
El año 2019 sacudió los malos augurios con un ejercicio de escándalo para un amplio abanico de activos, entre ellos la renta variable americana. Una euforia avalada por los bancos centrales que, lejos de poner fin a su glotonería, recuperaron de nuevo su apetito. De hecho, entre las economías avanzadas, la compra de activos por parte de estas entidades registra ya su mayor nivel desde finales de 2017.
En estos menesteres, la Reserva Federal, el Banco Central Europeo y el Banco de Japón estrenan el nuevo ejercicio atiborrando sus balances con una adquisición mensual de aproximadamente 100.000 millones de dólares en activos, según datos calculados por Bloomberg. En este menú se incluyen los 20.000 millones de euros al mes de la entidad ahora liderada por Christine Lagarde, la expansión orgánica orquestada por Jerome Powell y la continuidad del veterano programa de Haruhiko Kuroda.
No obstante, mientras el BCE y el BoJ justifican su flexibilización cuantitativa, como se conoce en la jerga financiera a esta expansión de sus balances, a la necesidad de abaratar los créditos en busca de reanimar sus respectivas economías, la Fed dejó de lado su dieta y volvió a reanudar la compra de activos, en esta ocasión letras del Tesoro por valor de 60.000 millones de dólares al mes, para poner orden dentro de los vaivenes registrados en el mercado de dinero.
"La Fed continuará llevando a cabo una expansión de liquidez temporal con operaciones en el mercado de recompra (repo) hasta finales de enero y compras de letras del Tesoro por valor total de 360.000 millones de dólares que podrían finalizar a mediados de abril para evitar la escasez de liquidez y compensar la volatilidad en las reservas", explica Shahid Ladha, estratega jefe de BNP Paribas Securities. De esta forma, el banco central de EEUU intenta estabilizar con cierto éxito los mercados monetarios y los márgenes de liquidez tras el susto del pasado septiembre.
Powell ya se encargó de matizar que estas operaciones no debían confundirse con las tres rondas de flexibilización cuantitativa (QE, por sus siglas en inglés), que desde la crisis financiera engordaron el balance de la Reserva Federal desde los 700.000 millones de dólares hasta los aproximadamente 4,5 billones de dólares. Aun así, como apunta en un informe el estratega de crédito de Citi, Matt King, "a pesar de las protestas de la Fed de que este ajuste en las reservas bancarias no es un QE, estas intervenciones han ayudado a impulsar de nuevo las compras de activos de los bancos centrales globales desde mínimos de 10 años hasta recuperar de nuevo los niveles medios de la última década".
Pero la tendencia podría revertirse pronto. Se espera que la Reserva Federal disminuya su ritmo de compras en los próximos meses. Esto provocará como resultado una fuerte caída en las adquisiciones de activos netos de los bancos centrales de las economías avanzadas, lo que podría tener ciertas implicaciones para los mercados financieros.
Desde Bloomberg estiman que, a mediados de este año, la compra de activos de los principales bancos centrales, liderados por la Fed, el BCE y el BoJ, podría reducirse a la mitad, hasta los 50.000 millones de dólares mensuales. Dicho esto, desde Citi consideran que Powell seguirá pendiente, ya que cualquier renovada presión sobre las tasas de recompra a corto plazo podría instigar un aumento en el ritmo de compras por parte del banco central estadounidense.
Crecimiento económico tímido
En estos momentos, si bien se espera que la economía mundial experimente cierta recuperación a co-mienzos de 2020, el crecimiento seguirá siendo tímido y desigual entre las principales regiones. Mientras las tres rebajas de tipos implementadas el año pasado y la expansión orgánica del balance de la Fed han relajado las condiciones financieras y respaldado la actividad de la economía estadounidense, el crecimiento seguirá siendo anémico tanto en la zona euro como en Japón.
En el BCE, Lagarde ha heredado un balance que se ha disparado hasta casi 4,7 billones de euros, multiplicando así por cuatro el tamaño que tenía antes de la crisis financiera. Gran parte de este aumento procede de la flexibilización cuantitativa, que devoró 2,6 billones de euros en activos desde 2015 hasta finales del año pasado y que acaba de reanudarse con una compra de 20.000 millones de euros al mes para combatir la debilidad económica.
En Japón, el balance de su banco central ha engordado desde que Kuroda implementase su masivo programa de compras en 2013. Tan solo en el último año hasta el pasado 20 de noviembre creció un 4,2 por ciento, hasta sobrepasar los 577 billones de yenes (5,3 billones de dólares), por encima del tamaño de la economía.