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Primarias PP: Pablo Casado o la fuerza de un discurso

Discurso de Pablo Casado durante el congreso del PP. Foto: EFE
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"Soy Soraya, la del PP". La frase de la aspirante a la sucesión en el trono de Rajoy era profiláctica, intentaba ser preventiva ante el más que esperable caudal de emociones que su adversario iba a desplegar unos minutos después que ella, circunstancia forzada por el capricho del destino en un sorteo. Siendo fiel a su forma de hacer política, cincelada cada día lentamente a través de siete años en el Complejo de La Moncloa, Soraya Sáenz de Santamaría había dispuesto su alocución ante los compromisarios poniendo más razón que corazón, más gestión de despacho que política, más efectividad de manual que idealismo. El torrente de sentimientos que su rival puso a continuación sobre el atril decantó la balanza en esos 450 votos de diferencia sobre un electoral de tres millares de votantes.

Los tres mil delegados con derecho a voto presentes en el auditorio del mastodóntico hotel que acogió el plenario del Partido Popular habían traído de casa un sobre con papeleta dentro, pero sin cerrar. Y después de ambos discursos muchos de ellos decidieron cambiar el contenido del sobre para variar completamente el sentido de su voto. Pablo Casado les ganó el corazón. No era difícil, siguiendo las campañas de ambos en las últimas tres semanas, adivinar que el candidato apelaría a esos sentimientos de los que están tan necesitados los votantes, simpatizantes y militantes de la derecha española. Su apelación a liderar la España de las banderas en los balcones alcanzó a muchos que no estaban en el auditorio. No dejó ni uno sin clamar, añadiendo para rematar a la candidata cuando la tenía contra las cuerdas una mención expresa una por una de las diecisiete comunidades y dos ciudades autónomas, de la importancia de sus gentes en el partido y de su necesaria aportación en el futuro. Se los metió en el bolsillo, enviando a la lona a Soraya en ese recorrido imaginario por las tierras de España.

La generación que se abre paso en el PP llevaba algún tiempo llamando a la puerta y ahora ha entrado hasta la cocina. Los García Egea, Díaz Ayuso o González Terol van a ser nombres muy importantes en el futuro, y ninguno de ellos nació en vida del dictador que envenena nuestros sueños. Pocos podrán achacarles ser hijos de aquellas décadas ominosas, como una parte importante de la izquierda sigue haciendo con sus adversarios cuatro décadas después de superada la ignominia histórica. Nacidos en democracia, españolitos machadianos como el propio presidente del PP recién investido quiso ilustrar. A falta de conocer los golpes de efecto que sin duda Casado buscará en los próximos días en su equipo más cercano, podemos aventurar que la elección de esta terna de nuevos dirigentes supone un pasar página de muchas cosas que lastraban a esta opción política y que su presumible remontada correrá paralela al intento de Pedro Sánchez de afianzarse en el poder en los próximos veinte meses, el limitado tiempo que tiene para conseguirlo.

La opinión general sobre la victoria de Casado como una suerte de segunda moción de censura contra Rajoy imagina un ex presidente implicado en lograr que su

pupila de excepción durante estos últimos años ganara esta contienda, y que por extensión continuara su forma de hacer política descrita en nuestro primer párrafo. Nada más lejos. Si el registrador de Santa Pola hubiera querido entrar a defender a una frente a otro, lo habría hecho y prefirió un ejercicio loable de ausencia total de posicionamiento. Nadie optaba entre continuar con Rajoy o devolver a Aznar las riendas del PP.

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