
La explosiva dimisión del ministro del Tesoro británico ha expuesto la estrategia diseñada por Boris Johnson y su equipo para concentrar el máximo poder, aprovechando el férreo control otorgado por el incontestable triunfo electoral de diciembre. La primera remodelación de Gobierno tras las generales estaba destinada a completar una reestructuración moderada, sin tocar las carteras más relevantes, pero los planes de integrar el personal del Tesoro a la maquinaria del Número 10 fueron demasiado incluso para Sajid Javid, quien desde su nombramiento el pasado julio cargaba con el deshonroso sobrenombre de "ministro solo de nombre", dada su supuesta escasa influencia sobre las decisiones del Ejecutivo.
Aunque la idea era que continuase, las condiciones resultaban inaceptables para "cualquier ministro con respeto a sí mismo", según el propio Javid, quien decidió abandonar, antes que consentir el despido de todos sus asesores y pasar a ser una mera pieza nominal en un nuevo organigrama fusionado en el que el Número 10 tendría la última palabra. Su hasta ayer número dos,Rishi Sunak, de mostró tener menos reparos y aceptó reemplazarlo, completando uno de los ascensos más meteóricos en tiempos recientes: con solo 39 años, asiste a los Consejos de Ministros desde hace apenas siete meses y anteriormente era únicamente un secretario de Estado de rango medio.
Su inexperiencia, sin embargo, podría ser una ventaja para Johnson y su evidente intención de reinar sin constricciones sobre la planificación financiera, poniendo fin a las disputas mantenidas tradicionalmente por los sucesivos premier británicos ante la mayor rectitud fiscal impuesta por sus respectivos vecinos en el Número 11. Transcurridas meramente horas desde su nombramiento, Sunak estaba considerado ya una marioneta y desde el Número 10 ni siquiera pudieron confirmar que los claves presupuestos esperados el 11 de marzo, primeros tras el Brexit, serán ese día.
El círculo de Johnson tampoco pudo concretar que los compromisos fiscales asumidos en la reciente campaña electoral sigan vigentes y la previsión generalizada es que el recambio significará más laxitud, con una mayor indulgencia en materia de préstamo y la apertura del grifo de gasto. Como prueba, la reacción de unos mercados que recibieron la bomba de Javid con una subida de la libra y la dinamización del coste de la deuda, en clara expectativa de estímulos, frente a la promesa auto-impuesta por el hasta ayer ministro del Tesoro de equilibrar el déficit a final de legislatura.
Este mejorado margen de maniobra para el Número 10 disparó, de hecho, las especulaciones que consideran que este es, precisamente, el desenlace ambicionado por Johnson y, sobre todo, por su asesor jefe. El controvertido Dominic Cummings, un verso libre en Downing Street, llevaba enfrentado a Javid prácticamente desde el principio y ve ahora cómo su salida abre campo a la oleada de inversión que ambiciona para el Ejecutivo.
Es más, si algo dejó clara la remodelación de ayer es que el premier tiene dos prioridades: el dominio absoluto del Gobierno y la subordinación. La consigna del referéndum del Brexit, 'Recuperar el control', parece haberse convertido en el emblema de su mandato y si ya había dado muestras con instituciones totémicas como la BBC, o la Judicatura, ahora le ha tocado el turno al Tesoro, el ministerio más poderoso en el Reino Unido, al menos, hasta ayer.