El cupón de los bonos se dispararía. Los bancos tendrían problemas. Las empresas se quedarían sin dinero y huirían del país. Con el sistema financiero enfrentando un posible colapso, el Gobierno populista de Italia se echaría atrás en su extravagante promesa electoral, suavizaría su retórica nacionalista y haría lo que la UE le dijera.
Cuando la Liga Norte y el Movimiento 5 Estrellas ganaron, y más aún cuando decidieron aumentar el gasto desafiando las reglas que lo vinculan al euro, ese fue el guión de Bruselas. Funcionó en Grecia, y también había funcionado en Italia siete años antes. No había razón para imaginar que no volvería a hacerlo.
Sin embargo, no está funcionando y existe un problema que podría agravarse en los próximos meses. Los mercados financieros no son capaces, o no están dispuestos, a hacer el trabajo de Bruselas. Y a medida que esto se hace cada vez más evidente, o bien la UE tendrá que encontrar otra forma de hacer cumplir sus normas, o bien fomentará más revueltas contra su autoridad en otros lugares.
Según los estándares de la última década, el presupuesto presentado por el Gobierno populista italiano no era tan radical. Algunas reducciones de impuestos y un aumento del gasto empujarían el déficit hasta el 2,4% del PIB. Hace tan solo unos años, incluso países como el Reino Unido registraban un déficit del 10% del PIB, por lo que esta cifra, bastante modesta, no parece el fin del mundo. Aun así, las reglas de la moneda única exigen que los miembros no tengan déficit excesivos. Y la Comisión insistió en que Italia volviera con un nuevo plan.
Es comprensible que el Gobierno se haya negado, y ahora está amenazado con sanciones si no obedece. Sin embargo, la verdadera amenaza no viene de Bruselas, sino del mercado de bonos de Londres, Nueva York y Tokio. Italia tiene deudas por valor de 2,1 billones, el 131% del PIB. Tiene que pagar miles de millones de intereses por esa montaña de dinero cada año. Cualquier aumento significativo en el coste de sus préstamos, o la amenaza de quedar fuera del mercado de capital, debería asustar al país. Una multa aquí o allá no importa mucho, pero la bancarrota nacional aterroriza a cualquier Gobierno, y debería forzar un cambio. Eso es precisamente lo que ocurrió en 2011, cuando Silvio Berlusconi fue sustituido por el tecnócrata Mario Monti.
Y sin embargo, no sucede. El interés de los bonos italianos ha aumentado. Desde enero, crece en más de un 50%, lo que suena aterrador hasta que se comprueban las cifras y se observa que empezó en algo más del 2%, y se ha disparado, si esa es la palabra correcta, hasta el 3,4%. Y sí , es cierto, las acciones de los bancos italianos han caído. Pero de nuevo, sin catástrofes. Desde que el nuevo Gobierno comenzó su enfrentamiento con Bruselas, las acciones de Tome Unicredit, el banco más grande de Italia, han bajado de 15 euros a algo más de 11 euros. Eso no es bueno, pero no es peor que el Deutsche Bank, o la mayor parte del sector a nivel mundial. Es más, Italia tiene un superávit comercial y el Gobierno también tiene superávit una vez excluidos los intereses de la deuda. Puede permitirse pagar el 3% de su deuda. Es muy diferente a 2011, cuando los mercados empujaron los rendimientos hasta el 6% y más.
Los mercados no están ayudando a la UE. ¿Por qué? Hay tres razones. La primera es que un presupuesto ligeramente expansivo es perfectamente sensato para Italia. Se trata de un país que apenas ha crecido en las dos décadas transcurridas desde que se adhirió a la moneda única. En el último trimestre, ha vuelto a descender a un crecimiento cero y está a un paso de la recesión. Tiene altos niveles de desempleo y una economía muy floja. No hace falta ser Keynes para llegar a la conclusión de que un poco más de gasto gubernamental podría ser apropiado este año, y la mezcla "populista" de algunos recortes, de impuestos y mayores pagos de asistencia social podría ser sensata. Lo que parece extremo es la insistencia de la UE en una austeridad aún mayor. La segunda razón es que las normas de la moneda única han cambiado. En la última crisis del euro, no estaba claro si el BCE intervendría. Los inversores se enfrentaron a un peligro real de impago de los bonos griegos o italianos. Así que no fue una gran sorpresa que los intereses se dispararan. En aquel momento, el banco central imprimió billones de euros, lo que parece mucho menos probable ahora. Por último, Italia es, sin duda, demasiado grande para fracasar. Sus deudas acabarían con el sistema bancario en toda Europa y podrían provocar el colapso de la economía europea.
Los mercados lo saben y los tipos italianos han subido, pero no se han disparado. Los mercados financieros no harán que la UE trabaje por ellos como lo hicieron en 2011. Pase lo que pase con las negociaciones, Italia no será excluida de los mercados, y los bancos no colapsarán. Y eso se va a convertir en un gran problema para Bruselas. Sin el respaldo de los mercados financieros, no habrá forma de hacer cumplir sus normas, y no pasará mucho tiempo antes de que los griegos, los españoles y los franceses se den cuenta de que se puede desafiar a Bruselas tanto como se quiera, y no hay mucho que la UE pueda hacer al respecto.