Empate a cero. El primer cara a cara entre los dos candidatos a primer ministro británico, Boris Johnson y Jeremy Corbyn, fue profundamente aburrido pese a durar solo una hora. Los dos candidatos fueron incapaces de 'marcar', pese a las numerosas ocasiones que les ofrecía el contrario, y el encuentro acabó con los dos candidatos abucheados en sus peores momentos: las evasivas de Corbyn sobre el Brexit y la insistencia de Johnson por sacar el tema de la salida de la UE en cada pregunta, aun sin venir a cuento.
Uno de los puntos más débiles de Corbyn es que, políticamente, no puede ni apoyar ni rechazar el Brexit, ya que necesita a votantes de ambos lados para ganar. Y Johnson fue a atacarle constantemente ahí. Las primeras tres, cuatro, cinco veces, en el segmento centrado en la salida de la UE, le hicieron daño, ante lo que el laborista se limitaba a prometer que celebraría un referéndum y acataría cualquier resultado que saliera.
A partir de ahí, en segmentos sobre sanidad o servicios sociales, la insistencia de Johnson de volver a repetir la misma frase una y otra vez ya se convirtió en una broma. Cuando un miembro de la audiencia le preguntó al primer ministro qué regalo de navidad le daría a su rival, Johnson volvió a hablar del Brexit y desató las risas del público. También, por supuesto, terminó el minuto de oro así, por si a alguien no le había quedado claro. Si Theresa May acabó la campaña de 2017 convertida en el "Maybot" por repetir constantemente que necesitaban "un Gobierno fuerte y estable" cada vez que alguien le dirigía la palabra, Johnson parece ir por el mismo camino.
Más allá del Brexit
Pero, más allá de ese punto, ambos mostraron enormes debilidades. Cuando Corbyn tuvo que defender su actuación en los múltiples casos de antisemitismo que han perseguido al Partido Laborista, alegando que "todo el racismo es rechazable", el público se rió. Misma respuesta recibió el 'premier' cuando la moderadora le leyó una frase de un exasesor suyo, durante su etapa como alcalde de Londres, en el que decía que Johnson "ha traicionado a todas las personas con las que ha tenido alguna relación en su vida", y este respondió hablando sobre la postura de Corbyn sobre el Brexit.
Sobre la economía, los dos candidatos prometieron gastar dinero "masivamente". Corbyn mostró su fortaleza atacando a Johnson por permitir la privatización parcial de la sanidad pública y por ofrecer negociar la entrada de proveedores estadounidenses en el mercado sanitario británico. También cazó a Johnson cuando desmontó su anuncio de que el Gobierno "está construyendo 40 hospitales", que acabaron reducidos a reformas en 6 edificios ya existentes en apenas dos minutos.
A cambio, el laborista sufrió para explicar sus planes de reducir la jornada de trabajo semanal a cuatro días y para distanciarse en planes de gasto público de un Johnson dispuesto a abrir la cartera y prometer inversiones en todas partes.
Al final, la imagen que dieron ambos es que, más que un debate, cada uno estaba leyendo su texto -en el caso de Johnson, al principio, literalmente, agachando la cabeza cada pocos segundos para ver sus notas- más que respondiendo las preguntas de la moderadora o a su contrincante. Y en estilo, Johnson se excedió de su tiempo casi constantemente, mientras que Corbyn fue más dado a evadir las preguntas directas. Su mayor brillo fue en los minutos finales, precisamente cuando pasaron a la batería de preguntas de "sí" o "no" y ya no tuvo donde esconderse.
El resultado fue un combate nulo. Casi perfecto: la encuesta de reacción inmediata de la agencia YouGov dio un empate técnico, 51% a 49% a favor de Johnson. Un dato no muy positivo para el primer ministro, que lidera por 10 puntos en las encuestas de intención de voto y necesita la mayoría absoluta ante la falta total de aliados con los que pactar. Quedan tres semanas y otro cara a cara para desequilibrarlo.