Firmas

Arte y opacidad

Foto: Getty.

Contradiciendo lo que ocurre en la cultura viva, es decir, la cultura que producen los creadores vivos, pero también la de los músicos y literatos muertos, existe un mercado de las artes plásticas que sigue floreciendo bajo el signo de la especulación. Me refiero al mercado de las obras de arte. Según el Art Market Report, en 2015 más de 310.400 empresas operaron en el mercado global de arte y antigüedades, empleando a 3,2 millones de personas en salas de subastas, galerías, negocios de marchantes y toda una serie de servicios de apoyo externos. En 2017 ese volumen de negocio movió ya más de 70.000 millones de euros en más de 40.000 transacciones.

Kenneth Griffin, buen conocedor de todo lo que atañe a la especulación por ser uno de los gestores de fondos más importante de EEUU además de coleccionista, tiene dicho que el mercado del arte sufre de opacidad y facilita la especulación ocultando el valor futuro de las obras. Griffin lo dijo a propósito de la compra (en 2015) de Nu Couché, de Modigliani, en 170 millones de dólares. Poco después la cadena Bloomberg adquirió un cuadro de Pollock, Number 17A, por 200 millones de dólares.

A propósito de Jackson Pollock, cuenta Tom Wolfe en La palabra pintada que estando reunido Pollock en una taberna del Village con un grupo de críticos que ponían sus pinturas por las nubes, les dijo: "Si soy tan buen pintor como decís, ¿por qué no vendo un cuadro?". Y algo parecido hubiera dicho Van Gogh si se hubiera enterado de que un cuadro suyo, Los girasoles, se vendió -muchos años después de haber muerto el autor, tras una vida que no obtuvo sino desprecio hacia su pintura, tan bella como rompedora- en 1987 y a una empresa japonesa en 40 millones de dólares. Un rasgo esencial del arte contemporáneo es que la calidad intrínseca de cada obra -por tanto, el precio- no se revela por sí misma sino que necesita el aval o validación de varias instancias, es decir, un producto que sale del taller del artista no posee un contenido económico propio que revele el precio. El carácter concurrencial del mercado del arte y la incertidumbre que encaran los agentes que en él participan permiten a los intermediarios fijar los precios. De hecho, con la excepción de algunas superestrellas, los beneficiarios de la explosión del mercado son los intermediarios, pero no los artistas. La figura romántica del creador bohemio sin un céntimo está más viva que nunca.

Byung Chu Han nos advirtió hace ya tiempo de las perversiones de esa pretendida transparencia. Pues bien, si en algún sector es preciso tener en mente la advertencia de Han es en el que comercia con obras de arte, especialmente en la parte de ese mercado que pasa por ser buque insignia de su pretendida y más que dudosa transparencia: las subastas de arte. Marc Spiegler, que dirige informes sobre el mercado del arte, escribió en el último publicado: "La transparencia sigue siendo una meta inalcanzable".

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