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Chantaje

Corinna zu Sayn Wittgenstein.

El caso Corinna, como se ha dado en llamar a las grabaciones realizadas por el ex-comisario José Villarejo a la ex-amante del ex-rey Juan Carlos I, ha puesto una vez más de manifiesto la fragilidad de la transición democrática. Es precisamente dicha debilidad la que nos está hipotecando el futuro. De ahí la necesidad de limpiar de una vez por todas nuestro pasado, caiga quien caiga.

El escándalo de haber tenido un Rey que presuntamente ha sido un defraudador fiscal sin duda dañaría a la monarquía como institución. Pero mucho más grave sería tener al Estado sometido a una extorsión. Sería letal para nuestro sistema de convivencia y tremendamente injusto para las nuevas generaciones. Alfred Hitchcock retrató con gran maestría en Chantaje (1929) las consecuencias de estar sometido a un chantajista. La experiencia nos enseña que en tales situaciones, la única alternativa es enfrentarse a él con todas sus consecuencias.

No es la primera vez que Juan Carlos I ha sufrido chantaje por haber actuado con impunidad, amparado en el silencio cómplice que hemos mantenido los medios de comunicación sobre sus desmanes. Nunca ha distinguido lo legal de lo ilegal, se dice. Tal vez eso explique que Iñaki Urdangarin se encuentre en prisión. Su manera de actuar ha dado carta de naturaleza a la corrupción que ha asolado España.

Si repasamos algunas presiones que ha sufrido el Estado por la mala cabeza del Rey emérito no podemos dejar de sentir vergüenza: Las tropelías cometidas por Manuel Prado y Colón de Carvajal en nombre del monarca; Corinna zu Sayn Wittgenstein y su cacería de elefantes en Botsuana; y ahora el de Villarejo con la colaboración de Juan Villalonga, el amigo íntimo de Aznar que salió huyendo para no entrar en prisión tras enriquecerse con las stock options de Telefónica.

Con tales antecedentes no es de extrañar que las grabaciones filtradas a la prensa amiga por los allegados de Villarejo hayan colocado a la monarquía parlamentaria en una situación muy delicada. Independentistas y republicanos tratan de instrumentalizar la debilidad del Estado para lograr sus fines. Sería un gravísimo error histórico que la Tercera República llegara como consecuencia de la actuación de chantajistas y corruptos.

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