Uno de los terrenos de batalla claves en EEUU, tras el caos de las últimas elecciones, son las leyes electorales. Y el Partido Republicano ha advertido a las grandes empresas del país de que tomarán medidas contra ellas si deciden criticar las reformas que han aprobado los conservadores en varios estados para hacer más complicado el ejercicio del derecho al voto. Por el momento, el líder del partido, Donald Trump, ya ha pedido hacer un boicot a Coca-Cola o la aerolínea Delta, y hasta la Liga de Béisbol está en su punto de mira.
La polémica se desató cuando Georgia, uno de los estados tradicionalmente republicanos en los que ganó Joe Biden en las últimas elecciones y en el que los republicanos denunciaron fraude sin ninguna prueba, aprobó una ley para recortar las fechas de votación y endurecer los requisitos para pedir el voto por correo, entre otros. Algunas de esas restricciones, como la prohibición de ofrecer agua a las personas que están esperando para votar, han sido tachadas de innecesarias y perversas por la oposición demócrata, en minoría en el parlamento estatal, y por organizaciones de derechos civiles.
Hasta aquí, nada que les preocupe a los republicanos. Pero cuando los gigantes corporativos del estado, como Coca-Cola o Delta, criticaron la ley y la Liga Nacional de Béisbol anunció que trasladaría el partido de las estrellas a Colorado en protesta, las reacciones no tardaron en llegar.
"Hora de devolvérselo"
Trump fue el primero en hablar. En un comunicado, el expresidente dijo que "los demócratas han boicoteado productos cuando las compañías hacen algo que les ofende. Es hora de que los republicanos se lo devolvamos. ¡Boicoteemos la Liga de Béisbol, Coca-Cola, Delta, JPMorgan Chase, ViacomCBS, Citigroup, Cisco, UPS y Merck!". En los días posteriores, la lista ha aumentado: United Airlines ha criticado un intento de aprobar una ley electoral similar en Texas y el vicegobernador republicano del estado, Dan Patrick, también les ha puesto en la 'lista negra'.
Más allá del boicot, los legisladores del partido están amenazando con represalias legales contra las empresas que expresen opiniones políticas contrarias a los republicanos en los estados donde gobiernan y a nivel nacional cuando vuelvan al poder. Los senadores Mike Lee y Josh Hawley han amenazado con retirar la consideración de la Liga de Béisbol como "deporte" en vez de negocio, que les protege de una posible acción antimonopolio. Y Marco Rubio ha apoyado el movimiento para crear un sindicato en Amazon, que hasta ahora solo apoyaban los demócratas, como forma de debilitar a una empresa que se convirtió en el enemigo público número uno de Trump desde que su CEO saliente, Jeff Bezos, compró el Washington Post.
Este martes, el jefe del grupo republicano en el Senado, Mitch McConnell, ha amenazado con "graves consecuencias" si siguen criticando sus proyectos legislativos. "Las grandes empresas sufrirán graves consecuencias si se convierten en un vehículo para que las turbas de extrema izquierda se apropien de nuestro país desde fuera del orden constitucional", dijo McConnell. Sobre la mesa, la retirada de subvenciones e incentivos a las empresas que hablen más de la cuenta.
El aun así, el senador republicano dejó también una zanahoria: "Las empresas tienen que saber que los republicanos también bebemos Coca-Cola", parafraseando a Michael Jordan, que una vez dijo que no se metía en política porque "los republicanos también compran zapatillas". Los analistas, sin embargo, apuntan a la presión interna que sufren las grandes compañías: sus sedes suelen estar en las grandes ciudades, bastiones demócratas, y el perfil de empleado medio de estas firmas suele preferir a ese partido a la hora de votar.
Por el momento, este nuevo capítulo en la creciente guerra cultural que divide al país no tiene excesivos visos de salir adelante, ya que el Tribunal Supremo resolvió, en una icónica sentencia titulada "Citizens United", que las empresas también tienen libertad de expresión, por lo que no parece probable que ese mismo tribunal acepte que las leyes castiguen a aquellas que la usen para decir cosas que molesten a los políticos. Lo que sí parece probable es que aumente la división social y cultural un poco más: si beber Coca-Cola y ver béisbol se convierte en un símbolo de izquierdismo, no es imposible que un día las dos mitades del país no tengan nada en común.