
Después de su reapertura en 2014, tras una reforma en la que se invirtieron 65 millones, las visitas han crecido de forma exponencial.
El Museo Arqueológico Nacional fue fundado en 1867 por Isabel II, siguiendo la tendencia europea de crear grandes museos nacionales destinados a mostrar los testimonios del pasado propios de cada país. Así, se daba respuesta a la demanda de reunir en una única gran institución las colecciones de antigüedades, dispersas en diferentes establecimientos, con el fin de representar la historia de España, desde los orígenes a los tiempos más recientes, y ofrecer un panorama de las antiguas civilizaciones del resto del mundo. Pero hace 15 años comenzó a gestarse un ambicioso proyecto, una reforma integral del museo para convertir esa institución, aún anclada en el siglo XIX, en un espacio expositivo propio del siglo XXI. Tras años de planificación y gestiones, en 2008, comenzaron las obras del museo y, en 2011, se cerró al público. Sus puertas volvieron a abrirse el 1 de abril de 2014. La reforma, que afectó tanto a la arquitectura interior del edificio como al diseño museográfico, fueron un reflejo de la magnitud del proyecto: más de 65 millones de euros de inversión y un incremento en la superficie del 13 por ciento, al pasar de 19.280 metros cuadrados a 23.303 metros cuadrados. Esta reinauguración tuvo su reflejo en sus visitantes, ya que desde entonces se produjo un notable crecimiento de la cifra de usuarios, alcanzando los 768.836 visitantes en 2014 y 556.044 en 2015. Antes de su cierre para la remodelación, el museo mantenía una afluencia en torno a los 200.000 visitantes anuales.
Ubicado en pleno Barrio de Salamanca, cubre una serie de capítulos de la historia universal del arte no representados en las grandes pinacotecas del cercano Paseo del Arte, como las cerámicas griegas, las coronas votivas visigodas o los marfiles hispanomusulmanes. Tras su reapertura, sus bienes se muestran según un nuevo plan museológico que da tanta importancia al valor arqueológico de las piezas como a su valor artístico, y que se completa con vídeos, paneles informativos, maquetas y expositores con réplicas de los objetos originales que pueden ser tocadas.
Así, los visitantes pueden disfrutar de los 15.513 bienes culturales que muestra la exposición permanente, aunque a veces muchos de ellos se exponen formando grupos que funcionan como una sola unidad, por lo que podemos considerar que la exposición recoge 13.000 unidades expositivas. Todas estas piezas se encuentran distribuidas de forma muy práctica y divulgativa, recorriendo la historia de España desde la Prehistoria hasta el siglo XIX, cuando Isabel II fundó el museo. Aquí comienza un breve recorrido por la historia de la institución en sí para dar paso finalmente a las piezas arqueológicas procedentes de otros países y culturas.
No obstante, en el nuevo museo la Dama de Elche sigue ocupando un lugar privilegiado. Al compararla con otras obras íberas, sorprende la proporción y el equilibrio de su rostro, que indican una fuerte influencia del arte griego. No obstante, los abalorios y la túnica son claramente locales y suponen un perfecto ejemplo del atuendo íbero. En contra de lo que venía pensándose, algunos historiadores sugieren que se trataba de una escultura sedente de cuerpo entero que fue reconvertida en busto. Como muchas esculturas de la época, la Dama de Elche tiene una cavidad en la parte posterior, que según dicen se usaba para guardar reliquias. Algunas teorías apuntan a que la dama de Elche era una diosa y otras consideran que representaba a una reina o a una difunta. Otras obras imprescindibles del Museo Arqueológico Nacional son el tesoro de Guarrazar, el ejemplo más extraordinario de la orfebrería visigoda, el Bote de Zamora, que refleja la minuciosidad de los artesanos hispanoárabes del marfil, o la colección de vasijas griegas, considerada por los especialistas una de las mejores del mundo.