Firmas

La crisis del PP

Sáenz de Santamaría y Pablo Casado. Foto: Efe.

Las primarias del Partido Popular están a la vuelta de la esquina. Desde el lado de la anterior vicepresidenta del Gobierno, todo se da por hecho. Quizás, esto tiene que ver con el peso de Andalucía en la ecuación, donde se impuso por casi 4.000 votos de diferencia. El caso es que el PP está en horas bajas. Y no por los problemas que nacieron de las complejidades de gestionar una crisis económica de grandes proporciones.

La gestión de la crisis, aunque tuvo relevantes aciertos incurrió en importantes errores, dejando sin hacer imprescindibles ajustes estructurales. El Gobierno de Mariano Rajoy, que nació en 2011 con 186 escaños no supo, o no quiso, abordar otros problemas que también necesitaban atención. En conjunto, el resultado de aquellos cuatro años deja bastante que desear. Pues, aunque el PIB creció un 6,6% en ese período, y el PIB per cápita un 9,1%, la riqueza no se distribuyó adecuadamente. España, en 2017, tenía todavía un paro cercano al 17%, y un índice GINI de 0,34, que la situaba entre los países con mayor desigualdad de la OCDE. Con una tasa de pobreza que nos colocaba en el lugar 27, además de una brecha de pobreza que nos llevaba al lugar 33 de los 38 países de la organización. Todo con una presión fiscal que, de la mano del ministro Montoro, aumentó casi tres puntos desde 2011. Con el caso de que, en 2018, su gestión ha consumido el 70% del déficit. Quizás por eso la nueva ministra de Economía ha ido a Bruselas a negociar un ajuste para este año y el próximo. Y todo sin incluir las pensiones. Cambiando de zona ahí estuvo el flamante Ministerio de la Agenda Digital que se combinaba, en cohabitación extraña, con Energía y Turismo. En este caso, el índice DESI (Digital Economy & Society Index) de la Unión Europea, tampoco nos deja muy bien. En 2016 estábamos en el puesto 15 y en 2017 en el 14. Poca ganancia si se tiene en cuenta el esfuerzo de Telefónica en tirar fibra óptica de forma masiva. Y la energía tampoco es para enorgullecerse: España tiene uno de los precios de kilovatio/hora mayores de Europa, con un mix energético muy deficiente.

Poco se hizo en los años de la imponente mayoría absoluta del PP en relación con las familias. Por no hablar de la comunicación de ese Gobierno, que se ha mantenido a espaldas de su electorado y, por supuesto, de la sociedad. Todo lo cual, con ser muy negativo, se incrementó de forma notable con la gestión del problema catalán, que se judicializó, pensando quizás que era más cómodo dejárselo a los jueces. Error grave de quien dirigió la operación. A lo que se añadió la corrupción asfixiante que venía en forma de Gürtel. Un tema que, sumado a todo lo anterior, y a la pérdida de su ideología, llevó a que el PP se dejara, entre 2011 y 2015, 3.651.036 votos: casi el 34% de los votos; para caer de forma estrepitosa en una moción de censura a la que no dieron la suficiente importancia. Sin embargo, cuando suceden este tipo de descalabros, alguna responsabilidad tendrán los gestores. Y por supuesto, alguna habilidad habrán tenido los oponentes al utilizar inteligentemente sus posibilidades aunque estas, a priori, fueran escasas.

Cuando se analizan los errores de la gestión del Gobierno del PP en estos años, conviene no mirar al tendido. El primer responsable es el director de orquesta: Mariano Rajoy. Aunque no ha sido el único. Pues si se mira con detalle, se ve la poderosa mano de una vicepresidencia que, además del CNI, era responsable del CIS, a lo que añadía la presidencia de cinco importantes comisiones y la vicepresidencia de otras dos; aparte de la relación con los medios de comunicación. Relevantes funciones a las que sumó la gestión del Artículo 155 en las condiciones aprobadas por el Senado; lo que algunos denominaron la "presidencia de Cataluña".

El PP, como hemos dicho, está en horas bajas, incluso muy bajas. Quedan aún por sustanciarse varias piezas judiciales del asunto Gürtel. Por ahí andan los papeles de Bárcenas, el tema del Papa en Valencia, o la contabilidad B del PP. Un calvario, como se suele decir. Ahora, los compromisarios deberán decidir entre una u otra candidatura; que viene a ser algo así como que continúen los que ya estaban dominando el quehacer del Partido Popular desde el Gobierno, o un nuevo equipo que haga borrón y cuenta nueva; que busque un nuevo camino; que ponga en marcha al partido; que defienda su ideología y que deje atrás una pesada carga. Si sirve de ejemplo, deberían mirar al Partido Socialista que, con las enormes dificultades internas que tuvo que superar Pedro Sánchez para desplazar del poder a poderosos barones, ha sabido, incluso con los problemas que a nadie se le escapan, rehacerse de forma sorprendente. Volver a lo que representa la anterior gestión del PP llevaría a más de lo mismo, incluso a peor.

Desde fuera, parece que solo queda una opción, y es la que representa la otra candidatura. El PP es esencial en el equilibrio político en España, y su necesaria renovación pasa hoy por Pablo Casado.

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