
Michael Hartnett, el estratega jefe de inversión de Bank of America, no descarta una contracción súbita en los próximos meses. En un informe distribuido entre sus clientes, Hartnett y su equipo reconocen cómo la recuperación económica global en forma de V ha sido "muy fuerte". Sin embargo comienzan a observar múltiples factores que podrían desencadenar más de un susto entre los inversores.
Entre ellos mencionan que la inflación ahora induce a la estanflación. También señalan cómo los índices de sorpresa económica son negativos en EEUU, China y Japón, la producción de automóviles ha caído en EEUU, Alemania y Japón mientras la confianza de los consumidores estadounidense se ha desplomado a mínimos de 10 años. Tampoco pasan por alto que las ventas de viviendas a este lado del Atlántico han caído un 13% desde su máximo máximo más reciente.
"El crecimiento de China se tambalea, el consumo de EEUU ha tocado techo, el optimismo fiscal se desvanece y un potencial "error" de la Reserva Federal aumentan el riesgo de una recesión repentina en otoño (probablemente telegrafiada a través de la fuerte caída de los PMI mundiales)", destaca Hartnett.
Los estímulos han provocado una inmensa inflación de los activos tanto en Wall Street como en la economía a pie de calle. La Reserva Federal ha comprado bonos por valor de 4 billones de dólares en los últimos 18 meses (el doble de lo que EEUU ha gastado en la guerra de Afganistán en los últimos 20 años), los bancos centrales de todo el mundo han gastado 834 millones de dólares cada hora en la compra de bonos desde la crisis financiera mientras que el gobierno de EEUU ha desembolsado 875 millones de dólares a la hora en lo que llevamos de año.
En estas circunstancias, el IPC de EEUU anualizado en los últimos seis meses hasta julio es del 7,8% y la lectura subyacente es del 6,8%, según señalan desde BofA Securities. Al mismo tiempo, los precios de la vivienda (mayo) han subido un 19,7%, el IPC de Canadá es el más alto de los últimos 20 años mientras el sector inmobiliario de Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda y Australia comienza a recalentarse.
El banco señala tres razones por las que los inversores parecen estar preocupados por el crecimiento económico. En primer lugar, la curva de rendimiento, o la diferencia entre los rendimientos de los bonos a largo y a corto plazo, ha disminuido. Esto significa que los inversores ven un debilitamiento de la demanda económica en el futuro, incluso mientras la inflación se mantiene al alza.
En segundo lugar, los precios de las materias primas, que responden a la demanda económica, han caído: el petróleo y el cobre han bajado un 16% y un 13%, respectivamente, desde sus máximos de 2021.
En tercer lugar, las empresas de pequeña capitalización, cuyos beneficios son más sensibles a los cambios en la demanda económica, han sufrido. El índice Russell 2000 ha bajado casi un 8% desde su máximo histórico, alcanzado a mediados de marzo.
Si la demanda económica se debilita a partir de aquí, los estrategas creen que el sector manufacturero podría sufrir en particular. La actividad manufacturera, medida por el Índice de Gerentes de Compras del Instituto de Gestión y Abastecimiento (ISM), creció casi un 50% interanual a principios de este año, su mayor tasa de crecimiento desde antes de 2011.
Desde entonces, el crecimiento se ha ralentizado hasta aproximadamente el 10% y es probable que se contraiga en octubre. Este descenso sería probablemente coherente con una disminución de la producción económica global, o un crecimiento negativo.
Cualquier descenso de la actividad manufacturera sería negativo para el mercado bursátil, según los datos de Bank of America. Existe una estrecha correlación entre los movimientos interanuales del PMI y los del S&P 500. Si la actividad manufacturera se contrae, el S&P 500 caería con fuerza.
De hecho Hartnett y su equipo proyectan rendimientos negativos de las acciones y el crédito en el segundo semestre y recomiendan poseer valores y activos de calidad defensiva.