
Especializada en economía del desarrollo, Esther Duflo, premio Nobel de Economía 2019, reconocimiento que comparte con su marido Abhijit Banerjee y el economista Michael Kremer, lleva más de una década liderando desde el Massachusetts Institute of Technology (MIT) una nueva manera de estudiar las causas de la pobreza y plantear soluciones para su erradicación desde el ámbito de la microeconomía.
Durante una conversación con elEconomista desde París, donde reside desde el comienzo de la pandemia, Duflo ofrece sus perspectivas sobre la rapidez con la que la vida volverá a la normalidad y los retos que enfrentan los países con menos recursos. Según su punto de vista, lo más importante durante la crisis derivada del Covid-19 ha sido el apoyo a los hogares para evitar que la situación se convierta en una crisis de demanda.
También señala cómo la pandemia sirve de lección para entender que, en ocasiones, la naturaleza es más fuerte y esto debería servir de aviso a la hora de prestar más atención a otros asuntos prioritarios, como es el cambio climático.
¿Han funcionado los estímulos fiscales a la hora de evitar que la pandemia generase una depresión económica?
Espero que en cuestión de meses tengamos suficientes vacunas y la situación mejore aún más. En este caso, como ocurrió en la posguerra, las economías se recuperarán muy rápido. Eso es lo que ocurre actualmente en Estados Unidos y se espera también en la eurozona. Se ha evitado que la recesión se haya retroalimentado. La forma en que se ha frenado esto es apoyando a los ciudadanos ante la pérdida de sus ingresos cueste lo que cueste a través de los estímulos. Estos suponen un ahorro con lo que se habría gastado si hubiéramos entrado en una depresión económica. Dicho esto, los países pobres no han podido hacer lo mismo y, por lo tanto, existe el riesgo de que enfrenten depresiones duraderas.
Usted y su marido han propuesto un plan Marshall Covid-19 para los países pobres. ¿Cómo funcionaría?
Debería haber dos pilares. Uno es el apoyo a la vacunación, que en principio existe, pero es muy limitado. El programa COVAX sigue sin tener fondos suficientes. El segundo pilar es exactamente lo que estábamos hablando previamente: dinero para financiar las transferencias de efectivo de la misma forma que ha ocurrido en las economías avanzadas con sus ciudadanos. Es importante que en los países pobres no se pierdan por completo los medios de subsistencia y se deje de consumir. Otro aspecto importante es que todo ello requerirá innovación y desarrollo. Los países ricos deberían financiar formas para que los países pobres puedan innovar por sí mismos.
Economía: "Los gobiernos deberían centrarse más en el bienestar de sus ciudadanos que en el crecimiento"
¿Qué respondería a aquellos que indican que es importante para las economías avanzadas resolver la desigualdad y la brecha social a nivel nacional antes de ayudar a los países más necesitados?
Es importante cerrar la brecha social, pero no supone en absoluto la misma magnitud en términos de la cantidad de dinero que se requiere para ayudar a los países más pobres. La realidad es que la ayuda que se da a los países pobres en la mayoría de los años normales es esencialmente nada, cacahuetes. Resolver los problemas de desigualdad en países avanzados requiere cambios institucionales, tributarios y ajustes salariales.
Pero es una dicotomía errónea el pensar que primero hay que resolver la brecha social a nivel nacional antes de pensar en los países pobres. La situación en la que nos encontramos ahora mismo es especial porque se trata de una crisis masiva. Se necesita la solidaridad internacional dado que los países pobres no son capaces de hacer frente al choque, mientras que los países ricos sí lo son.
¿Considera que el creciente apoyo que estamos viendo a fiscalizar la riqueza y el patrimonio en muchas economías avanzadas es una forma de costear el gasto público y cerrar la brecha social?
Depende del nivel en el que se fije dado que el impuesto sobre el patrimonio es una herramienta fiscal muy sensible. Es un impuesto que sólo debería imponerse a los individuos con un patrimonio excesivamente elevado. Estos patrimonios generan ingresos que generalmente no tributan porque se reinvierten inmediatamente. Algunos países han intentado tasar los ingresos procedentes de dicho patrimonio, pero es muy complicado. Mientras que si se impusiera un impuesto sobre el patrimonio del 2% a partir de ciertos niveles esto supondría el equivalente a un impuesto sobre la renta del 50%.
Hay que pensar en el impuesto sobre el patrimonio no cómo una forma de vengarse de los más ricos sino simplemente como una forma de resolver esta laguna fiscal. En mi opinión esta es una razón suficiente imponer un gravamen de alrededor del 2% para la riqueza súper elevada. Dicho esto, utilizar el impuesto sobre el patrimonio para reducir la desigualdad requeriría establecer impuestos sobre la riqueza mucho más altos que no serían populares. Eso reduciría la riqueza y a su vez la desigualdad como propone Thomas Piketty. Sin embargo, un impuesto sobre el patrimonio que supere el 2% es mucho más difícil de implementar dado que muchos piensan que van a ser ricos algún día. Personalmente abogo por imponer un impuesto modesto sobre el patrimonio.
Covid-19: "Muchos gobiernos están más cerca del fracaso que de la victoria ante la crisis de la pandemia"
¿La combinación de una crisis de salud pública y una crisis económica y la falta de equilibrio en el acceso a las vacunas socavará de algún modo la legitimidad del Estado?
Al principio de la pandemia había posibilidades de que los gobiernos salieran fortalecidos de la crisis generada por el Covid simplemente porque mucho antes ya enfrentaban problemas de legitimidad. La pandemia ha demostrado la importancia crítica del Estado, que ha permitido desarrollar vacunas en un tiempo récord y activar paquetes de estímulo. Pensé que esto realmente daría a la gente un poco más de confianza no necesariamente en sus respectivos gobiernos sino al menos en la importancia de tener gobiernos que puedan gestionar.
Sin embargo, a medida que la crisis continúa, se empieza a culpar al gobierno de ello y muchos están más cerca del fracaso que de la victoria. Por ejemplo, en la Unión Europea, el fiasco de las vacunas es un desastre para el proyecto europeo porque se percibe como un fracaso. Por el contrario, en Estados Unidos, el hecho de que las cosas van bien, la vacunación avanza y se aprobó rápidamente el último paquete de estímulo hace pensar que fomentará la legitimidad en el gobierno.
¿Qué papel juegan los gobiernos ante los ciclos económicos? ¿Existe un compromiso entre crecimiento y desigualdad?
Hay muchos factores que los gobiernos no controlan. De hecho, no controlan tanto como pensamos. Uno de los temas que discutimos en nuestro trabajo es que básicamente no entendemos realmente lo que se necesita para asegurar el crecimiento económico. No creo que el gobierno pueda hacer mucho sobre el ciclo económico en sí, pero sí sobre las implicaciones del ciclo en la vida cotidiana. Así que los gobiernos deberían centrarse más en el bienestar de sus ciudadanos que en el crecimiento económico.
No existe una relación clara, ni teórica ni empírica, entre una mayor desigualdad y un mayor crecimiento. No hay ninguna razón por la que la desigualdad sea necesaria para el crecimiento. Y tampoco hay ninguna ley económica que diga que el crecimiento aumenta la desigualdad. Así que creo que no hay una causalidad que vaya necesariamente en una u otra dirección; por lo tanto, no hay necesariamente una compensación.
De hecho, no parece que sepamos muy bien qué es lo que causa el crecimiento, aunque podamos tener interesantes relatos teóricos sobre el crecimiento. Si hay un consenso entre los economistas es sobre lo que debe evitarse a toda costa, como por ejemplo la hiperinflación. Pero no hay un conjunto de recetas que garanticen el crecimiento.
Los emergentes, en una posición desigual para proteger al ciudadano
Según explica Esther Duflo, la segunda mujer que recibe el Nobel de Economía y la galardonada más joven de la historia, lo que le llamó la atención durante la primera fase de la pandemia es que "los países ricos se vieron más afectados que los pobres".
De hecho, apunta cómo en la gestión de esta crisis, países con pocos recursos, como es el caso de Togo, han sabido limitar realmente los efectos del Covid. "Se movieron rápidamente para proteger los ingresos con una transferencia de efectivo casi universal. Demuestra que este problema se trata principalmente de gestión", explica Duflo.
Pero esta no es la tónica general. Desde el punto de vista económico, tanto las economías avanzadas como los mercados emergentes tuvieron más o menos la misma pérdida de PIB, alrededor del 6%, ante el azote del coronavirus.
La respuesta
Un impacto donde la respuesta de los respectivos gobiernos ha supuesto un papel clave. Según señala esta economista, los países ricos han gastado alrededor del 20% de su PIB en medidas de estímulo fiscal para hacer frente a los problemas derivados del Covid mientras los países pobres han gastado tan solo el 2% de su PIB.
Estos últimos, afirma, "no están en absoluto en la misma posición para proteger a sus ciudadanos contra el efecto de la crisis" y, por lo tanto, es más difícil evitar que el impacto actual tenga un efecto a largo plazo.
Dicho esto, también aclara cómo la divergencia en la recuperación es un problema dentro de muchos países avanzados, como es el caso de Estados Unidos. "Los ingresos de las personas con mayores recursos han repuntado rápidamente, pero no su consumo", puntualiza la economista. Una situación que afecta a los individuos de menores ingresos, que dependen de la industria de los servicios.
Tener el crecimiento como objetivo ha acabado por el mal camino
Al ser preguntada sobre si es efectivo que los gobiernos mundiales implementen sus políticas con un objetivo de crecimiento en mente, Esther Duflo, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2015, responde que esta fórmula es "engañosa" por dos motivos.
El primero, asegura, porque se debe apostar por una medida más general del bienestar, donde se garantice una educación, servicios de salud y se contemplen otros factores como el medio ambiente y los desafíos que presenta el cambio climático.
"La otra razón por la que es engañosa es que los gobiernos no controlan mucho el crecimiento de todos modos y cuando han tratado de utilizarlo como objetivo, eso les ha llevado por mal camino", afirma.
La senda equivocada
Entre los ejemplos destacados cita a Japón, que optó por el gasto para tratar de reactivar su crecimiento y acabó con un problema de apalancamiento público. "Es malo dejarse llevar por el crecimiento. No conduce a una buena política", insiste. Ahora bien, la economista de origen francés reconoce que "no hay una medida alternativa".
Según relata, una vez que pase la pandemia y haya desaparecido el riesgo inminente, los gobiernos deberían aprovechar para mirar el sistema de protección social de otra manera: "Deberíamos gastar muchos más recursos para ayudar a todos los afectados por otros shocks, como la automatización".
Duflo, autora del libro Repensar la pobreza: un giro radical en la lucha contra la desigualdad social, cierra la entrevista esperando que la crisis global provocada por el Covid-19 nos obligue a preguntarnos qué nos importa y a pensar qué implica esto para las políticas que los gobiernos deben adoptar.