
Según el "Carbon Carriers: The Impact of Rapid Decarbonization on the Shipping Industry", de la consultora Maritime Strategies International (MSI), se estima que para 2050 la demanda de combustibles fósiles se reducirá en un 80 por ciento y a este descenso le seguirá el del petróleo y demás hidrocarburos. Como consecuencia, el calentamiento global se vería reducido en un 1,5ºC.
Además, la comunidad internacional apuesta por dejar el hidrocarburo e ir por el camino de las energías renovables y los biocombustibles. Una reducción constante y progresiva de emisiones entre el 2021 y el 2030 será la clave.
El borrador del Plan de Energía y Clima que el Gobierno presentó a principios de este año y que marcarán la hoja de ruta a seguir en la próxima década para llegar a la descarbonización de la economía en 2050, ha puesto "patas arriba" al sector.
Modelo a seguir: renovables
Las energías renovables no emiten CO2 ni otras emisiones contaminantes, por tanto, tendrá que ser el modelo a seguir por todos los actores. Serán necesarias mayores inversiones en renovables y redes, sin embargo, los costes totales de descarbonización serán más bajos de lo esperado, gracias a los costes de renovables más competitivos.
En relación con las emisiones de impacto global, el transporte por carretera supuso, en 2017, el 24 por ciento de las emisiones de CO2 a nivel nacional. Y la poca oferta actual de vehículo eléctrico, el coste económico, el volumen y el peso de las baterías de recarga suponen barreras para superar dicho reto.
Según el informe "Transición hacia una movilidad sostenible" de la Asociación Española de Profesionales de la Automoción, los escenarios que se han planteado en la Comisión Europea sobre los automóviles son que en 2030 habrá una flota compuesta por un 55 por ciento eléctrico puro, un 30 por ciento híbrido enchufable, un 10 por ciento gasolina y diésel y un 5 por ciento pila de combustible en el caso de una reducción del 80 por ciento, mientras que para llegar a una reducción del 100 por ciento se requeriría una flota compuesta por 80 por ciento eléctrico puro, 15 por ciento pila de combustible y 5 por ciento gasolina, diésel e híbrido enchufable. España es el segundo fabricante de vehículos en toda Europa y, por ello, el sector del automóvil y toda su cadena de valor no puede perder la oportunidad que ofrece la movilidad eléctrica. Hoy, el transporte es responsable del 26 por ciento de las emisiones C02, y del 42,1 por ciento de las de óxidos de nitrógeno.
En el año 2030, entre el 15 y el 20 por ciento de todo el tráfico de mercancías en España se debería realizar por ferrocarril eléctrico.
En el ámbito de las mercancías, ocurre lo mismo. Se deben establecer políticas para impulsar el transporte ferroviario de mercancías frente al de carreteras. La casuística española hace que las cifras se desmarquen de las europeas, en el año 2030, entre el 15 y el 20 por ciento de todo el tráfico de mercancías en España se debería realizar por ferrocarril eléctrico, y en el año 2050 dicho valor debería alcanzar entre el 35 y el 40 por ciento, lo que supondría entre 9 y 14 veces más que la mercancía transportada por ferrocarril en la actualidad, según Monitor Deloitte.
Solamente cabe esperar unos 30 años para tener el coche del futuro, que será eléctrico, conectado, compartido y autónomo.
Además, según el informe de esta misma consultora, "Un modelo energético sostenible para España en 2050. Recomendaciones de política energética para la transición", es necesario sustituir el consumo de productos petrolíferos, limitándolos a usos en los que no hay alternativa viable libre de emisiones; incrementar la penetración de vehículos eléctricos desde el 0 por ciento hasta casi el 100 por ciento en 2050; realizar el cambio modal de entre el 40 por ciento y el 60 por ciento del transporte pesado, que actualmente se realiza por carretera a ferrocarril eléctrico; intensificar el cambio a vectores energéticos de menores emisiones en los sectores residencial, industrial y de servicios mediante la electrificación y la gasificación de consumos.
Asimismo, los expertos coinciden en desarrollar un parque de generación eléctrica basado en energías renovables, así como, implantar medidas de eficiencia energética para reducir la intensidad energética final entre un 1,6 por ciento y un 2,2 por ciento.
Adiós a los derivados del petróleo
El sector industrial debe eliminar en el largo plazo el consumo de carbón y derivados del petróleo, así como, apostar por el autoconsumo de renovables aprovechando las condiciones de nuestro país. En España, dada la irradiación solar superior a la de otros países europeos, estas instalaciones podrían jugar un papel relevante en la transición. Sin embargo, hay diferencias entre la situación de España y la de otros mercados donde este modelo ha tenido una mayor penetración, como California o Australia. Según Deloitte, hasta 2030, el escenario continuista requeriría unas inversiones acumuladas de 80.000 millones de euros y el escenario de alta eficiencia eléctrica requiere 180.000 millones de euros, es decir, 100.000 millones de euros adicionales. Hasta 2050, el escenario continuista requiere 200.000 millones de euros y el de alta eficiencia eléctrica 510.000 millones de euros, es decir, 310.000 millones de euros adicionales. En este entorno, las compañías energéticas afrontan un doble reto: por un lado, es necesario reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero, pero, por otro, hay que hacerlo al mismo tiempo que se garantiza un suministro de energía suficiente para satisfacer una demanda en aumento. Esto, además, debe ir acompañado de una modernización y digitalización de la red para poder asegurar la estabilidad y seguridad del suministro. Además, las inversiones en renovables serán el principal motor de generación de empleo: entre 102.000 y 182.000 nuevos puestos netos año.
Hasta 2050, el escenario continuista requiere 200.000 millones de euros y el de alta eficiencia eléctrica 510.000 millones de euros, es decir, 310.000 millones de euros adicionales.
Según datos de AEE (Asociación Empresarial Eólica), en España, con la puesta en marcha de 5.000 MW de nueva potencia eólica en 2020, las emisiones del sector eléctrico podrían disminuir en un 13 por ciento en 2020, respecto a 2017. En ese año, la eólica aportó el 18 por ciento de la electricidad, llegando a alcanzar el 50 por ciento de la electricidad en algunos meses del año. El impulso de las energías renovables en la próxima década es uno de los principales vectores para alcanzar el Acuerdo de París.
Garantizar un nivel de calidad del aire compatible con la salud pública en buena parte de las grandes ciudades es fundamental, por ello, Bruselas denunció en julio a Madrid, Barcelona y la zona de Vallès-Baix Llobregat al rebasar los niveles de contaminación. Por ende, el comisario de Medio Ambiente reclama en particular a Madrid y Barcelona que redoblen los esfuerzos para combatir la polución.
Cataluña fue una región prionera en toda Europa tras aprobar una Ley de Cambio Climático pero en julio de este mismo año
Por otro lado, cabe destacar que las alcaldías de 210 ciudades de Europa, en representación de 62 millones de ciudadanos, han instado al Consejo Europeo y a los estados miembros a aumentar los compromisos climáticos de la Unión Europea, mostrar liderazgo internacional e impulsar iniciativas con el fin de acelerar el progreso de implementación del Acuerdo de París. En nuestro país, Cataluña fue una región prionera en toda Europa tras aprobar una Ley de Cambio Climático pero en julio de este mismo año, el Tribunal Constitucional declaraba nulos varios de los preceptos incluidos en su texto que permitirán que las centrales nucleares catalanas (Vandellós y Ascó) puedan operar más allá de 2027, en contra de lo que prohibía esta norma.
España debería emitir en el año 2050 menos de 88 MteqCO2 (absorciones netas de dióxido de carbono), lo que supone una reducción media de, al menos, el 4 por ciento de las emisiones GEI respecto a las emisiones de 2015 (336 MteqCO2). Esto supone igualar el ritmo de reducción de emisiones que hemos tenido en los últimos 10 años, pero en un entorno de desarrollo económico muy diferente al vivido en el periodo anterior.