
Incertidumbre. Podemos afirmar que esta es la sensación predominante en el mundo empresarial cuando hablamos del Brexit. Sin duda, el resultado del reciente referéndum en el Reino Unido abre un buen número de incógnitas respecto de cómo afectará a las reglas de juego en que operan las empresas en el entorno global. Existen tantos factores que pueden condicionar la evolución de los acontecimientos, que probablemente lo único seguro es que el futuro es difícilmente predecible. Y eso es malo para las empresas. Las decisiones empresariales se basan en una planificación de escenarios posibles, respecto de los cuales las empresas se posicionan. La toma de decisiones en un marco incierto hace que cualquier decisión sea más arriesgada y criticable y, por tanto, favorece la parálisis. La tentación es, ante la duda, abstenerse o posponer la decisión.
No es extraño pues que los analistas vaticinen una ralentización del crecimiento económico general, es decir, no sólo para el Reino Unido, sino también en Europa y en el mundo, como consecuencia directa del Brexit.
El propio resultado fue una sorpresa para todos, incluso para los defensores de la marcha de la UE. Desde entonces, todo es inseguridad. Algunas fuentes auguran una gran afectación en el comercio internacional de Gran Bretaña, mientras que otras pronostican que no pasará nada, y que los acuerdos con la UE harán que sus relaciones comerciales sean prácticamente como en el pasado.
La misma reflexión puede considerarse respecto de otro aspecto muy destacado: el papel de Londres como centro financiero. Es cierto que su auto exclusión de la Unión le aleja de su regulación, y que Frankfurt -e incluso París-, pueden ver muy fortalecida su posición como centro financiero. Pero también es verdad que nadie discute el papel de Nueva York, y tampoco está en la Unión Europea. Es decir, el atractivo y la organización de los mercados financieros probablemente son más importantes que las regulaciones y las fronteras.
Los ejes de coordenadas del tablero internacional se han movido y todavía no tenemos puntos de referencia sobre cómo quedarán reconfigurados. Con sus imperfecciones, la normativa europea marca reglas comunes en relación a muchos aspectos de la operativa económica y empresarial. Desde regulaciones medioambientales, de seguridad laboral, hasta la regulación de la información financiera y no financiera que las empresas han de divulgar, las normas en favor de la libre competencia, etc. Las Directivas y Reglamentos en relación a las empresas y los mercados probablemente son los más desarrollados y efectivos de toda la normativa europea. Si los alcances en la Europa de los ciudadanos o en unión política son poco significativos, es más cierta la existencia de una Europa de las empresas.
Alguno de los factores condicionantes a considerar no son enteramente nuevos. La libra, como moneda propia del Reino Unido, ha estado siempre sujeta a fluctuaciones. Pero probablemente, la salida del Reino Unido de la UE favorezca su volatilidad, sea o no con origen especulativo. La caída significativa de la libra desde antes del Brexit, respecto del euro y el dólar, refleja las dudas respecto de la evolución de la economía y de la estabilidad de la moneda. Esta depreciación puede ayudar a favorecer las exportaciones y, por tanto, la creación de empleo y el crecimiento. A su vez, contradice los augurios de muchos analistas que predicen una ralentización del crecimiento inglés como consecuencia de su salida de la Unión Europea. Naturalmente, la llegada de turismo desde el Reino Unido o las exportaciones desde España y otros países al Reino Unido pueden verse afectados. Como consecuencia, muchas de nuestras empresas pueden verse afectadas.
La salida del segundo país más importante de la Unión abre muchas incertidumbres: el papel del Reino Unido en el concierto internacional, la evolución de sus variables clave, así como su regulación en multitud de temas hasta ahora comunes con el resto de países de la Unión. También es una incertidumbre cómo reaccionará la Unión Europea y qué mensaje deseará transmitir al resto de sus miembros. Los argumentos políticos en el Reino Unido para no seguir las pautas de la UE serán muy fuertes, sobre la base de que la salida se ha votado para expresar su propia soberanía.
Por otra parte, muchos aspectos regulatorios comunitarios tienen por objeto facilitar y potenciar las relaciones económicas entre países, y contribuir al bienestar general. A su vez, estas relaciones económicas están alineadas con decisiones y directivas consecuencia de la evolución y los grupos de opinión de la economía mundial.
Pero la incertidumbre no nos puede paralizar. Con todo lo dicho, el Reino Unido fuera de la Unión Europea tampoco tiene por qué despertar más incertidumbre que muchos otros países que siguen siendo receptores de ingentes sumas de inversiones, y en los que se desarrollan un gran número de proyectos, especialmente españoles. Pensemos en Latinoamérica, con Brasil o México. Países en los que España es el primer inversor mundial. O Estados Unidos, que sigue siendo un país atractivo como destino de inversiones o de negocios. Y desde luego, Asia, empezando por China, que a pesar de su regulación complicada y las dificultades culturales y regulatorias, ha sido un destino importantísimo para las inversiones de todo el mundo, incluyendo las españolas.
En definitiva, el Reino Unido en la UE nos ofrecía un mayor confort respecto del marco de regulación aplicable, un marco relativamente conocido. Y eso siempre es apreciable en el ámbito de las empresas. Pero el mundo no acaba con su salida. El Reino Unido, como multitud de otros mercados, ofrece un gran número de oportunidades que empresarialmente no podemos olvidar ni despreciar. Recordemos que cuando algún factor no depende de nosotros, pasa a ser un dato más y precisaremos tomar las decisiones oportunas, en el sentido más adecuado, sin caer en la parálisis de la inacción.
Así el gran dilema para las empresas, tanto en UK como en el resto del mundo, es qué decisiones tomar. Lo que un día parece que será la senda a recorrer, cambia totalmente unos días más tarde. Por ejemplo, una salida rápida y ejemplarizante. O las disputas territoriales de Escocia. Es un marco de difícil decisión para las empresas, pero en un entorno globalizado y tan dinámico como el actual, es peligroso no decidir. Quien tome las decisiones adecuadas, es decir, quien acierte no tanto en sus previsiones, sino en sus adivinaciones, puede tener unas grandes ventajas competitivas.
El mundo sigue después del Brexit. Es peligroso utilizar el argumento de la incertidumbre para paralizar decisiones empresariales. La reflexión es una virtud en la toma de decisiones, pero en ocasiones esconde la incapacidad e indecisión de los directivos. Como en muchas cosas en esta vida, en el punto justo está la virtud.
Antoni Gómez es vicepresidente de Auren y miembro del SMP de IFAC.