Un viaje por los destinos que inspiraron a los grandes pintores de la Historia
Giverny - Claude Monet
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1. Giverny - Claude Monet

No hay nenúfares sin Monet, ni Monet sin nenúfares. Estos forman parte de la gran obra que nos dejó el pintor, donde durante años estuvo capturando la belleza de estas flores acuáticas. 

La verdad es que no es de extrañar que encontrara la inspiración en Giverny, un encantador pueblecito francés. Allí, en el jardín de su casa, Monet se embelesó con el puente de estilo japonés que da paso a su obra El estanque de Ninfeas (1899), con los sauces llorones y con el movimiento de estas flores sobre el agua.  

Oslo - Edvard Munch
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2. Oslo - Edvard Munch

El Grito (1893) de Munch es uno de esos cuadros que hipnotizan, no hay duda. Icono del movimiento expresionista, esta obra es la representación de la ansiedad que sintió el artista durante un paseo con unos amigos por los senderos de la colina de Ekeberg, en Oslo. 

 

Arles - Vincent Van Gogh
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3. Arles - Vincent Van Gogh

¿A quién no le gustaría pasear bajo una de las noches estrelladas de Van Gogh? Meterse en un cuadro no es posible, pero disfrutar del atardecer y de las luces reflejadas a orillas del río Ródano sí. 

Durante el tiempo que estuvo este pintor en la ciudad de Arles se obsesionó con capturar las luces que observaba en el cielo y que después iluminaban el río. 

Litzlberg - Gustav Klimt
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4. Litzlberg - Gustav Klimt

Seguramente la primera imagen que te venga a la cabeza si piensas en una obra de Klimt sea El Beso, sin duda alguna, la más famosa. No obstante, más allá de la sensualidad de su época dorada, el artista tuvo una fijación por los árboles. 

En esta obra, titulada Bosque de Abedules I (1902) se puede ver a la perfección. En concreto, aquí encontró la inspiración durante sus vacaciones en el lago de Attersee, en Litzlberg, donde desde bien temprano por la mañana pintaba en medio del bosque. 

Valencia - Joaquín Sorolla
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5. Valencia - Joaquín Sorolla

Y por último, pero no menos importante, para disfrutar de un paraíso inspirador no hace falta irse muy lejos. En las costas de Valencia, Joaquín Sorolla encontró el escenario que aparecería en gran parte de su obra. 

Siempre con un aire de añoranza, el valenciano recordaba las playas en las que pasó su niñez. Ya sea con mares enfurecidos, en calma o con niños jugando, Sorolla capta el movimiento de las olas como nadie. 


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