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Donald Trump ayuda a China con su guerra comercial

Trump y Xi Jinping. Foto: Reuters.

Muchos analistas aseguran que la guerra comercial entre EEUU y China perjudicó al presidente Donald Trump en las recientes elecciones legislativas. Lo cierto es que el enfrentamiento iniciado a comienzos de este año por Washington se ha agudizado rápidamente. Trump ya impuso un arancel adicional del 25% sobre bienes chinos por un valor de 50.000 millones de dólares, y un arancel adicional del 10% sobre bienes por otros 200.000 millones de dólares. A menos que los líderes de los dos países puedan sellar un acuerdo en la próxima reunión del G20 en Buenos Aires, la situación probablemente empeore. Esas son mejores noticias para China que para Estados Unidos.

Hasta el momento, China se ha negado a ceder a la presión estadounidense. Si bien ha tomado represalias, sus acciones siempre han sido proporcionadas, para evitar una escalada excesiva. Pero no hay motivos para pensar que la administración Trump -que ha amenazado con aplicar aranceles a todos los productos chinos- vaya a dar marcha atrás. Después de todo, Trump cree que, cuando un país tiene un déficit comercial bilateral, su socio necesariamente saca ventaja.

La realidad, por supuesto, es que más allá de cuáles sean los costos en que incurre Estados Unidos por el comercio con China, los beneficios son inmensamente mayores. Para empezar, gracias a las importaciones de bajo costo de China, los consumidores estadounidenses pagan menos por una amplia gama de productos, desde zapatos hasta electrónica.

Es más, Estados Unidos tiene un gigantesco déficit de cuenta corriente, lo que significa que se está endeudando mucho más con sus contrapartes extranjeras -especialmente China- de lo que está prestando. Sin ingresos de capital chino, el Tesoro de Estados Unidos enfrentaría tasas de interés más altas, lo que haría subir el costo de financiar deuda del gobierno y el costo de las hipotecas de los propietarios de viviendas.

Es verdad, el déficit comercial con China le ha costado empleos a Estados Unidos. Pero esas pérdidas han sido en puestos de bajos salarios, y han sido compensadas por nuevos empleos en otras áreas. Según un informe de 2006 del Consejo Comercial EEUU-China, los 500.000 empleos industriales que se perdieron en los cuatro años subsiguientes serían compensados por la misma cantidad de nuevos empleos en el sector de servicios. Que estas proyecciones se cumplan o no es otro tema. La cuestión clave es -y siempre lo será- si Estados Unidos es capaz o no de mejorar su estructura económica y garantizar una distribución doméstica más justa de los beneficios del comercio internacional.

Este cálculo de coste-beneficio probablemente sea la razón por la que las sucesivas administraciones norteamericanas estuvieron contentas de tener déficit comercial con China, aunque simularan otra cosa. Por lo general, el Gobierno de China también estaba cómodo con el acuerdo, aunque algunos economistas chinos venían advirtiendo desde hacía mucho tiempo que tener un excedente comercial con Estados Unidos no era lo mejor para China en el largo plazo, por unas pocas razones clave.

Para empezar, tener excedentes con Estados Unidos implica acumular reservas de moneda extranjera. Como señaló el difunto economista del MIT Rudi Dornbusch, tiene más sentido para los residentes de países pobres invertir sus recursos en el país de maneras que aumenten la productividad y los niveles de vida, y no comprar títulos del Tesoro de Estados Unidos. Sin embargo, cuando China empezó a tener un excedente comercial continuo, su ingreso per capita apenas superaba los 400 dólares.

Es más, si bien China está entre los principales receptores de inversión extranjera directa (IED) del mundo, no ha logrado traducir todo ese capital en un déficit de cuenta corriente que financie una mayor inversión y/o consumo domésticos. Por el contrario, al seguir teniendo un excedente de cuenta corriente, China ha establecido una posición de inversión internacional irracional: a pesar de haber acumulado unos 2 billones de dólares en activos extranjeros netos, ha tenido un déficit de ingreso de inversiones por más de una década.

Los bonos del Tesoro de Estados Unidos no sólo producen retornos magros, sino que además son menos seguros de lo que parecen. Después de todo, la Reserva Federal de Estados Unidos siempre podría decidir que su carga de deuda se ha vuelto demasiado pesada e intentar desinflarla imprimiendo más dólares. En circunstancias más extremas, hasta podría confiscar activos extranjeros denominados en dólares de China.

En resumen, China ha crecido más que el mercado mundial, y su economía necesita desesperadamente un reequilibrio. Si bien el país ha hecho un progreso importante en este frente desde 2008, su ratio total de comercio-PIB (37%) y su ratio de exportaciones-PIB (18%) siguen siendo significativamente más altos que los de Estados Unidos, Japón y otras economías grandes.

Sin embargo, vale la pena mencionar que un rápido deterioro del saldo por cuenta corriente de China planteará un serio desafío para el país. Si China debe reducir su excedente comercial con Estados Unidos, también tiene que reducir sus déficit comerciales con las economías del este de Asia. El impacto de un reequilibrio de este tipo en la economía global podría ser verdaderamente muy grave.

China necesita dejar de acumular reservas en moneda extranjera. Si pretende acumular activos extranjeros, estos deberían ser más rentables que los títulos del Tesoro de Estados Unidos. En cualquier caso, China también debería reducir los pasivos externos costosos. Con ese objetivo, debe equilibrar sus importaciones y exportaciones, nivelando al mismo tiempo el campo de juego para las corporaciones extranjeras que operan dentro de su mercado eliminando los incentivos para que los gobiernos locales compitan por IED sin importar el costo, o se involucren en otras formas de intervención indebida.

Por último, pero no menos importante, China ciertamente hará un mayor esfuerzo en innovación y producción propia para reducir su dependencia de la tecnología extranjera, que nunca fue fácil de obtener y que cada vez será más difícil de asegurar. Estos objetivos no son nuevos para las autoridades chinas. Pero, gracias a la guerra comercial de Trump, los responsables de las políticas ahora los están impulsando con una nueva sensación de urgencia. En ese sentido, la guerra comercial tal vez termine siendo una bendición encubierta para China.

En 2005, cuando el Gobierno de Estados Unidos presionaba a China para que permitiera una apreciación del renminbi, Phillip Swagel, ex integrante del Consejo de Asesores Económicos del presidente George W. Bush, escribió: "Si la moneda de China está infravalorada un 27%, como han dicho algunos, los consumidores estadounidenses han venido obteniendo un descuento del 27% en todo lo fabricado en China, mientras que los chinos han estado pagando un 27% de más por los bonos del Tesoro". Los responsables de las políticas en Estados Unidos, aseveró Swagel, con certeza lo tenían claro, y "sin duda deben darse cuenta de que su campaña pública sólo hace que a los chinos les resulte más difícil tomar medidas".

Pero, como admitió Swagel, quizás esa era la clave. La presión de Estados Unidos para que China permitiera que el renminbi se apreciara fue "una estratagema" para mantener los "enormes beneficios" que obtuvo Estados Unidos, a expensas de China, a partir del tipo de cambio fijo. Inclusive si esto fue accidental, el resultado final fue "una estrategia brillante para que los buenos tiempos continúen".

Con Trump, estos buenos tiempos tal vez estén por terminar. Trump dice que la "guerra comercial" con China "se perdió hace muchos años por culpa de la gente tonta, o incompetente, que representaba a Estados Unidos". Pero es él quien muy probablemente sea recordado como el tonto, un líder torpe y caprichoso cuyos ataques a China no hicieron más que fortalecer a esa economía, al menos en parte a expensas de Estados Unidos.

© Project Syndicate

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