que Milei apenas tiene apoyo en el Congreso, una victoria presidencial le dejaría con las manos atadas: para aprobar cualquier cosa tendría que buscar los votos de los partidos tradicionales, "la casta", como los llama él evocando el lenguaje del Pablo Iglesias original, a los que quiere "sacar a patadas en el culo" del poder.
Pero incluso si Bullrich o Massa logran ganar (lo que no está para nada descartado, ya que a estas alturas es imposible imaginar qué podría ocurrir en una segunda vuelta entre dos de los tres candidatos en liza), ninguno tendría mayoría tampoco: Milei probablemente obtendrá una minoría de bloqueo en el Congreso y el Senado, que funcionan con un sistema electoral muy parecido al español, pero que solo ponen la mitad de los escaños del Congreso y un tercio del Senado en juego en cada elección. En otras palabras, los libertarios seguramente obtendrán media decena de senadores y 30-50 diputados, insuficientes para gobernar pero sí para evitar que los otros dos bloques sumen mayoría.
Ahora se abre una larga campaña electoral de dos meses en los que el peronismo intentará quemar sus últimas balas para presentarse como el bastión contra Milei y la oposición antiperonista intentará presentarse como la opción de cambio 'seguro' ante la radicalidad de los libertarios. Milei, por su parte, intentará venderse como la revolución inevitable. La pregunta es si Argentina está preparada para un presidente que apuesta por eliminar el Estado de todas partes salvo la Defensa y la Justicia.