
El presidente chino, Xi Jinping, reivindicó hoy la fuerza de China en el mundo y advirtió de que "nadie está en posición de dictar al pueblo chino lo que debería hacer" durante la conmemoración del 40 aniversario de la reforma y la apertura del país asiático.
En medio de una desaceleración económica y una tregua comercial que expirará el 2 de marzo, el presidente chino Xi Jinping dejó un sabor amargo entre la comunidad internacional al obviar propuestas concretas que indiquen una mayor apertura económica en la segunda mayor economía del mundo. Durante la celebración del 40 aniversario del inicio del proceso de reforma del gigante asiático, el mandatario denotó cierto tono desafiante al asegurar que nadie dictará al pueblo chino lo que debe de hacer.
"No hay un libro de texto de reglas de oro para el desarrollo y las reformas en China, un país con más de 5.000 años de historia y más de 1.300 millones de personas. Nadie está en posición de dictar a los chinos lo que debería o no debería hacerse", recalcó Xi durante un discurso que duró casi una hora y 20 minutos.
En este sentido, aclaró que China nunca continuará su desarrollo "a costa de los intereses de otros", pero advirtió que no "renunciará a sus propios derechos e intereses legítimos". "No importa el desarrollo que alcancemos, China nunca buscará una hegemonía", dijo.
Los expertos esperaban que el presidente chino diese algún tipo de señal que indicase hasta dónde podría llegar Pekín para cumplir con las demandas de Estados Unidos. Sin embargo, Xi no ofreció detalles específicos en lo que a reformas comerciales se refiere o planes destinados a estimular la desaceleración de la economía del país, que en el tercer trimestre creció a su menor ritmo desde la crisis financiera.
En su aséptica referencia a las tensiones comerciales, el mandatario se limitó a calificar a su país como un defensor de un sistema basado en reglas. "Debemos apoyar un sistema de comercio multilateral abierto, transparente, inclusivo y no discriminatorio", aclaró, al tiempo que se comprometió a promover la liberalización y facilitación del comercio y la inversión. "Haremos que la globalización económica sea más abierta, inclusiva, equilibrada y beneficiosa para todos", aclaró.
El 1 de diciembre, ambos países alcanzaron una tregua comercial de 90 días, en busca de resolver el pulso comercial iniciado por Washington. La Administración de Trump tasa en estos momentos más de la mitad de las importaciones chinas, con aranceles que oscilan entre el 10% y el 25%, y amenaza con extender sus represalias al total de bienes que lleguen del país asiático.
Pekín ha respondió con la misma moneda, pero se comprometió la semana pasada a retirar los gravámenes adicionales que impone a vehículos estadounidenses, así como a aumentar la compra de productos agrícolas de este país, como maíz y soja. Pese a ello, esta semana Trump anunciaba una segunda y última ronda de ayuda financiera a los agricultores afectados por la guerra comercial con China, con pagos directos de hasta 4.900 millones de dólares, elevando el total hasta 9.600 millones de dólares.