Pedro Sánchez ha vivido una semana negra. El jueves, después de varios días con la ministra de Justicia en la picota, volvieron a saltar las alarmas en el Palacio de la Moncloa, aunque su inquilino se encontrara a miles de kilómetros de distancia, en su viaje a Canadá y Estados Unidos. El ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, tiene una sociedad patrimonial para sus viviendas de Madrid y Jávea (Alicante). Algo habitual para cualquier ciudadano, si no fuera porque Sánchez renegó de ellas como de la peste.
Duque le telefoneó de inmediato para asegurar que todo estaba en regla, ya que había sido muy cuidadoso en no deducirse gastos personales.
Sánchez no se quedó tranquilo y le pidió que saliera a explicarlo. El ministro de Ciencia, puntual como un reloj suizo, compareció a mediodía del jueves para reafirmar la legalidad de su sociedad y la pulcritud de sus pasos tributarios
La seguridad con la que telefoneó a Sánchez para negar irregularidades se diluyó como un azucarillo durante su comparecencia. No dejó claro si se había abonado algún alquiler a sí mismo por el uso de su domicilio. Desde luego, si pagó debió de ser en negro, porque no quedó registro contable.
Además, Duque logró devoluciones de 72.500 euros en sus sociedad Copenhague Gestores desde 2015, periodo en el que registró pérdidas de 260.OOO euros, y se podrá deducir otros 81.000 euros en el IRPF. ¿Como lo consiguió si la firma está inactiva y no tiene ingresos? Por los gastos, como la hipoteca, el IBI o la tasa de basuras.
Duque sí que redujo su factura fiscal gracias a la firma patrimonial que ingenuamente abrió por recomendación del notario. Ahora Sánchez deberá retractarse de sus promesas de no permitir que ningún miembro de su Gobierno utilice una sociedad instrumental para pagar menos impuestos o forzar su cese, como hizo con Carmen Montón, exministra de Sanidad.
El problema es que lleva dos ministros cesados y una tercera, Dolores Delgado, está en el alero. La instrucción desde Moncloa es resistir como sea, antes de permitir que otro ministro dimita. Por eso, Duque reconoció este viernes su fallo y anunció que corregiría los errores.
La preocupación en el Gobierno es enorme. Si en julio la intención de voto rondaba el 30% del electorado, según el CIS, los sondeos internos apuntan a un desplome de 15 puntos, por debajo del 20%.
Desde el PSOE se maniobra, además, para contener los movimientos feministas, que asombrosamente no han dicho ni media palabra después de que parte de la Fiscalía General del Estado sea sospechosa de tener presuntas relaciones con menores, amén del beneplácito de la ministra del ramo. ¿Donde queda la apuesta de Sánchez por el feminismo tras la composición de más de la mitad de su Gabinete por mujeres?
Al descubrimiento de las presuntas irregularidades por parte de algunos ministros se suma la escasa re-lación existente entre ellos. Apenas se hablan y son muy celosos de que otro invada sus competencias. Una muestra palmaria fue la declaración contradictoria en el mismo día entre Sánchez y su ministra de Industria, Reyes Maroto, a raíz del impuesto al diésel. Maroto se enfrentó por esta cuestión también a las ministras de Transición Ecológica, Teresa Ribera, y de Hacienda, María Jesús Montero.
La supresión del recargo del 7% a la generación eléctrica también creó conflictos entre Ribera y Montero, que temía que se volviese a producir déficit de tarifa eléctrica.
Los asistentes al encuentro convocado a finales de agosto por Sánchez en Quintos de Mora (Toledo) con su Gabinete, relatan que el clima fue gélido, de sala de cementerio y que apenas se debatieron asuntos. "Fue un encuentro para la galería, para hacerse la foto y poco más", aseguran.
Para colmo de males, ante el apremio del tiempo, Sánchez suele comunicarse con sus ministros vía whatsapp. A la ministra de Defensa, Margarita Robles, la criticó en una entrevista televisiva a raíz de conflicto de Arabia Saudí sobre Navantia, sin ni siquiera haber tratado personalmente el asunto con ella.
En el Gabinete, se echa la culpa de esta falta de coordinación entre los ministerios a la vicepresidenta Carmen Calvo. Eso explica el creciente nerviosismo de la vicepresidenta, que perdió los papeles al amenazar con restringir la libertad de expresión.
En elEconomista hemos sido testigos de esta presión por parte del Ejecutivo. El jueves, cuando informamos al responsable de prensa de Duque de que íbamos a publicar las devoluciones fiscales del ministro, nos rogaron en varias ocasiones que lo aplazáramos y luego nos dijeron que "con estas informaciones, no nos dejáis trabajar".
La pésima imagen que proyecta el Gabinete de Sánchez no solo pesa en el ánimo de los electores, sino también en la economía. Cada vez más analistas apuntan, como ya señaló elEconomista, a un deterioro de la confianza, que reducirá el consumo y, por ende, la actividad.
A los vientos opuestos como las subidas de los combustibles o la próxima de los tipos de interés, se suma la confusión de la política económica.
El tema de los impuestos es un cachondeo. Cada día se amenaza con un gravamen o se desmiente otro, como es el caso del de la banca, fruto de la falta de guía que reina en el Ejecutivo.
El causante de este desaguisado es Podemos. Sánchez dio instrucciones a Montero para que consulte todas las medidas que vaya a tomar con Pablo Echenique, el lugarteniente de Iglesias, al que los ministros empieza a referirse, entre bromas y veras, como el vicepresidente económico in pectore. Pero hasta esta estrecha colaboración puede resquebrajarse en las próximas semanas y con ello la estrategia de hacer un frente común con Iglesias ante las próximas elecciones.
Desde Podemos se critica abiertamente al presidente por sostener a un cadáver político como el de la ministra de Justicia, y también a Duque, por su sociedad patrimonial. Aunque Sánchez no lo crea, la ruptura con Podemos es lo mejor que le puede pasar.
Lo único que nos salva es que el Gobierno mantiene, al menos sobre el papel, los objetivos de déficit y de deuda, aunque nadie se explica cómo logrará sus promesas. Si los incumple, volverán las tensiones financieras como ocurrió esta semana en Italia, donde los populistas Di Maio y Salvini desafiaron abiertamente las reglas del déficit pactadas con Bruselas. Aquí aún no estamos en ese momento, pero todo se andará. Con este panorama, la situación es ingobernable
PD.-En el ámbito empresarial, la semana estuvo marcada por el relevo en las cúpulas de los dos grandes bancos españoles. Botín fichó a Andrea Orcel, un directivo de la banca suiza UBS para impulsar el desarrollo digital de la entidad. Orcel tiene un vasta experiencia en banca y sonaba para sustituir al mismísimo presidente de la entidad suiza. Botín aprovechó para cubrir el vacío que deja al frente del Santander España la marcha de Rodrigo Echenique, su mano derecha. Y quien mejor que su segundo de a bordo, José Antonio Álvarez, para culminar con éxito la fusión con Popular. Álvarez, además, ejercerá como vicepresidente del grupo.
La jubilación de Francisco González era esperada, aunque como había eludido tantas veces su promesa de marcharse resultara casi increíble. Esta vez cumplió su palabra, aunque fuera forzado por el BCE, que no le prorrogó el mandato, y menos con Luis de Guindos como vicepresidente. La sorpresa es el ascenso del consejero delegado, Carlos Torres, poco curtido en el negocio, teniendo otros candidatos de la talla del exgobernador del Banco de España, Jaime Caruana, o el exconsejero del BCE, José Manuel González-Páramo.
FG dio prioridad a la estrategia digital del banco, en manos de Torres desde hace años, además de a su fidelidad. Es un directivo hecho a su medida, que llegó a su cargo por recomendación de Manuel Pizarro, y sobre el que espera seguir influyendo, una vez jubilado. La incertidumbre es cómo afrontará Torres temas espinosos como el de la crisis turca, que puede mermar significativamente el beneficio del banco.