
Los rendimientos de los bonos del Tesoro han bajado, el dólar estadounidense se fortalece y la renta variable comienza a sacudir algunas posiciones de riesgo. Esto ocurre a medida que los inversores comienzan a mostrar su preocupación por el crecimiento y la variante Delta en un momento en que la Reserva Federal parece más que dispuesta a iniciar la retirada de los estímulos tan pronto como este año. Mientras tanto, los resultados empresariales han puesto de relieve la fortaleza de la demanda, pero la persistencia de las limitaciones de la oferta.
Más que la política de la Fed, la preocupación por la ralentización del crecimiento puede estar impulsando el movimiento de los rendimientos, según indica Andrew Hollenhorst, economista de Citi. "Aunque los datos estadounidenses han tenido poca repercusión, a nivel mundial la aparición de la variante Delta ha provocado nuevas restricciones económicas", asegura.
Sin embargo, los economistas de Goldman Sachs han rebajado ya su previsión de crecimiento en EEUU para el tercer trimestre al 5,5% desde el 9%, aunque elevan sus expectativas para los próximos cuatro trimestres. "El impacto de la variante Delta sobre el crecimiento y la inflación está resultando algo mayor de lo que esperábamos", justifican. Su previsión revisada implica un crecimiento en 2021 del 6% en el conjunto del año, frente al 6,4% anterior, y un crecimiento en 2022 del 4,5% frente al 4,4% anterior.
El mercado parece tener dificultades para valorar una economía estadounidense limitada por la oferta después de más de una década en la que la falta de demanda era el principal problema. En este contexto es interesante que la presentación de resultados ha puesto de manifiesto la fuerte demanda de los minoristas, pero las continuas limitaciones de la oferta en sectores como la fabricación de automóviles.
Esto podría servir para empujar parte de la producción económica de EEUU de 2021 a 2022, a medida que los inventarios, que se han agotado, se reabastezcan y, por ejemplo, se recupere el retraso en la fabricación de automóviles.
Mientras tanto, la Fed se está preparando para el arranque de la reducción de sus compras de activos, proceso conocido en la jerga financiera como tapering. Al menos eso se deduce tanto de las actas de la reunión de julio del Comité de Mercados Abiertos (FOMC, por sus siglas en inglés), publicadas el miércoles como de la serie de altos funcionarios del banco central que han respaldado la idea en las últimas semanas.
En concreto, las actas del encuentro del pasado mes afirmaron que "la mayoría de los participantes [...] juzgaron que podría ser apropiado empezar a reducir el ritmo de las compras de activos este año", siempre que la economía evolucione en general en línea con sus expectativas.
"Esperamos que la Fed aclare el calendario de reducción de las compras en los próximos meses. La reducción real de las compras de activos comenzará en enero de 2022 y se completará en el tercer trimestre de 2022. Este calendario podría retrasarse si la variante Delta pesa sobre la contratación en los próximos meses", señalan desde BCA Research.
Por su parte, Sam Stovall, estratega jefe de CFRA, señala que aunque el consenso cree que la Fed insinuará un calendario de reducción de sus compras en la reunión de la próxima semana en Jackson Hole (Wyoming), "no hay nada en las últimas actas que sugiera que el presidente de la Fed, Jerome Powell, anunciará un calendario hasta la reunión de septiembre como muy pronto".
Para Stovall, a medida que el verano llega a su fin, es probable que el sentimiento del mercado continúe viéndose presionado por otros factores más allá de la Fed. Entre ellos también hacer referencia a la desaceleración del crecimiento económico y la confianza del consumidor como resultado del aumento de la incertidumbre en torno a la propagación de la variante del Delta.
Tampoco olvida las consecuencias geopolíticas de la rápida caída de Afganistán en manos de los talibanes y la consiguiente erosión de la capacidad del presidente de EEUU, Joe Biden, para influir en la aprobación por parte de la Cámara de Representantes de los dos enormes paquetes de gasto adicional por un total de más 4 billones de dólares. Todo ello salpimentado con la imposición de regulaciones poco amigables para los inversores por parte del gobierno chino.