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¿Y usted qué vende?

  • En la actualidad, votar es elegir solamente una etiqueta
Foto: Archivo

Corría el año de 1986 y en la rueda de prensa previa al acto político en el que yo iba a intervenir como candidato electoral, un periodista me preguntó: ¿Y usted qué vende? Consideré la pregunta como un insulto y reconozco que mi respuesta fue destemplada y brusca.

Hoy, sin embargo, y desde la experiencia vivida hasta el presente, considero que aquel profesional de la información fue un lúcido adelantado a la hora de enjuiciar la deriva que comenzaban a tener las campañas electorales y los, benévolamente denominados, discursos políticos que en ellas se prodigan.

Decir hoy campaña electoral es aludir al marketing y su traducción específica al castellano: mercadotecnia. Es decir, conseguir que los electores, convertidos en consumidores, compren un determinado producto a base de técnicas en las que lo visual, lo anecdótico y lo coyuntural se impongan, difuminando la reflexión, la memoria y la experiencia del comprador. El envase del producto sustituye al contenido, siempre y cuando lo haya.

El mensaje mayoritario de los oradores (con escasas y notables excepciones) es un rosario de ataques ad hominen, la degradación del discurso como vehículo racional para la reflexión, el conocimiento y la incitación a saber y, sobre todo, el escamoteo de una realidad que los futuros electores comprueban y sufren todos y cada uno de los días en sus carnes.

Sin embargo, y por la experiencia de las últimas décadas, el producto se vende sin grandes diferencias entre las diversas marcas o etiquetas con que es presentado ante el mercado. ¿Por qué? Dos causas se me vienen a la cabeza.

La primera es que a imagen y semejanza de la economía basada en la oferta, y en detrimento de la economía apoyada en la demanda, el elector se convierte en comprador obligado, le guste o no el producto. Un comprador pasivo, simple espectador por mor de ciertos medios de comunicación, el culto al espectáculo también vendido como cultura y los subproductos de hedonismo prestados a plazos. Y ello en el marco del olvido programado de la Historia y hasta de la memoria más reciente. El humanismo, la filosofía y la inquietud por saber son sistemáticamente erradicados de las enseñanzas. El hoy, y sus productos a consumir, es el horizonte.

La segunda de las causas que se me vienen a la cabeza es quizás la más terrible de ellas. Si la política económica, decidida en las Cortes Generales y aplicada por un Gobierno determinado, tiene que homologarse con las que ha hecho otro Gobierno de signo diferente, porque así lo dice la UE, ¿dónde está la diferencia, al fin y a la postre?

Votar es elegir en el mercado mayorista solamente etiquetas.

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