
El Dow Jones suele registrar pocos cambios entre el fin de las convenciones y el martes electoral. Pero su evolución suele anticipar el resultado: si la bolsa sube, el partido en el gobierno vence.
El estrés y la imagen de un acelerado bróker bursátil llevan unidos en el imaginario popular varias décadas. Pero, durante los dos próximos meses, mejor vaya buscando otras metáforas.
El próximo 4 de noviembre se celebran las elecciones presidenciales de Estados Unidos y, si la historia sirve para predecir el futuro, la calma chicha va a ser la tónica dominante en la Bolsa de Nueva York hasta entonces.
No conviene despistarse, de todos modos, porque la evolución del Dow Jones hasta entonces puede servir para anticipar el resultado. Casi sin excepciones, una subida de la bolsa en los dos meses previos al martes electoral es síntoma prácticamente inequívoco de que el partido en el gobierno seguirá en la Casa Blanca.
Si el Dow Jones baja, por el contrario, lo previsible es un cambio de signo.
El Dow Jones, el termómetro más fiable
La bolsa sube cuando gana el partido en el poder.
Un 'hecho' histórico
Desde 1944, casi invariablemente, los inversores estadounidenses se han tomado la campaña electoral, el periodo que va desde el fin de las convenciones de los dos grandes partidos hasta el martes después del primer lunes de noviembre, el día de las votaciones, con mucha filosofía.
Quizá porque prefieran esperar a que las urnas definan al futuro presidente y, al mismo tiempo, cuál será el sesgo de la política económica de la nueva Administración, pero lo cierto es que los movimientos de los índices en ese plazo son casi inexistentes.
En los 13 de los 16 procesos electorales que se han celebrado desde 1944, la oscilación del Dow Jones entre septiembre y noviembre no ha superado el 3 por ciento.
Y sólo en una ocasión rebasó el 5 por ciento: fue en 1996, en las elecciones que el demócrata Bill Clinton ganó al republicano Bob Dole, y en pleno auge de uno de los ciclos económicos de mayor crecimiento de la historia de Estados Unidos. Ese año, y entre el 5 de septiembre y el 5 de noviembre, el índice industrial se revalorizó un 6,8 por ciento.
Un baile de margen estrecho
No solo las modestas pérdidas o ganancias del Dow Jones dan idea del compás de espera en el que suele sumirse Wall Street durante la campaña.
El margen en el que se mueve el índice industrial hasta el martes electoral suele ser también bastante estrecho.
En las últimas 17 campañas electorales, y con dos únicas excepciones, la distancia entre el mínimo y el máximo que marcó el Dow Jones en los 61 días preelectorales se movió entre el 5 y el 10%. En 1964 (el demócrata Lyndon B. Johnson derrotó al republicano Barry Goldwater) la distancia fue de sólo el 4,34 por ciento. Y en 2000, en las polémicas elecciones en las que George W. Bush alejó de la Casa Blanca a Al Gore por un número insignificante de votos, fue del 13,4 por ciento.
En este caso, la campaña coincidió con el estallido de la burbuja de las puntocom, que durante los ejercicios siguientes hundió las bolsas mundiales.
Wall Street, según los ciclos electorales
Evolución anual del índice Dow jones durante los mandatos de los presidentes de los Estados Unidos
Crisis subprime y elecciones
También en la campaña que ahora comienza -oficialmente, oficiosamente ya dura más de un año- se da una situación económica excepcional. El estallido de la crisis de las hipotecas basura en 2007 ha hecho correr por el mercado el miedo a una recesión en Estados Unidos.
La corrección al alza del Producto Interior Bruto (PIB) del segundo trimestre el pasado 27 de agosto atenuó los temores, pero todavía falta por conocerse la cifra definitiva, el próximo 26 de septiembre.
En situaciones como la actual, Wall Street presta todavía más atención de la habitual a la Reserva Federal, a sus decisiones sobre los tipos y, especialmente, a las conferencias de su presidente, Ben Bernanke, en las que suele desgranar pistas sobre el futuro de su política monetaria.
Pues bien, Bernanke tiene su agenda muy despejada hasta el próximo 4 de noviembre: sólo dos apariciones públicas en Washington, el 9 de septiembre y el 7 de octubre.
Y la primera de ellas para hablar sobre educación. Y tampoco se esperan movimientos de los tipos de interés en las reuniones del 16 de septiembre y el 29 de octubre.
Los expertos no esperan que se repita la situación de 2004, cuando con Alan Greenspan al frente la Fed subió en dos ocasiones los tipos, del 1,5 al 2 por ciento, entre septiembre y octubre.
La mejor encuesta
En cualquier caso, y sean o no pronunciados los movimientos del Dow Jones hasta el día de las elecciones, si hay alguien que los seguirá con atención y sin perder un detalle, ésos serán los dos candidatos, el republicano John McCain y el demócrata Barack Obama.
No tanto por el futuro de sus carteras de inversión como por el de sus carreras políticas. ¿El motivo? No hay estudio electoral ni encuesta más fiable que la evolución del Dow Jones durante la campaña, los dos meses que transcurren entre las convenciones de los partidos y las votaciones.
Si durante ese periodo el índice industrial sube, el partido en el gobierno acaba llevándose el gato al agua. Y si el Dow Jones retrocede, es el candidato del partido en la oposición el que se instala en la Casa Blanca.
Esta norma no escrita se ha cumplido en 13 de las últimas 16 campañas electorales. La última excepción fue la de hace cuatro años. Pero el retroceso del índice entonces fue del 1,12 por ciento, el menor de todos los registrados en campaña desde 1944, y aunque George Bush logró el mayor número de votos de la historia en unas elecciones, más de 62 millones, apenas 100.000 papeletas de Ohio decidieron el resultado final de la contienda, que no se resolvió hasta el día posterior a las votaciones.
Excepciones 'honrosas'
La anterior, y la más notable, se remonta a 1968. El Dow Jones avanzó un 4,33 por ciento, la segunda mayor escalada en una campaña electoral tras la de 1996, y sin embargo el Partido Demócrata tuvo que abandonar la Casa Blanca en favor del republicano Richard Nixon.
De todos modos, la precampaña y la campaña electoral de aquel año ha quedado en los libros de Historia como uno de los periodos más turbulentos que ha vivido Estados Unidos desde su nacimiento. En abril murió asesinado Martin Luther King, y en junio Robert Kennedy, que se había presentado a las primarias del Partido Demócrata y acababa de ganar las de California, lo que le convertía en el favorito para ser el candidato demócrata a la presidencia.
El país había sufrido ya en los años anteriores fuertes desórdenes civiles y a finales de agosto la convención demócrata en Chicago se convirtió en un caos que degeneró en violentos enfrentamientos entre activistas contra la guerra de Vietnam y la Policía.
Nixon, que había perdido las presidenciales de 1960, no tuvo problemas para vencer en esta ocasión con su programa basado en "restaurar la ley y el orden".