Firmas

Comienza la partida

  • El fraccionamiento de la izquierda lo va a sufrir el PP en sus carnes
Foto de familia del Gabinete de Sánchez. Foto: Efe.

Por el precio de una moción de censura, Pedro Sánchez nos ha dado a los españoles dos gobiernos. En uno milita Meritxell Batet, abanderada de la autodeterminación de los pueblos, de la nación discutida y discutible que ideó el brujo Zapatero o de la confederación asimétrica. En el otro, el José Borrell ferviente europeísta látigo de los nacionalismos egoístas y excluyentes o una Margarita Robles que en su primer discurso como ministra de Defensa puso ante todo, por si había dudas, la ley y la Constitución. En el gabinete en el que milita Batet, apunta maneras para integrarse también la titular de Hacienda. Y no porque se le supongan veleidades independentistas, que es probablemente lo contrario. Lo que de Montero se espera, como buena socialista andaluza que es, más impuestos, al menos en Patrimonio o Sucesiones, para derramar por las taifas en forma de generoso gasto público, la herramienta más potente para mantener alimentado el voto cautivo. Y en el otro gobierno, el de Borrell y Robles, cabría colocar a la ministra Calviño, guardiana de la ortodoxia presupuestaria. Recién llegada de Bruselas, constituye el mejor antídoto contra el temor de los mercados. Si fuera del PP, los prolijos fabricantes de fake news dirían que nos la ha impuesto la Troika. Como es del PSOE, Sánchez ha sido un tipo listísimo por encontrarla. Tan listo, que ha hecho en uno dos gobiernos. Uno es para derrotar a Podemos haciendo uso de su propia propaganda feminista y social. El otro es para empujar a Ciudadanos hacia la derecha devolviendo a los de Rajoy toda la quina que le forzaron a tragar. La jugarreta de fraccionar a la izquierda jaleando a Podemos para arrinconar al PSOE la va a sufrir el PP en sus propias carnes a poco que, enzarzados los de Génova en sus guerras de tronos, den tiempo a Pedro Sánchez y a su asesor aúlico a enredar.

Estrategia brillante la que han diseñado, con sólo un talón de Aquiles: el presidente. Algún sesudo miembro de la partitocracia le ha criticado nada menos que porque se ha rodeado de un gabinete con mejor currículum que él. No, no es ese el motivo. Que Dios le conserve la vista porque, antes de censurarle por ello, habría que aplaudirle. El verdadero riesgo que corre Pedro Sánchez es que la pieza central de su Gobierno, él mismo, ha decidido colocarse cuál Salomón en el justo medio, entre independentistas y constitucionalistas, entre socialdemócratas y liberales. Arriesga tanto en las refriegas que, si logra mantener la tensión para que el gabinete dance en ordenada armonía cuál pieza de jazz, dejando al tiempo en mal lugar a los supremacistas catalanes, habrá asegurado la plaza de la Moncloa por años. Pero si le desafían y con la excusa los suyos acaban tirándose entre ellos los trastos a la cabeza, será él el que se lleve todos los palos. La partida de Estratego acaba de comenzar, habrá que observar con atención porque cada movimiento lleva aparejada la muerte súbita. Al fin y al cabo, tampoco tenía nada que perder.

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