
Uno de los grandes problemas a los que se enfrentan los países es saber con certeza con quién han tenido contacto los infectados por el coronavirus durante la primera fase de la enfermedad, cuando las personas no muestran síntomas pero pueden transmitir la enfermedad. Singapur ha sido el primer país en crear una aplicación de móvil para hacer una lista de personas a los que se acercó el afectado, pero las dudas sobre el respeto a la privacidad han impedido que la app se expandiera más allá. Así que un grupo de al menos ocho países europeos, con Alemania a la cabeza y con Reino Unido entre ellos, se han puesto a trabajar en una versión que respete las leyes europeas de privacidad y que pueda lanzarse pronto.
La versión singapureña, llamada TraceTogether, activa el Bluetooth del teléfono del usuario y registra a todos los teléfonos que se hayan acercado a menos de un metro de él. De esta forma, se puede registrar a personas que no siguieron la distancia de seguridad en una tienda o con las que tuvo contacto por la calle o -cuando estaban abiertos- en bares, cines u otros locales con aglomeraciones.
La propuesta europea, organizada por el Proyecto Pan-Europeo de Registro de Proximidad que Preserve la Privacidad (PEPP-PT, por sus siglas en inglés) implicaría un funcionamiento similar, pero con dos cambios. Por un lado, se borrarían constantemente los datos que tuvieran más de 15 días, que es el tiempo máximo de incubación de la enfermedad, ya que cualquier posible nuevo contagio habría ocurrido después de esa fecha. Y, segundo, las personas serían identificadas por un número anónimo. Así, los positivos tendrían que dar su autorización para que las autoridades sanitarias pudieran activar la alerta. Y una vez dado el permiso, la app activaría un mensaje de aviso en los teléfonos de las personas con las que tuvo proximidad, sin que sus identidades fueran reveladas a nadie más que ellos.
Esta opción requeriría que prácticamente todo el mundo se descargara la app, lo que sería difícil de implementar y, sobre todo, de comprobar que se cumpla. Muchas personas podrían tener dudas sobre el uso que se haría de sus datos. Pero esta alternativa es mejor que lo que se hace en China, donde el Gobierno entrega brazaletes u obliga a activar la geolocalización de las personas en cuarentena bajo amenazas legales, y cualquier privacidad brilla por su ausencia.
También es preferible a la opción barajada por Alemania, que se había planteado pedir a las empresas de telecomunicaciones que entregaran los datos de localización de móviles, según dijo el ministro de Sanidad, Jens Spahn, antes de añadir que buscarían otra opción más compatible con las leyes de privacidad.
La alternativa de EEUU, en la que ya está trabajando Google, es usar los datos de los repetidores para calcular cuántas personas pasan por cada lugar, como ya hace para informar del tráfico o de la ocupación de museos o restaurantes en Maps. Sin embargo, el problema es que no puede dar las identidades de las personas concretas, que es lo que importa. La crisis del coronavirus vuelve a poner sobre la mesa el debate eterno entre privacidad y seguridad.