
No es fácil entrevistar a la primera presidenta de la Real Sociedad Española de Física. Le han pasado tantas cosas que ante la primera pregunta empieza a hablar y acaba contestando a las restantes. Estudió la energía solar y la eficiencia energética de los edificios cuando en este país teníamos casi recién estrenada la democracia. No sabe lo que es la discriminación y le gustan la ópera, los toros y los laboratorios. ¿Combinación explosiva? Veamos.
Se licenció en Ciencias Físicas en 1975. ¿Cómo se recibió en su entorno que una mujer estudiara en la Universidad y encima una carrera de Ciencias?
En mi casa el que la mujer trabajara era algo normal. Mi padre y mi madre eran maestros así que eso te marca. Recuerdo que mi intención era conseguir y superar lo de ser la hija del maestro. Incluso me puse con chicos para estudiar Bachiller y así superarme. ¿Que por qué Físicas? Porque a los 13 años me llevaron a un laboratorio y me gustó lo de experimentar. Luego, cuando vine a Madrid para estudiar la carrera, miré porque a mi madre le hacía ilusión tener un hijo médico, pero no me gustó. Así que escogí Físicas.
¿Cómo fueron los años de carrera?
Imagínate, última etapa del franquismo. Ibas a clase con miedo, aparecían los grises... pero acabé la carrera y pensé en la docencia. Salió un proceso de selección y me incorporé en la Universidad. Recuerdo perfectamente la primera vez que entré en un Aula Magna a vigilar un examen de septiembre, que pensé en que hacía dos días yo había estado en el otro lado. Aparte de dar clases, hacíamos investigación, y yo me incliné por la energía solar. Ahora estamos de moda por aquello de la eficiencia energética en los edificios, pero recuerdo que mi tesina fue la primera sobre ese tema y que a finales de los 80, cuando hablaba de estas cuestiones, me tomaban por una ilusa.
¿Cuántas chicas había en su clase?
De 57 alumnos, éramos siete. Mis compañeros siempre decían que para irse a ligar se iban a Filosofía (risas). Pero no he notado grandes diferencias.
¿Tampoco en el mundo laboral?
En la Facultad estuve hasta 1986. Salió una plaza en el Ciemat (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas) porque necesitaban a un experto en energía solar. Quedamos un hombre y yo como finalistas y me escogieron a mí. Pero no por ser mujer, sino por curriculum. La verdad es que no he notado demasiadas diferencias, aunque cuando me tocaba viajar a Europa sí que era la única mujer.
¿No le da la sensación de que esto es más habitual en la empresa privada?
Puede que sí. Yo he tenido mucha libertad pero también conozco a compañeras que sí se han sentido discriminadas en empresas privadas.
Y ahora, presidenta de la Real Sociedad Española de Física...
Entré en 1982 como secretaria general, y mis propios compañeros me pidieron que me presentara, no por ser mujer sino por mi trayectoria.
Hoy los padres siguen soñando con hijos médicos, arquitectos, economistas... ¿y físicos?
En mis años se decía: ¿Físicas? Para dar clase y punto. Ahora, en los últimos años de carrera ya tienen trabajo, aunque sigue estando más considerada Ingeniería que Físicas. Y eso que el físico debería ser el motor de la innovación en una empresa. Pero conozco a físicos que prefieren decir que son ingenieros. No se nos ha sacado todo el provecho que podemos aportar. Y yo, que por mi rama estoy acostumbrada a hablar con empresas, el esquema es: el arquitecto es el artista, el físico es el que lo entiende y el ingeniero el que obtiene resultados.
¿Por qué cree que no están lo suficientemente valorados?
Creo que es que nos hemos comunicado muy mal. No hemos sabido transmitir a la sociedad todas las cosas que podemos hacer. Y también creo que habría que exigir un buen periodismo científico en este país.
Difícil tarea, teniendo en cuenta que ahora los niños quieren ser futbolistas o estrellas de la televisión...
Bueno, creo que si generalizamos mal vamos. Acabo de estar en un campus científico en Jaca para niños de 14 años, y ¡son listísimos! Pero esas cosas dependen de la familia, está clarísimo. La familia ha dejado la educación en manos de los profesores. Aunque lo cierto es que en vez de pensar en lo que ganan los futbolistas, habría que quedarse con la lección de trabajo en equipo que nos han dado 23 chicos.
Ha declarado: "He tenido que ceder algunas cosas de la vida personal para dedicarme a esta profesión". Sincera y ¿satisfecha por haber tomado esa decisión?
¡Sí, claro! ¿Que echamos muchísimas horas hasta que hay resultados? Por supuesto, pero la satisfacción personal no tiene precio. Eso es la vocación.