
Este domingo 1 de julio se celebran las elecciones presidenciales en México. Una cita clave para la historia del país que podría acabar de manera definitiva con la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del Partido de Acción Nacional (PAN) ante el ascenso imparable de Andrés Manuel López Obrador (conocido como AMLO), candidato de la coalición Juntos Haremos Historia.
López Obrador es el candidato del cambio, de la regeneración. Estas serán sus terceras y últimas elecciones tras presentarse por primera vez en 2006 frente a Felipe Calderón Hinojosa y en 2012 frente a un joven Enrique Peña Nieto. "No seré candidato eternamente. O llegamos a Palacio Nacional, donde nos aplicaremos a fondo durante seis años para transformar el país, o me iré a Palenque para mi retiro", advirtió el candidato en agosto de 2017. Y parece que se cumplirá la primera alternativa, por lo menos eso es lo que a todas luces indican las encuestas.
López Obrador lleva una ventaja de más de 20 puntos a sus contrincantes: José Antonio Meade, candidato del PRI en la coalición Todos por México, Ricardo Anaya, candidato del PAN en la alianza Por México al Frente, y Jaime Rodríguez Calderón El Bronco, candidato independiente. En el último sondeo publicado este miércoles 27 de junio, la importante encuestadora Parametría mostró a AMLO en primer lugar con una intención de voto del 45 por ciento, seguido de Anaya con un 19 por ciento, Meade con un 15 por ciento y El Bronco con un 6 por ciento.
El ascenso de AMLO
¿Qué es lo que ha llevado a López Obrador a incrementar esta ventaja? Por un lado, la más que discutible gestión del actual presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, que a pesar de las numerosas reformas implementadas -la financiera, energética y de telecomunicaciones- cuenta con un índice de aprobación del 21 por ciento, según la Consulta Mitofsky, la peor cifra registrada por un presidente.
Sobre el inquilino de Los Pinos pesan los mayores índices de criminalidad de la historia -en 2017 se registraron 25.339 homicidios dolosos-, el caso de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y el aumento de los precios de la gasolina. Si a esto le añadimos el incremento de la corrupción en el PRI, las acusaciones de plagio de su tesis, y la investigación en curso sobre la Casa Blanca de Peña Nieto (una mansión de 7 millones de dólares que fue construida por Grupo Higa, una de las empresas que ganó la licitación del tren México-Querétaro y que levantó varias obras en el Estado de México cuando Peña Nieto era Gobernador), no es de extrañar el ascenso de López Obrador en las encuestas.
Por otro lado, el derechista Ricardo Anaya, era quizá la figura más fuerte que podía hacer frente al populismo de López Obrador. El joven panista era un candidato asentado y con buenas ideas para dar un giro político al país. En su programa económico, propone crear una renta básica universal para que los mexicanos puedan "vivir con dignidad", duplicar el salario mínimo para mitigar los efectos de la inflación, que se encuentra en su nivel más alto en 17 años, fortalecer el mercado interno, e impulsar las inversiones públicas y privadas. Sin embargo, se vio salpicado por un caso de corrupción y de blanqueo de dinero junto a un importante empresario de Querétaro y su imagen política se desplomó en los sondeos.
Relaja su discurso
El candidato de Juntos Haremos Historia ha sido tachado de populista, aunque él se define como progresista y socialdemócrata. Al comenzar la campaña, López Obrador transformó radicalmente su mensaje y su imagen pública. Se mostró mucho más abierto y dejó a un lado sus políticas económicas extremistas.
Si en un primer momento abogaba por la eliminación de las reformas de Peña Nieto, como la energética -que permitía la entrada de inversiones extranjeras en el sector-, el tabasqueño moderó su postura afirmando que si ganaba las elecciones, revisaría los contratos firmados para verificar que no habían sido realizados bajo la sombra de la corrupción. Lo mismo sucedió con la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. López Obrador estaba en contra de las obras, e incluso el millonario Carlos Slim señaló que la cancelación del proyecto supondría "suspender el crecimiento" del país norteamericano, a lo que López Obrador le respondió: "Que lo haga con su dinero".
Sin embargo, en mayo, mostró una postura más moderada al afirmar que no se oponen a su construcción si no que "buscará lo que más le conviene a México". Por ello, se ofreció a hablar con Peña Nieto sobre el asunto. También ha moderado el tono frente a los empresarios mexicanos mas importantes, a quienes tachó de "mafia del poder" y acusó de "robar" y de "no querer perder el privilegio de mandar". Tras estas duras declaraciones, tuvo lugar una reunión con el Consejo Mexicano de Negocios en la que "se limaron asperezas" y se comprometieron a trabajar por México en el caso de que el 1 de julio gane.