
Los microplásticos se encuentran a lo largo de toda la columna de agua en los océanos. Estos pequeños fragmentos, muchos imperceptibles para el ojo humano, no solo amenazan al ecosistema marino, si no que también suponen un riesgo para los seres humanos a través de las redes tróficas. Según un estudio de Eunomia, se estima que más del 80% del plástico que está en el océano llega de diversas fuentes terrestres, el resto resulta de las playas y de la pesca.
Tal es la cantidad de microplásticos presente en los mares, que un documento publicado por el Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals de la Universitat Autònoma de Barcelona concluye que la diversidad de técnicas y métodos científicos empleados en el estudio de la contaminación por microplásticos "limita el conocimiento actual de este grave problema ambiental que amenaza nuestros ecosistemas". Las conclusiones de este documento ponen de manifiesto que, probablemente, los niveles de microplásticos en el Mediterráneo son superiores a los estimados, pero los métodos empleados no han permitido registrarlos.
De hecho, el Mediterráneo es una de las áreas de todo el mundo con mayor acumulación de plásticos, y presenta niveles de contaminación similares al "gran parche de basura marina" del océano Pacífico, ya que la gran cantidad de población que habita en este área geográfica y las dinámicas marinas hacen que los plásticos que flotan queden atrapados en la cuenca, con pocas posibilidades de salir hacia el océano Atlántico.
La investigadora del ICTA-UAB, Laura Simón, explica que los materiales plásticos "son numerosos y muy diversos, con diferentes características" lo que hace muy complicado tener un marco estándar para analizarlos todos a través de métodos estandarizados. Además, los aditivos como pigmentos o retardantes que hace más complejo el estudio.
Las investigaciones realizadas hasta ahora estiman que el Mediterráneo contiene en sus aguas superficiales 84.800 microplásticos por kuilómetro cuadrado, unos 300 microplásticos por kilogramo de sedimento marino y 69 micrcloplásticos por kilogramo de arena de playa. Además, a pesar de que la mayoría de los plásticos flotan en el mar, el fondo marino está considerado como el vertedero final donde estos materiales se acumulan. La responsable de investigación en el ICTA-UAB, Partrizia Ziveri, aclara que "los niveles de microplásticos en el Mediterráneo son probablemente mayores, pero debido a los métodos usados no somos capaces de registrarlos".
Ante esta situación de variedad de metodologías científicas, los investigadores destacan la importancia de definir un marco común que permita hacer comparativas de los resultados, y combinar métodos para ser capaces de caracterizar el amplio espectro de los contaminantes plásticos en el mar Mediterráneo, y sus potenciales impactos. Al mismo tiempo, también piden que los países del Mediterráneo establezcan una colaboración internacional, ya que actualmente la parte este y el norte de África han sido muestrados en menor medida.
Buscar la mejor técnica
Ante esta problemática de buscar criterios unificados para el análisis de microplásticos en el mar, en enero de 2020 la Fundación Aquae y la Universidad de Alicante pusieron el marcha el doctorado Industrial en Microplásticos junto con las empresas Interlab y Labaqua, con el objetivo de comparar diferentes técnicas analíticas para encontrar cuál es la ideal para detectar y categorizar los residuos inferiores a 5 milímetros.
Este doctorado comenzó tarde, ya que tuvieron que centrarse exclusivamente en aspectos teóricos durante el confinamiento. Posteriormente, cuando ya se podía salir de casa, comenzaron con su análisis práctico de polímeros adquiridos comercialmente para luego ya comenzar con el análisis de campo a través de muestras reales de microplásticos encontrados en la naturaleza.
La doctoranda becada para realizar esta investigación, Débora Sorolla, asegura que esto es un problema ambiental pero que la pandemia del coronavirus ha agravado el problema, "pero nuestro reto es ir mucho más allá", dice. Por su parte, la directora general de Interlab, y de Calidad de Aguas en Suez Water Spain, Mónica Pérez, explica que este doctorado "responde a la llamada de la OMS que, tras dejar claro en sus informes la falta de evidencias científicas sobre los efectos de los microplásticos en nuestra salud, insta a los expertos a continuar investigando en este tema".
La mayor dificultad a la que se enfrentarán en este doctorado es en el análisis de las muestras reales. Aseguran que los dos obstáculos están en la propia complejidad del microplástico en sí y la variabilidad de la matriz, es decir, en todo lo que rodea a estos diminutos residuos. Débora Sorolla explica que "no es lo mismo un microplástico en agua dulce que en un agua salda, ni tampoco es lo mismo una de estas partículas en el agua potable que en el agua residual". Lo que está claro es que: la inversión en ciencia es lo que hará posible la solución a este problema.
La Covid- 19 provocó un uso masivo de plástico
Tanto en los hospitales como en los hogares, el uso del plástico ha aumentado durante la pandemia, sobre todo los de usar y tirar. Como consecuencias de las medidas de higiene, el plástico se utilizó de manera masiva. De hecho en España el consumo anual supera los 3,5 millones de toneladas, de las cuales 2,5 millones se convierten en residuos que, posteriormente, acabarán en el mar depositándose en el fondo y transformándose en microplásticos.