
El 30 de abril de 1943 un pescador encontró un cadáver en la playa de Punta Umbría (Huelva). El cuerpo era de un hombre adulto vestido con una gabardina, un uniforme y botas, y con un maletín atado a la cintura. Su cartera lo identificó como William Martin, mayor del Ejército británico. Las autoridades españolas lo pusieron en conocimiento del cónsul británico, Francis Haselden, y en su presencia se abrió el maletín. En su interior había un sobre lacrado con el sello TOP SECRET.
Recordemos que España durante la Segunda Guerra Mundial se mantuvo oficialmente neutral, pero a nadie extrañaba las simpatías de parte del ejército con los alemanes y que en España campaban a sus anchas los espías.
Aquel sobre intensificó las comunicaciones entre Madrid y Londres, y alertó a los espías alemanes que, por otra parte, no tardaron en conseguir la información que contenía el misterioso sobre: una carta personal del teniente general Archibald Nye, jefe del Estado Mayor británico, al general Harold Alexander, que estaba al mando de las fuerzas en el norte de África, en la que se detallaban los planes de los aliados: tras el éxito de las campañas en el norte de África cruzarían el Mediterráneo para lanzar un ataque contra Grecia y Cerdeña.
Hitler recibió la información y ordenó reforzar sus posiciones en Grecia y Cerdeña. La Operación Picadillo (Operation Mincemeat) había tenido éxito y Hitler había mordido el anzuelo.
Un plan perfecto porque los aliados invadían Sicilia el 10 de julio de 1943, su verdadero objetivo desde el principio
Todo se había preparado al milímetro: se buscó un cadáver en la morgue de Londres (años después se descubrió que el supuesto oficial inglés era un vagabundo llamado Michael Glyndwr) y entre sus pertenencias se colocaron cartas de una novia y el recibo de un anillo. Para la foto del pasaporte se buscó a alguien parecido al muerto, cuya desaparición se publicó en The Times. Y se dejó el cuerpo en España sabiendo que las noticias llegarían a Berlín...
Un plan perfecto porque los aliados invadían Sicilia el 10 de julio de 1943, su verdadero objetivo desde el principio, en la mayor operación anfibia de toda la historia, solo superada al año siguiente por el Desembarco de Normandía.
Tras la invasión de Sicilia, los aliados ocuparon todo el sur de Italia y trasladaron la 15ª Fuerza Aérea de los EEUU de Túnez a Foggia (Italia) para atacar los campos de petróleo y refinerías de Ploesti (Rumanía), la principal fuente de suministro de combustible para los alemanes.
La implicación de Rumanía con Alemania ya había comenzado en 1940, cuando el joven rey de Rumanía Miguel I puso el gobierno en manos del Ion Antonescu, jefe del Estado Mayor y autoproclamado Conducator. Su primera decisión como primer ministro fue unirse a la locura hitleriana, y en 1941, siguiendo la estela del que en aquel momento era el caballo ganador, casi medio millón de soldados rumanos participaron en la invasión de la Unión Soviética.
A pesar de sufrir muchas bajas, los rumanos se hicieron con territorios fronterizos rusos e incluso llegaron a Stalingrado en 1942. Aquella batalla marcaría el fin de la aventura rusa para los alemanes y para los maltrechos rumanos que se vieron obligados a retirarse.
Los rumanos sufrieron en sus carnes la torpeza e inexperiencia diplomática de Miguel I, que tenía 23 años
En 1944, y tras el desembarco de Normandía, la Fuerza Aérea desplazada a Foggia inició la Operación Maremoto (Operation Tidal Wave), el bombardeo masivo de Ploesti para cortar el suministro de combustible a los alemanes. Ante el desastre de Stalingrado, con la correspondiente contraofensiva soviética, y el bombardeo estadounidense, Miguel I y otros opositores al Conducator iniciaron en secreto conversaciones con Reino Unido y Estados Unidos para abandonar las fuerzas del Eje.
El 23 de agosto de 1944, con todo ya atado y bien atado, se detuvo a Antonescu y Rumanía solicitó firmar un armisticio con británicos y estadounidenses. Pero los alemanes no iban a permitir aquella traición y bombardearon Bucarest. De la noche a la mañana, alemanes y rumanos pasaron de compartir mesa, mantel y barracones a matarse unos a otros. Y los rumanos sufrieron en sus carnes la torpeza e inexperiencia diplomática de Miguel I -tenía 23 años-, porque estaban siendo bombardeados por los alemanes y, además, los soviéticos les estaban zurrando en su avance por el Este.
Miguel I no firmó el armisticio con los soviéticos hasta el 12 de septiembre de 1944, y su maltrecho ejército se "tuvo" que unir al Ejército Rojo como fuerza de choque -carnaza- en la persecución de los alemanes por Hungría y Checoslovaquia.
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