La unidad fue la gran protagonista del cuarto debate de los precandidatos demócratas a la presidencia de EEUU. Los contendientes hicieron hincapié a menudo en que la primera función del próximo inquilino de la Casa Blanca será volver a unir a una nación polarizada tras la siempre polémica Administración Trump. Pero el debate, sin embargo, apenas trajo nuevas ideas a los votantes, quienes tuvieron que escuchar los mismos mensajes que en los cuatro encuentros precedentes.
De hecho, destacaron más las actitudes que las propuestas. La 'segunda división' de candidatos cobró fuerza frente a la terna de favoritos -Warren, Sanders y Biden- que fueron a amarrar el resultado. Así, Cory Booker y Andrew Yang aprovecharon sus minutos para destacar y justificar sus medidas, mientras que Klobuchar y Gabbard optaron por atacar al líder de esta 'clase media', Pete Buttigieg, para robarle algo del voto moderado que viene atesorando.
No en vano, antes del debate Buttigieg lideraba las encuestas de los caucus en Iowa, lo que le convierte en un contendiente a tener en cuenta a apenas tres meses del inicio del proceso de primarias. De ahí que Klobuchar intentase imponer su experiencia en el Capitolio frente a la del joven alcalde de South Bend, mientras que Gabbard se enzarzó con Buttigieg en la más agria disputa de la noche por ver quién sería mejor comandante en jefe dado el servicio de ambos en el ejército. Buttigieg llegó a mostrarse iracundo ante los ataques de la hawaiana, quien apenas se hizo notar en el resto del debate - y quien tuvo que esconder en la boca el chicle o caramelo que masticaba tras ser sorprendida con una pregunta de la entrevistadora.
Buttigieg no sólo apeló a la unidad de sus compatriotas, sino que concluyó el programa pidiendo el voto a progresistas, moderados y republicanos desencantados con Trump. Aunque no fue su mejor debate, salió razonablemente indemne de una buena tanda de ataques directos de sus rivales, pese a que el trío de favoritos le ignoró durante las dos horas.
Booker defendió la legalización de la marihuana, e incidió en el problema del encarecimiento de la vivienda y la gentrificación
Por el contrario, el que antes de verano era el líder destacado en las encuestas, el exvicepresidente Joe Biden, sigue hundiéndose en cada debate televisado. Apenas era capaz de concluir las frases de forma coherente, y se trababa con frecuencia. Pero su peor momento fue cuando, ante un ataque de Booker, dio a entender que él recabó buena parte del voto negro que hizo presidente a Obama, lo que despertó las risas y mofas de sus contendientes. Su discurso final, con un enérgico y sobreactuado "¡Despertad y recuperemos el liderazgo mundial!", se contrapone al resto de sus intervenciones, monótonas y sin fuelle.
Booker puede ser el gran beneficiado del quinto debate. Aunque ninguna de sus respuestas fue genial, mantuvo un nivel muy alto en todas ellas lo que, acompañado de su habitual energía, le sirvió para destacar sobre sus rivales en un momento de la campaña en que lo necesita más que nunca para no quedarse fuera de la carrera. Defendió la legalización de la marihuana, mostró su preocupación por la política migratoria -apenas mencionada en el debate- e incidió en el problema del encarecimiento de la vivienda y la gentrificación.
El millonario Andrew Yang también sorprendió al mostrarse por momentos como un contendiente serio. Aunque sus alusiones a una guerra de inteligencia artificial con China, se centró más en problemas como el cambio climático, el supremacismo blanco o la crianza y educación de los hijos pequeños, destacando su papel de padre. Aunque su mejor momento de cara a la parroquia demócrata fue cuando respondió con ingenio a la inusual pregunta de qué sería lo primero que le diría a Putin si logra ganar las elecciones: "Lo siento, he derrotado a tu chico", respondió, en alusión a Trump y su relación con el líder ruso.
Sanders y Warren eligieron un perfil bajo, sin ataques entre ellos -rivales en el ala más izquierdista del partido-, e insistieron en sus críticas a un sistema político "corrupto" por culpa de las grandes corporaciones y en la necesidad de un sistema sanitario público. Aunque la senadora Warren va por delante, ambos son conscientes de que pelean en una 'mini-primaria' a dos y que cualquier paso en falso puede dejarle fuera de la recta final.
Los diez candidatos ofrecieron el debate de menor interés hasta la fecha, en un momento en que todas las atenciones están centradas en las audiencias públicas del impeachment a Trump
Kamala Harris, que se erigió en la gran sorpresa del primer debate demócrata con su ataque a Biden, intentó enarbolar la bandera feminista, especialmente de las mujeres negras y trabajadoras. Con altibajos en sus intervenciones, no cometió fallos reseñables pero tampoco logró destacar.
Finalmente, el multimillonario Tom Steyer se mantuvo en el papel que tuvo en este segundo debate en el que participaba. Prefiere evitar los cruces de palabras con sus rivales y opta por mirar fijamente a cámara para decir al votante que su prioridad es la lucha contra el cambio climático y, en segundo lugar, evitar que las grandes corporaciones sigan manipulando el panorama político.
De esta forma, los diez candidatos ofrecieron el debate de menor interés hasta la fecha, en un momento en que todas las atenciones están centradas en las audiencias públicas del impeachment a Trump. Si el Partido Demócrata consigue su objetivo de destituir al presidente, la campaña de primarias puede sufrir un repentino reseteo ante un hipotético Michael Pence como ocupante del Despacho Oval. Aunque todo apunta a que en el último debate demócrata del año, en diciembre, aún podrán atacar al "criminal" que alcanzó la Casa Blanca en 2016.