
El día que el presidente del Gobierno Pedro Sánchez convocó de prisa y corriendo una rueda de prensa para informar que serían los bancos quienes pagarían el impuesto de las hipotecas, dio el pistoletazo de salida de la campaña electoral. Una campaña kilométrica, aburrida y pesada, que durará hasta el próximo otoño.
La hoja de ruta que Sánchez tiene en la cabeza para consolidarse en el poder da vértigo. Como en la película de Rob Cohen, Fast & Furious (2001), va a llevar a todo el país a todo gas, como si se tratase de Vin Diesel. Primero arrasar en Andalucía, para que haya un Gobierno de izquierdas antes de final de año; después, el juicio a los dirigentes independentistas catalanes, que empezará en enero y terminará en mayo; le seguirán las elecciones municipales, autonómicas y europeas en primavera y finalizará con las elecciones generales en otoño.
Mientras tanto, las administraciones públicas van a seguir medio paralizadas; habrá muchísima crispación en un clima electoral a cara de perro; nadie moverá ni un dedo para intentar prevenir la crisis económica que se otea en el horizonte; por supuesto, ni una sola reforma estructural; se irá aprobando todo aquello que dé votos por decretos ley; y, por supuesto, las filtraciones del excomisario Villarejo van a seguir con la Reina Letizia como objetivo. Un programa de festejos que es como para salir corriendo. Nos esperan tiempos propicios para la demagogia y la crispación.
Si Sánchez fuese un hombre de Estado, que no lo es, convocaría elecciones generales cuanto antes. Tal como había prometido. Eso nos permitiría ganar tiempo para prepararnos ante la próxima recesión. Pero su único objetivo es apalancarse en el poder y cuanto más tiempo mejor. ¡Y lo va a conseguir! La derecha está dividida y descangallada mientras que el voto de izquierda se concentra en manos del PSOE. El sistema electoral, unido al control de los medios de comunicación públicos y una buena parte de los privados le dan una ventaja impagable. PP, Ciudadanos y Vox pescan en el mismo estanque, neutralizándose mutuamente. Además, Sánchez es el único dirigente que tiene las manos libres para pactar con quien quiera. Por tanto, le vamos a tener para largo. Igual que pasa con Fast & Furious, que ya va por su séptima edición.