
En plena tormenta comercial provocada por los aranceles impuestos por la administración Trump, Toyota lanza un mensaje claro desde Japón con ocasión de sus resultados económicos 2025: no cederá ante la presión política ni moverá ficha por impulso.
En su reciente presentación de resultados financieros, los principales directivos del grupo —incluyendo al presidente Koji Sato y al vicepresidente ejecutivo Yoichi Miyazaki— defendieron una estrategia de prudencia, compromiso local y resistencia estructural, reafirmando que mantendrán la producción nacional en tres millones de unidades anuales.
El mensaje no puede ser más firme: "no vamos a entrar en pánico", sentenció Sato ante las insistentes preguntas sobre una hipotética deslocalización hacia Estados Unidos. La compañía reconoce el impacto de las tarifas (estimado en 180.000 millones de yenes entre abril y mayo), pero subraya que las decisiones de Toyota no se tomarán al dictado de Washington, sino según una lógica industrial de largo plazo. A pesar de todo, indican que ya han incluido el efecto de los aranceles en sus previsiones para este año.

Japón necesita divisas, vía exportación
Toyota insiste en su filosofía de ser la empresa "best in town", es decir, una referencia allá donde se implanta. Aprendieron hace tiempo que eso implica seguir desarrollando para el cliente local y fabricando allí. Recientemente, Jim Farley, el CEO de Ford, decía que el mundo se está volviendo cada vez más regional, y que había que atender a las necesidades de los mercados regionales. En el caso de Toyota, seguirán lanzando coches desde Japón a EE.UU., porque unas 500.000 unidades al año van allí. A corto plazo, no descartan hacer ajustes a la baja. Entienden que, en el medio y largo plazo, pueda haber ajustes para mejorar la eficiencia global -como un aumento en la producción norteamericana bajo el paraguas del USMCA-, pero no como respuesta directa a las presiones arancelarias. En ese sentido, Toyota recuerda que ya estaba trabajando en reforzar su capacidad local en EE.UU., no por los aranceles, sino como parte de su estrategia de continuidad operativa y adaptación al cliente.
En el caso de Toyota, apoyar su industria doméstica resulta una cuestión de soberanía industrial y estabilidad energética: con esas exportaciones de automóviles se generan las divisas con las que pueden financiar las importaciones de recursos clave. Señalaron que, "dadas nuestras actuales estructura de ingresos y estructura empresarial, creemos que el impacto de los aranceles no es motivo de pánico".
"Tampoco vamos a subir precios de forma automática por culpa de los aranceles", aseguró Miyazaki. "Es el consumidor el que determina los precios que están dispuestos a pagar". La demanda ha sido fuerte, quizá en previsión de las subidas, pero no descartan que ajusten precios cuando flojee. Caída que sigue sin suceder: dicen que en este momento su stock de coches en campas de EE.UU. es solo para diez días (y cinco días para el caso de los híbridos). Ahora bien, dejando claro que el consumidor seguirá en el centro de su estrategia y que irán actuando conforme a los acontecimientos, "sin subidas como reacción a los aranceles".
Frente a los vaivenes geopolíticos, Toyota prefiere afianzar su modelo productivo y colaborará con su red de proveedores y concesionarios, estudiando cada caso particular, como socios que son, revisando con ellos los precios de los recambios y las medidas de reducción de costes.
En la presentación también se apuntó que querían adelantar todo lo posible el plan original de lograr 5 millones de híbridos vendidos en 2026. Y esperan recortar costes en los híbridos enchufables para que puedan aumentar su aceptación y contribuir en mayor medida al balance de la empresa.